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El Criterio De Leibniz
Maurizio Dagradi
TEKTIME S.R.L.S. UNIPERSONALE
Delia Sanz Nieto
Un descubrimiento cientГfico casual es el inicio de una aventura impactante que llega a los lГmites de la ciencia y empuja para superarlos. Los protagonistas son arrastrados por caminos inusuales e inesperados, y se enfrentan a situaciones completamente fuera de lo normal. La aventura de la ciencia y la tecnologГa tambiГ©n se convierte en aventura interior para algunos de ellos, que descubren aspectos de su vida privada y de su propia sexualidad desconocidos hasta entonces. En una rica secuencia de eventos interesantes y giros de la trama, la historia envuelve al lector y lo mantiene en suspenso desde el principio hasta el final.
EL CRITERIO DE LEIBNIZ
de
Maurizio Dagradi
TraducciГіn de Delia Nieto Sanz
(TГtulo original: В«Il criterio di LeibnizВ»)
Prefacio
A nadie le gusta leer los prefacios, incluido yo mismo, asГ que serГ© breve.
Este libro quiere contribuir a abrir la mente de muchas (demasiadas) personas escГ©pticas que no sienten instintivamente que el universo bulle de vida, o que todavГa no han afrontado el problema.
Quien haya intentado explicarles de manera mГЎs o menos argumentada, mГЎs o menos cientГfica, mГЎs o menos filosГіfica cГіmo son las cosas en realidad se habrГЎ dado cuenta de que el nГєmero de personas a las que ha conseguido convencer seriamente es irrisorio con respecto al nГєmero de sujetos interpelados. No sГ© por quГ©; no sГ© si es por el patrimonio genГ©tico, o por la informaciГіn que la persona haya podido recibir en su infancia, o por quГ© otra razГіn. El hecho es que esta situaciГіn trГЎgica es degradante para la raza humana, que es sГіlo una de las numerosГsimas razas diferentes dispersas en el universo.
Me gusta pensar que en este momento otro iluso y presuntuoso como yo estГ© escribiendo un prefacio parecido de un libro parecido en el primer planeta de Epsilon Eridani para intentar convencer a sus lectores de que puede haber otras razas con solo dos piernas y dos brazos, y que a lo mejor no respiran formaldehido lГquido.
Post-prefacio
Si habГ©is llegado hasta aquГ, os amo. Os amo porque ya tenГ©is la Chispa, o La querГ©is encender.
Mientras tanto, decid adiГіs a los que por ahora no lo han conseguido y ahora me estГЎn maldiciendo con las ofensas mГЎs sangrientas y mГЎs degradantes que su lГ©xico puede exprimir. IrГЎn a la tienda donde han adquirido incautamente este libro, lo tirarГЎn sobre el mostrador con fuerza e intentarГЎn que se les devuelva el dinero o que se lo cambien por otro, mostrando al vendedor incapacitado su enorme indignaciГіn por el hecho de que un editor haya tenido el pГ©simo gusto de publicar una tal porquerГa. Estos individuos no nos acompaГ±arГЎn nunca en nuestro creer en una Verdad, si es que alguna vez ha habido una que lo mereciese y no fuese una religiГіn, que requiere un acto de fe.
PrГіlogo
El helicГіptero de combate levitaba a diez metros de altura sobre el pantano pestilente, con el rotor de cola parГЎndose a ratos, haciendo que el fuselaje empezase a girar en su sentido natural, opuesto al del rotor principal. Inmediatamente despuГ©s el rotor de cola volvГa a funcionar, y el delicado equilibrio se restablecГa de nuevo con peligrosos bandazos hasta la vez siguiente, que podГa ser la Гєltima. Sin el rotor de cola el helicГіptero habrГa entrado en autorrotaciГіn y se habrГa perdido toda posibilidad de gobernar el aparato.
En la cabina, el piloto luchaba para mantener la estabilidad y la posiciГіn, accionando los mandos con una delicadeza y una precisiГіn que contrastaban de manera onГrica con su estado: de su hombro izquierdo salГa un trozo de cristal proveniente del parabrisas, hundido al menos cinco centГmetros en la carne; alrededor de la herida el traje estaba empapado de sangre que se extendГa rГЎpidamente hacia el brazo y el tГіrax del hombre. Muchos otros fragmentos de cristal estaban esparcidos sobre sus rodillas y por el suelo del habitГЎculo.
A su derecha, el copiloto yacГa volcado hacia atrГЎs, sujeto al asiento, degollado por otro trozo de cristal. La sangre borbotaba copiosamente de la carГіtida seccionada, bombeada sin parar por su corazГіn ignaro.
El comandante intentaba mantener el helicГіptero sobre la posiciГіn establecida, pero para ello solo contaba con referencias visuales, ya que cuando el parabrisas habГa recibido el golpe y los fragmentos les habГan saltado encima, al ver la herida de su compaГ±ero habГa vomitado sobre el panel de control, y casi todos los instrumentos habГan quedado cubiertos por un lГquido amarillento, e invisibles. Con el rotor de cola seriamente daГ±ado, no podГa permitirse quitar una mano de los mandos, ni siquiera durante los pocos segundos necesarios para limpiar lo suficiente los instrumentos fundamentales.
Sus Гєnicas referencias eran el horizonte lejano, sobre el cual floraba la luz violeta, innatural, del crepГєsculo de ese maldito lugar, y los bosques oscuros a su izquierda, de los que habГan surgido pocos minutos antes los otros miembros de la expediciГіn.
En el ГЎrea de carga, detrГЎs de la cabina de pilotaje, dos soldados yacГan en el suelo en posiciones absurdas, como dos sacos de patatas arrojados sin cuidado. El primero era robusto, de mediana estatura, con el pelo negro y la barba de algunos dГas. Su pierna derecha estaba sujeta con una fГ©rula para mantener alineado el fГ©mur destrozado; habГan cortado sus pantalones y le faltaba la bota. Toda la pierna estaba cubierta con sangre coagulada. El hombre estaba inconsciente por la pГ©rdida de sangre causada por la brutal fractura. Su ritmo cardГaco era lento y dГ©bil, su cuerpo estaba frГo, con una palidez mortal.
El segundo soldado era una mujer. Era rubia, con pelo corto, apelmazado por la sangre que goteaba de una herida enorme en la cabeza, sobre la oreja izquierda. Una porciГіn de piel de un diГЎmetro de al menos seis centГmetros habГa desaparecido, junto al pelo que la cubrГa, y esa deformaciГіn resultaba absurda al lado de las facciones suaves de la chica, mandГbula redondeada, barbilla discreta, nariz ligeramente puntiaguda y labios carnosos. Sus ojos estaban cerrados, pero los pГЎrpados se movГan como a sacudidas, sin llegar a abrirse. Sus labios temblaban, como pronunciando un discurso silencioso, y su cuerpo era recorrido por los escalofrГos provocados por la fiebre alta.
Los uniformes de ambos eran completamente anГіnimos, carentes de cualquier sГmbolo. NingГєn escudo con el nombre, ningГєn grado, nada que pudiese identificarlos. Eran SAS, Special Air Service, la unidad de fuerzas especiales mejor preparada del mundo. Eran combatientes superiores, preparados para operar y sobrevivir en condiciones imposibles, con cualquier clima y contra cualquier enemigo, rГЎpidos, eficientes, mortales. Sus misiones siempre eran secretas, por lo que su identidad debГa ocultarse.
Y ahora estaban inermes y eran sacudidos de un lado para otro con cada bandazo del helicГіptero, mientras lo Гєnico que impedГa que cayeran era una cuerda atada a su cintura y asegurada a un asa del compartimento de carga.
Las armas de a bordo estaban completamente descargadas, incluida la novГsima arma de plasma, que ahora se balanceaba medio fundida fuera de su soporte, bajo el vientre del helicГіptero. Era el primer prototipo, y no estaba previsto que debiese disparar continuamente durante un periodo prolongado. Y todo esto solo por intentar llegar al punto de contacto y mantener la posiciГіn.
—¡Adams! ¡Prepárate para descender! —la llamada llegó fuerte y clara a los auriculares del piloto.
Justo en ese momento el rotor de cola vacilГі otra vez, pero el piloto recuperГі rГЎpidamente el equilibrio, mientras respondГa:
—¡Listo, señor!
Bajo el helicГіptero, en la cuenca formada por el giro de las palas sobre el agua pГєtrida, tres figuras estrechamente reagrupadas eran arrastradas por el flujo cГclico de aire que se abatГa violentamente sobre ellas.
El comandante Camden estaba disparando sin cesar hacia los bosques con la ametralladora de campo, sujetГЎndola con el brazo a pesar de su tamaГ±o prohibitivo. El arma estaba caliente y era pesadГsima. El soldado apretaba los dientes mientras la sostenГa con sus manos quemadas, el dedo contraГdo sobre el gatillo, los ojos inyectados en sangre, expresando un odio feroz, inextinguible, que se convertГa en un torrente de balas que el caГ±Гіn negro de aquel instrumento de muerte vomitaba sin pausa. Camden estaba cubierto de sangre de los pies a la cabeza, en parte por algunas heridas superficiales en el tГіrax y en los brazos, pero, sobre todo, por la sangre de los compaГ±eros heridos a los que habГa ayudado y arrastrado hasta el punto de recogida.
—¡Comandante!
Camden oyГі a malas penas a la chica que gritaba para superar el martilleo continuo de la ametralladora. Con los pies firmemente anclados en el fango del pantano, sujetaba por debajo de los brazos a un chico inconsciente, de piel oscura, que yacГa boca abajo y estaba medio sumergido en el agua. Su cabeza se balanceaba inerte, la boca entreabierta, los ojos cerrados. De una enorme herida en su abdomen salГa parte de sus tripas.
La chica miraba con desesperaciГіn hacia el bosque, despuГ©s al chico herido, despuГ©s al comandante que seguГa disparando. Estaba llegando al lГmite de sus fuerzas, el pelo negro estaba pegado a la cabeza por el sudor y la mugre, que recubrГan todo su cuerpo de color de cafГ© con leche, al que se adherГa la ropa empapada de fango maloliente.
—¡Mayor! —volvió a llamar, con un grito histérico.
Camden le respondiГі gritando a su vez, sin dejar de vomitar fuego hacia el bosque.
—¡Ahora tenemos suficiente ventaja para que el helicóptero pueda aterrizar!
»¡Adams! ¡Ahora!
—¡Roger
(#litres_trial_promo), SeГ±or!
Adams iniciГі el descenso, pero cuando estaba a unos seis metros de cota el rotor de cola se parГі y el helicГіptero entrГі en autorrotaciГіn. El piloto intentГі inГєtilmente hacer funcionar el rotor, al mismo tiempo que maniobraba para intentar elevar el aparato.
—¡Emergencia, emergencia! ВЎQuitaos de ahГ! —gritГі Adams.
Camden percibiГі el helicГіptero fuera de control por el rabillo del ojo, y comprendiГі la situaciГіn inmediatamente. No tenГan tiempo para huir, y, de todas formas, ser aplastado por el helicГіptero que se precipitaba era preferible al atroz destino que se aproximaba desde el bosque. En su cara se pintГі una sonrisa irГіnica y su mirada se iluminГі con una luz diabГіlica, la expresiГіn de un hombre que mira cara a cara a su propia muerte, y al desafГo que se le presenta. SiguiГі disparando brutalmente en la oscuridad, sin ni siquiera sentir el dolor del metal incandescente o el peso del arma.
La chica comprendiГі.
—¡No! —gritГі desesperada, con toda la energГa que le quedaba—. ВЎNo, no, no! ВЎAhora no! —sollozГі desesperada—. EstГЎbamos tan cerca, tan cerca... ВЎВїpor quГ©?! ВЎВїPor quГ©?!
BajГі la mirada hacia el chico herido, y un inmenso desaliento le anegГі el alma. Estaban a un paso de la muerte, ahora.
Su corazГіn palpitГі.
Y en ese momento terrible, mientras sujetaba a su chico, con el helicГіptero que podГa aplastarla en cualquier momento, con el tronar de la ametralladora que le descomponГa los miembros, y con las piernas sumergidas hasta los muslos en aquella agua fГ©tida, sus pensamientos se centraron en aquello que ella habГa ignorado durante tanto tiempo, y que habГa encerrado en una esquina recГіndita de su memoria.
LevantГі su mirada al cielo, y con las lГЎgrimas que le regaban las mejillas azotadas por el viento cГclico generado por el helicГіptero averiado, empezГі a rezar.
—Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad asà en el cielo como en la tierra...
Primera parte
В«EstГЎs con nosotros, Ryuu,
estГЎs con nosotros.
Cada noche vendremos contigo sobre el mar negro,
y sabremos que nos estГЎs esperando
con tus fuertes brazos abiertos.
SubirГЎs al barco como la espuma de las olas
y a nuestro lado, junto a nosotros, tirarГЎs las redes,
como las noches pasadas,
cuando tus ojos y tu sonrisa
nos hacГan afrontar la tempestad con alegrГa.В»
Noboru.
CapГtulo I
Todo empezГі de manera casual, como sucede a menudo en estos casos.
El estudiante Marlon se disponГa a recoger los instrumentos que estaban sobre la mesa de un laboratorio de fГsica de la Universidad de Manchester, gruГ±endo, irritado, porque el profesor Drew le habГa impuesto hacerlo cuando estaba saliendo para a ir a casa.
—Recoge mi experimento, Marlon, antes de irte, ВЎde todas maneras no funciona! —le habГa ordenado.
ВїNo podГa esperar al dГa siguiente? Ya era tarde, por la noche, ВїquiГ©n diablos habrГa venido a controlar si habГan dejado el laboratorio ordenado?
—¡Bah! —suspirГі, resignado, Marlon—, el camino de la fГsica pasa tambiГ©n a travГ©s de las angustias de los profesores viejos.
HabГa apoyado su bocadillo de jamГіn en una placa de acero que habГan utilizado para el experimento, ya que acababa de desenvolverlo justo antes de que Drew le diera la orden, y aquella superficie le parecГa la mГЎs limpia del laboratorio en ese momento.
Iba a coger unos aparatos cuando el gato del laboratorio, de pelo largo anaranjado, saltГі ГЎgilmente sobre la mesa, caminГі sobre el teclado del ordenador, mordiГі la parte superior del bocadillo, apartГі con sus patas algunas regulaciones micromГ©tricas y, finalmente, saltГі al suelo. Todo en unas pocas dГ©cimas de segundo.
Marlon dejГі escapar un grito ahogado y empezГі a perseguir al gato, el cual se refugiГі en un instante en lo alto de la estanterГa mГЎs alta del laboratorio.
El estudiante llegГі furioso al pie de la estanterГa, agitando los puГ±os en direcciГіn al gato y haciГ©ndolo objeto de adjetivos poco amables, y luego, como persona razonable que era, estimГі que la energГa requerida para una recuperaciГіn incierta del alimento robado era superior a la energГa que este le habrГa proporcionado, asГ que se calmГі y se dio por vencido, pensando que, de alguna manera, asГ salГa ganando Г©l. DirigiГі una Гєltima mirada de reprobaciГіn al gato y volviГі a la mesa.
Cuando se encontrГі delante de los restos de su pobre bocadillo y lo observГі, se bloqueГі de golpe y, a medida que la conciencia se abrГa camino en su mente, fue entrando en una especie de trance, con los ojos fuera de las Гіrbitas, disparados, fijos en el bocadillo, mientras un sudor frГo salГa de su frente y empezaba a gotear copiosamente por su cuerpo, ya de por sГ hГєmedo, con la ropa empapada, las manos temblorosas, los pulmones con espasmos buscando aire desesperadamente.
MГЎs o menos en el centro del bocadillo, un poco hacia arriba a la derecha, faltaba un trozo, y ese trozo no era de una forma cualquiera, lo que habrГa hecho pensar que era un trozo que el gato habГa arrancado junto al resto. No, era una porciГіn de unos cuatro centГmetros de longitud, ancha un centГmetro y ondulada paralelamente a los lados mГЎs largos, los horizontales.
No habГa indicios de quemaduras, migas o residuos de cualquier otro tipo, olores o vapores de combustiГіn. Simplemente, esa parte del bocadillo ya no estaba.
Ese trozo con forma de sГЎndwich habГa sido Вїdesplazado?, Вїdesintegrado? ..., ВїquГ©?
En la cabeza de Marlon pasaron a la velocidad del rayo todas las hipГіtesis de las que tenГa conocimiento, ortodoxas o no, y mientras tanto la catalepsia empezГі a retirarse, la respiraciГіn tornГі progresivamente a la normalidad y Г©l retornГі al presente.
Marlon no lo sabГa todavГa con certeza, pero la Historia de la humanidad estaba en un punto de inflexiГіn crucial.
En ese momento.
Para siempre.
CapГtulo II
Prestando mucha atenciГіn para no tocar mГnimamente la mesa, y con la mirada fija en el gato, ovillado en la estanterГa a unos diez metros de distancia y dispuesto a mordisquear el trozo de pan, Marlon se moviГі hacia el telГ©fono instalado en la pared, a su espalda. IntentГі recordar el nГєmero de casa de Drew: lo habГa llamado una vez para pedirle ayuda sobre una tarea. Acababa en 54, Вїo en 45?
—Oh, ¡al infierno!
Compuso el primer nГєmero y, despuГ©s de una breve espera, el profesor respondiГі al telГ©fono:
—¡Cof...! ВїDГgame? —el profesor estaba resfriado.
—Profesor, soy Marlon, creo que serГa mejor que volviera inmediatamente al laboratorio, hay algo que tendrГa que ver y...
—¡Marlon! —lo interrumpiГі Drew, sin mucha ceremonia—, sabes que he tenido un dГa complicado: el rector me ha comunicado que los fondos para nuestro laboratorio han sido recortados en un cuarenta por ciento y... cof... parece que, encima, no me dejarГЎn jubilarme este aГ±o. ВЎEspero que sea por una razГіn muy, muy importante!
—Bueno, profesor, creo que, si no lo quiere tambiГ©n usted, el Nobel serГЎ todo para mГ.
—¿Qué estás diciendo, Marlon? ¡No tengo tiempo que perder con bromas!
Marlon no perdiГі la compostura.
—Es su experimento, profesor. Produce un efecto que...
El estudiante percibiГі una brevГsima conmociГіn y, pocos segundos despuГ©s, oyГі un portazo. TodavГa podГa oГr los ruidos de la casa de Drew. La televisiГіn estaba encendida y soltaba vacuidades como siempre. El profesor ni siquiera habГa colgado el telГ©fono.
Marlon volviГі a vigilar el experimento, sin olvidarse del gato para evitar un segundo asalto que seguramente habrГa tenido consecuencias desastrosas. El animal estaba comiГ©ndose el bocadillo a mordiscos pequeГ±os, pero con cada mordisco la comida disminuГa inexorablemente, y el gato empezaba a mirar la mesa con discreciГіn.
Drew no llegaba.
Marlon maldijo no haber dado nunca de comer a ese gato, y es que sabГa que otros estudiantes se ocupaban de Г©l. Lo que no sabГa es que ese dГa esos estudiantes habГan ido a una conferencia y no habГan dado de comer al gato, convencidos de que Marlon se habrГa ocupado de ello.
Mientras tanto el michino habГa acabado el bocadillo y se estaba estirando, sin quitar los ojos de la mesa. Marlon empezГі a sudar, sin saber cГіmo hacer, cuando oyГі el ruido de la puerta de un coche que se cerraba y un corretear rГЎpido por el camino de acceso al laboratorio.
La puerta se abriГі de golpe y entrГі Drew. En cuanto su cabeza pasГі por el umbral de la puerta sus ojos abarcaron la escena entera y valorГі rГЎpidamente la situaciГіn: Marlon estaba inmГіvil delante de la mesa, con los ojos fijos en el gato, que parecГa seriamente motivado en atrapar un bocadillo sobre la placa del experimento, que parecГa todavГa montado.
Drew tenГa una buena relaciГіn con el gato y resolviГі el impasse de manera absolutamente banal:
—¡Niels! ¡Fuera!
Con esa orden seca, el gato con un nombre tan importante
(#litres_trial_promo) saliГі inmediatamente por la ventana del laboratorio, que siempre estaba medio abierta por la noche para permitir la ventilaciГіn.
Marlon dio un suspiro de alivio y empezГі a relajarse. Fue a cerrar la ventana y comenzГі a contar todo al profesor. Le narrГі los hechos esenciales, ya que los fГsicos son gente sintГ©tica, y acabГі con su hipГіtesis:
—Creo que el gato ha encontrado casualmente una regulaciГіn crГtica del experimento que produce un desplazamiento o desintegraciГіn de la materia sobre la placa. Por ahora no encuentro otra explicaciГіn.
Durante el relato, Drew habГa observado el experimento, y registrado todos los valores indicados por el ordenador, asГ como la regulaciГіn fina de los instrumentos conectados.
—Marlon, aparentemente ha sucedido lo que dices tú, pero sabes bien que para que un experimento sea válido debe ser reproducible. Tenemos que guardar todos los parámetros de la situación actual, y después intentar reproducir el efecto observado.
Antes de nada, sin tocar nada, Drew cogiГі de un estante una mГЎquina fotogrГЎfica digital, equipada con un dispositivo que superponГa un retГculo de gradaciГіn fina a la imagen tomada; fotografiГі todos los objetos que estaban en la mesa de laboratorio, separadamente y en grupo, desde distintos puntos de vista. La malla permitirГa conocer despuГ©s la distancia y los ГЎngulos exactos entre los distintos objetos, lo cual permitirГa restaurar la configuraciГіn del experimento. FotografiГі incluso la pantalla del ordenador, donde aparecГan todos los parГЎmetros de configuraciГіn de los distintos instrumentos controlados por Г©l, y luego Marlon guardГі todos los parГЎmetros en un fichero.
Descargaron en otro ordenador todas las imГЎgenes tomadas, y los ficheros con los parГЎmetros, hicieron dos copias y las conservaron separadamente: una en la bolsa de Drew y la otra en la chaqueta de Marlon.
Ahora era el momento crucial: tenГan que intentar reproducir el efecto.
Drew desplazГі el trozo de pan sobre la placa para colocarlo otra vez en la zona de la que habГa desparecido la materia antes.
—Como no sabemos nada sobre cómo pueda funcionar la cosa, procederemos de manera casual, modificando un parámetro cada vez y observando lo que sucede. Marlon, escoge un parámetro en el ordenador. Empezaremos con este.
Marlon se volviГі hacia la pantalla y eligiГі el primer parГЎmetro sobre el que cayeron sus ojos.
—Modificaré el K22. Ahora está a 1.123,08 V
(#litres_trial_promo). Lo pongo a cero.
El estudiante ejecutГі el cambio.
No sucediГі nada.
—Aumento con pasos de 10 V. Ahora el K22 está a 10 V, 20 V, 30 V...
Nada.
Llegados a 350 V, Drew dijo a Marlon de aumentar con pasos de 50 V.
—…400 V, 450 V, 500 V…
Nada.
El generador zumbaba de manera siniestra con el aumento de tensiГіn.
—…950, 1.000, 1.050, 1.100, 1.150, 1.200 V…
Nada.
Marlon parГі. DejГі de aumentar la tensiГіn.
—Profesor, hemos superado el valor del experimento.
—Lo he visto, Marlon —Drew estaba reflexionando intensamente—. Bien, dale un valor de 1.123,08 V a K22 directamente, como estaba antes.
Marlon cambiГі el valor con el teclado, y antes de validar el cambio se parГі, intercambiГі una mirada intensa con Drew, los dos centraron su atenciГіn en el bocadillo y luego el joven activГі el parГЎmetro: instantГЎneamente, como si fuera lo mГЎs natural del mundo, una porciГіn del bocadillo desapareciГі. Su forma era exactamente igual a la que habГa desaparecido anteriormente.
Drew se quedГі sin aliento. A decir verdad, no habГa creГdo que el efecto descrito por Marlon hubiera ocurrido realmente, y pensaba que seguramente habrГa una explicaciГіn convencional.
Asistir directamente a la manifestaciГіn del efecto lo habГa noqueado. Le pareciГі que se hundГa en un vacГo que acababa de crearse bajo Г©l, y se tambaleГі. Por fortuna estaba sentado y bastГі que el estudiante lo sujetase un momento, impidiendo que cayera. Se imaginГі lo que debГa haber sentido Marlon cuando vio el efecto la primera vez. NecesitГі casi un minuto para recuperarse y volver a tener el control total de sГ mismo. Ya no sentГa el cansancio del dГa, no tenГa sueГ±o, su mente era ahora un instrumento potente y afilado, concentrado totalmente en el experimento.
—Bien, Marlon —dijo Drew con frialdad—, vuelve a poner el K22 a cero y luego a 1.123,08 V otra vez. —Mientras lo decГa desplazГі convenientemente el trozo de pan.
Marlon hizo lo que se le pedГa, y la materia volviГі a desaparecer.
Lo intentaron poniendo el K22 a 1.123,079 V, sin resultado.
—Ahora sabemos que el K22 produce el efecto solo si llega directamente al valor crГtico. No es una manifestaciГіn gradual del fenГіmeno, ni siquiera para valores cercanos al valor crГtico. Parece que estemos ante algo realmente preciso, que, o se manifiesta o no se manifiesta en absoluto, segГєn el valor que demos al parГЎmetro. Bien, ahora probemos con los otros parГЎmetros. Procede ordenadamente, a partir del primero, variГЎndolos gradualmente como hemos hecho con el K22.
Marlon intervino:
—Profesor, queda poco pan; creo que deberГamos probar con otro material antes de pasar a los otros parГЎmetros.
—Mmm, tienes razón.
Drew cogiГі un bloque de teflГіn de otra mesa y lo colocГі sobre la placa.
Variando el K22 lo hicieron desaparecer tambiГ©n. Obtuvieron el mismo resultado con un trozo de madera, un prisma, una lГЎmina de plomo y el borrador de la pizarra. Vieron que el espesor de la materia que desaparecГa era de medio centГmetro.
Eran las diez de la noche cuando empezaron a variar los otros parГЎmetros. HabГan apagado todas las luces menos una lГЎmpara que estaba sobre la mesa. La luz espectral de la luna entraba por la ventana cercana, iluminando la espalda de dos personas inclinadas sobre una mesa desgastada de un laboratorio de fГsica normal y corriente. Su trabajo era silencioso, monacal. El estudiante seguГa al maestro, y el maestro sacaba energГa de la intuiciГіn del estudiante, joven pero perspicaz. Bastaban pocas palabras, a veces tan solo leves gestos, para que se comprendieran al vuelo y siguieran en perfecta sintonГa el anГЎlisis de un fenГіmeno tan portentoso como misterioso.
—Debe ser un intercambio —observó Drew durante las pruebas.
Marlon lo mirГі con aire interrogativo.
—Si la materia fuera desplazada o se desintegrara, en su lugar quedarГa un vacГo, y el aire alrededor lo rellenarГa inmediatamente, produciendo un ruido seco, como un chasquido. Como no oГmos ningГєn ruido, creo que la materia que desaparece de aquГ va a otro sitio, y es sustituida por un volumen de aire que aparece en su lugar. El intercambio debe ser instantГЎneo y ocurrir en el mismo instante.
«Quién sabe a dónde va a parar todo esto», se preguntó Marlon, «¿a dónde estará apuntando el instrumento?»
En un momento dado apagaron la Гєnica lГЎmpara que seguГa encendida y hasta la pantalla del ordenador, para observar eventuales efectos Гіpticos asociados al experimento.
El interior del laboratorio estaba oscuro, salvo por la luz de la luna, que iluminaba dГ©bilmente el ambiente.
NingГєn ruido, excepto el del ventilador del ordenador que soplaba suavemente y el zumbido tranquilo del generador de alta tensiГіn.
Marlon sintiГі el impulso de mirar por la ventana y notГі algo extraГ±o: la cara que nos parece ver cuando miramos la luna ahora parecГa que los observase atГіnita, como si no se debiera hacer lo que estaban haciendo en el laboratorio.
O no se debiera hacer todavГa.
Marlon tuvo un escalofrГo, pero se recuperГі y activГі el intercambio.
El laboratorio cayГі en la oscuridad mГЎs completa. El estudiante se congelГі al instante; la frente se le llenГі de gotas de sudor.
—Profesor... —murmuró.
En respuesta, oyГі solamente un extraГ±o crujido. No se atrevГa a moverse. El sudor aumentaba.
ParecГa que el tiempo se hubiera parado.
Siempre oscuro, una oscuridad opresora, como una mano enorme que lo aplastase cada vez mГЎs.
La tensiГіn se habГa vuelto intolerable.
PasГі medio minuto mГЎs, despuГ©s el viento apartГі la nube que habГa tapado la luna, sin que los dos lo supieran, y esta volviГі a iluminar con una luz frГa la escena.
Marlon mirГі a Drew.
El anciano profesor tenГa los ojos fuera de las Гіrbitas, la cara pГЎlida como un trapo, y se aferraba con las manos a la mesa, fuertemente, con los nudillos blancos por el esfuerzo. Eso era lo que produjo el crujido que habГa oГdo poco antes. La seguridad y el autocontrol de Drew habГan desaparecido, y en aquel momento tan solo exprimГa una cosa: miedo.
—Profesor... —insistió Marlon.
Drew consiguiГі salir de su pavor, lentamente.
—Enciende la luz, Marlon —susurró con dificultad.
El chico buscГі el interruptor y encendiГі la lГЎmpara. Una luz vГvida iluminГі la mesa. Sin decir nada, fue hacia la pared y encendiГі todas las luces del laboratorio.
ParecГa que la vida estuviese volviendo, que aquellos instantes de terror estuvieran cancelados por toda esa luz. Drew se levantГі de la silla y dio unos pasos. Se secГі la frente con un paГ±uelo.
Marlon volviГі a la mesa y observГі la placa del experimento. La materia habГa desaparecido, como siempre. No habГa nada distinto. El estudiante mirГі al profesor, que estaba volviendo a su sitio. Sus miradas se cruzaron, y ambos supieron que en aquel momento dramГЎtico habГan sentido lo mismo.
—AutosugestiГіn. Solo autosugestiГіn. Es tarde, estamos cansados y enfrentГЎndonos a problemas difГciles. Puede suceder... —Drew hablaba, inseguro, intentado recuperar el control de sГ mismo.
—Cierto. SerГЎ eso —Marlon aprobГі, poco convencido, pero sentГa que, como persona razonable que se consideraba, tenГa que ser como decГa su maestro, mГЎs anciano y mГЎs sabio.
Los dos volvieron al trabajo, pero con menos seguridad que antes.
Los parГЎmetros en el ordenador eran veintiocho, y a las dos de la noche Marlon y Drew acabaron las pruebas. HabГan escrito todo, habГan salvado todos los datos que habГan utilizado, y sus ojos, rodeados por unas sombras negras, desenfocados por la tensiГіn e inyectados en sangre por el esfuerzo visual requerido, expresaban una fatiga indescriptible, pero tambiГ©n la luz de un triunfo que una persona puede sentir pocas veces en su vida.
El incidente ya estaba olvidado.
CapГtulo III
Vista la hora que era, Drew pensГі que habrГa sido descortГ©s llevar a Marlon a las habitaciones para estudiantes, solo y agotado, con todo lo que el muchacho habГa colaborado.
—Marlon, ВїquГ© te parecerГa venir a dormir a mi casa? Mi hermana estarГЎ unos dГas con una amiga suya en Leeds y podrГas usar su habitaciГіn.
—Gracias, profesor, acepto encantado —respondió agradecido el chico, que estaba completamente exhausto.
Para evitar que al dГa siguiente alguno alterara el experimento, aunque fuera involuntariamente, Drew pegГі en la puerta del laboratorio una hoja donde habГa garabateado: В«LABORATORIO INFESTADO POR ESCARABAJOS. ВЎNO ENTRAR!В», despuГ©s fueron al coche de Drew y en poco tiempo estuvieron en su casa, situada apenas fuera del perГmetro de la Universidad.
В«Menos mal que vive cerca...В», pensГі Marlon, sea porque el profesor habГa podido llegar rГЎpidamente al laboratorio, sea porque se sentГa tan cansado que se le cerraban los ojos. Necesitaba dormir absolutamente.
Caminaron hacia el ingreso y despuГ©s de que Drew se peleara un rato con las llaves pudieron, finalmente, entrar.
El padrГіn de casa condujo al estudiante a la habitaciГіn de la hermana y le dio las indicaciones esenciales con respecto al baГ±o y a la cocina, y luego propuso:
—Escucha, Marlon, ahora nos ponemos el pijama y nos lavamos los dientes como niГ±os buenos, pero ВїquГ© dirГas de beber un trago para descargar la tensiГіn, antes de dormir?
El estudiante no se tenГa en pie del sueГ±o, pero tuvo que reconocer que tambiГ©n Г©l tenГa la tensiГіn nerviosa al mГЎximo, lo cual habrГa podido mantenerlo despierto toda la noche. AdemГЎs, no habГa cenado, pero a esa hora, ВїquiГ©n tenГa ganas de comer y, sobre todo, de preparar algo? Saltarse una comida no era el fin del mundo para Г©l, asГ que aceptГі.
—Buena idea, también será una especie de celebración, ¿no?
En un cuarto de hora estaban acomodados en los sillones del salГіn con un gГјisqui excelente en las manos. El calor agradable de los primeros sorbos les habГa relajado bastante, y la conversaciГіn era tranquila.
—Este es un dГa especial, Marlon —estaba diciendo Drew—, muy especial. Tenemos un instrumento que produce un efecto totalmente nuevo, ni siquiera teorizado, por lo que sГ©. SerГЎ necesario tomar en consideraciГіn las teorГas fГsicas corrientes y ver si es posible explicar este efecto con ellas, o si, por el contrario, hay que construir una teorГa nueva que lo haga. HabrГЎ mucho trabajo que hacer, para mГ y mis compaГ±eros dispersos por todo el mundo, una vez que les haya informado del experimento.
—SerГЎ un trabajo bonito, sin duda. Me gustarГa participar en ese estudio...
—¿TenГas dudas sobre ello? DespuГ©s de todo, es gracias a ti que el mundo conocerГЎ este efecto, y puedes estar seguro de que de ahora en adelante te espera solo una cosa: un montГіn de trabajo. De hecho, tendrГЎs que seguir con tu plan de estudios tal y como estaba programado, y ademГЎs te implicarГЎs en cuerpo y alma en este nuevo desafГo. Felicidades, Marlon, vas a ser famoso y al mismo tiempo vas a tener que trabajar mГЎs que un grumete fregando la cubierta de un barco. ВїQuГ© mГЎs puedes pedir? —Drew se dirigГa a Marlon en tono paternal, satisfecho del trabajo del chico.
—Bueno, en este momento, pedirГa una buena cama —respondiГі sonriente Marlon, al mismo tiempo que terminaba su licor.
—Totalmente de acuerdo —dijo Drew—. A propósito, ¿cómo te llamas?
—¡Marlon! ...Ah... ejem... Joshua Marlon. Josh.
Drew lo mirГі con simpatГa.
Aquel chico de color chocolate habГa tenido la suerte y la agudeza de capturar un fenГіmeno que, si no, habrГa podido permanecer desconocido para la humanidad por quiГ©n sabe cuГЎnto tiempo.
В«Un punto mГЎs para los negrosВ», meditГі. В«HacГa falta. Se lo merecГan. Al demonio los que querГan discriminarlos. El mundo empieza a girar en el sentido justo, gracias al cielo, y creo que...В», Drew volviГі al presente, dГЎndose cuenta de que el gГјisqui empezaba a tomar el control.
—Buenas noches, Josh.
—Buenas noches, profesor Drew.
Poco despuГ©s Drew estaba en su cama, solo como siempre en su vida de solterГіn.
HabГa conocido alguna mujer, hace mucho tiempo, pero habГan sido amistades o poco mГЎs. Г‰l no habГa profundizado en la relaciГіn, y ellas, despuГ©s de un poco, lo habГan dejado, con la impresiГіn de que no se pudiese construir nada con ese tipo que parecГa tener siempre la cabeza en las nubes.
Seguramente la fГsica ocupaba toda la vida de Drew, pero Г©l tambiГ©n era un hombre, independientemente de todo lo demГЎs, y la verdadera razГіn por la que no habГa podido construir nada en el aspecto sentimental era su hermana.
Timorina Drew vivГa con Г©l desde siempre. A sus cincuenta aГ±os, diez menos que su hermano, ella tampoco estaba casada, y se ocupaba de ambos y de la casa de manera tan ejemplar que Drew se sentГa muy agradecido por todo lo que ella hacГa. La presteza de su hermana le permitГa, de hecho, dedicarse totalmente a su trabajo, cosa que normalmente consumГa toda su energГa.
De hecho, Drew habГa evitado casarse, inconscientemente, porque temГa que su mujer no pudiera estar a la altura de su hermana, limitando su disponibilidad para sus actividades, algo inconcebible para Г©l. AdemГЎs, la eventual esposa habrГa podido entrar en conflicto con Timorina, y esto tambiГ©n le habrГa resultado insoportable, porque Г©l sentГa que tenГa una deuda enorme con su hermana, y con su mujer habrГa debido tener las atenciones de un marido. Se habrГa encontrado en un callejГіn sin salida del que no habrГa sabido cГіmo salir.
En resumidas cuentas, Drew tenГa sus complejos y esto no hacГa fГЎcil su vida, aunque Г©l no se daba cuenta de ello.
Timorina, por su parte, lo sometГa a chantaje psicolГіgico, como muchas mujeres saben hacer sin que el hombre se dГ© cuenta, y lo inducГa a hacer algunas tareas que ella simplemente no tenГa ganas de hacer, proponiГ©ndolas a Drew como trabajos que В«solo tГє sabes hacer bienВ».
Uno de estos era cortar el cГ©sped delante de la casa.
TenГa una superficie de unos doscientos metros cuadrados y con el cortacГ©sped que tenГan hacГa falta una hora. No era mucho, pero Гєltimamente la hermana lo asaltaba los domingos por la maГ±ana, un momento sagrado para Г©l, durante el cual habrГa querido relajarse completamente y permanecer en el sillГіn escuchando mГєsica clГЎsica. Hasta hace un par de meses Г©l cortaba el cГ©sped los sГЎbados por la tarde, pero entonces Timorina habГa empezado a invitar a sus amigas, que antes invitaba los domingos, justo el sГЎbado, y sostenГa que no podГa tomar el tГ© con el ruido del motor del cortacГ©sped.
Drew se habГa adaptado, pero estas Гєltimas semanas esto estaba empezando a resultarle insoportable, y habГa tenido una idea.
PensГі que, como profesor de fГsica que era, habrГa podido construir un dispositivo que pudiera quemar instantГЎneamente la hierba por encina de una altura dada, obteniendo un resultado parecido al del cortacГ©sped.
Drew sospechaba que, con un retГculo de conductores en el jardГn, y generando un campo elГ©ctrico con un alto potencial a, digamos, cinco centГmetros sobre la hierba, podrГa quemarla en una cierta longitud, obteniendo el mismo efecto que al cortarla.
No se le pasГі por la cabeza, ingenuo Г©l, que su hermana pudiera no aceptar las marcas de las quemaduras en la hierba, y que Г©l habrГa tenido que volver al cortacГ©sped como siempre.
En todo caso, de todo esto habГa salido el dispositivo que ahora reposaba en la mesa del laboratorio.
Si hubiese sabido que la В«amiga de LeedsВ» que Timorina visitaba desde hace poco los domingos, y esta vez todo el fin de semana mГЎs el lunes, era un simpГЎtico seГ±or de mediana edad que en aquel preciso momento estaba haciendo gimnasia con su hermana en una buena cama de matrimonio.
CapГtulo IV
Marlon se despertГі pronto, al amanecer. Normalmente no tenГa ninguna dificultad para levantarse por las maГ±anas, y esta vez, a pesar del cansancio de la noche anterior, no fue diferente. Pero se quedГі un poco en la cama, reflexionando sobre todo lo que habГa ocurrido, y volviГі a preguntarse a dГіnde estarГan mandando el material. ВїQuizГЎ a una pagoda japonesa? ВїA un desierto australiano? ВїO quizГЎ a algГєn pueblo africano remoto?
В«Bah! Si hay una manera de descubrirlo, ВЎlo descubriremos!В» concluyГі filosГіficamente.
BajГі a la cocina y encontrГі a Drew, que estaba preparando un copioso desayuno para dos.
Se saludaron y atacaron con gusto los huevos con panceta acompaГ±ados de un buen tГ©.
Hablaron poco mientras comГan, porque no tenГan mucho tiempo.
Acabado el desayuno Drew llamГі a la secretarГa de la Universidad para informar de que llegarГa tarde.
Marlon, sin embargo, no tenГa clases esa maГ±ana, asГ que estaba libre.
Se prepararon y salieron.
Lo primero que hicieron fue ir a ver a un notario amigo de Drew. DespuГ©s de unas explicaciones breves, el notario ordenГі preparar un documento en el que se declaraba que en una cierta fecha los seГ±ores Lester Drew y Joshua Marlon habГan descubierto un efecto fГsico, descrito sucintamente, y que este efecto era producido por un instrumento construido por Drew y oportunamente regulado por Marlon. Del gato no se hablaba.
DespuГ©s de firmar, entraron en el coche y Drew condujo hasta el aparcamiento cercano al despacho del rector.
Se hicieron anunciar y pocos minutos despuГ©s entraron.
El rector McKintock ocupaba ese despacho de manera espartana y sin florituras. Solo lo esencial y lo Гєtil tenГan cabida en ese local. El aspecto mismo del rector emanaba sobriedad y eficiencia.
—Drew, amigo mГo, ВїquГ© puedo hacer por ti? —Tan solo una ojeada a Marlon, sin saludarlo.
—Hola, McKintock. Tengo un descubrimiento.
Lo escueto de la afirmaciГіn de Drew hizo que la frente del rector se arrugara, colocГЎndose la frГa mГЎscara que presentaba en su puesto de trabajo. Esa mГЎscara debГa expresar autocontrol y tambiГ©n control total sobre todo y sobre todos, y eso era una ayuda valiosa para mantener la escala jerГЎrquica como debГa.
McKintock sabГa que Drew era bueno, pero no esperaba que, con sesenta aГ±os, el fГsico produjese algo especial, despuГ©s de una vida transcurrida a la sombra de la enseГ±anza, digna pero anГіnima.
—¿Un descubrimiento? ¿Cuál?
—Mi estudiante Marlon y yo hemos creado un aparato capaz de intercambiar volГєmenes de espacio de manera instantГЎnea y con poco gasto de energГa.
El rector era profesor de filologГa, y la fГsica era para Г©l un mundo completamente etГ©reo e incomprensible. Conceptos como el espacio-tiempo, la relatividad o incluso la estructura del ГЎtomo le eran del todo extraГ±os.
CreyГі comprender lo que Drew habГa dicho, y lo mirГі con una sombra de sarcasmo. DespuГ©s cogiГі simultГЎneamente un pisapapeles y el estuche de sus gafas, se cruzГі de brazos y los cambiГі de sitio.
—No me parece un descubrimiento importante, Drew. Yo también lo puedo hacer con mis propias manos y sin la ayuda de instrumentos, como puedes ver.
—Estupendo, Вїpero tienes los brazos suficientemente largos para hacerlo entre Manchester y PequГn? —Drew conocГa las lagunas cientГficas de McKintock, asГ como su propensiГіn al sarcasmo, asГ que decidiГі responder con la misma actitud.
—¿CГіmo? ВїPequГn? —El rector estaba confuso.
—AsГ es, PequГn —afirmГі Drew—. Nuestro instrumento es capaz de efectuar el intercambio a una distancia que creemos que depende de cГіmo lo regulemos, pero seguramente hablamos de kilГіmetros, cientos, por no decir miles.
—¿QuГ© quieres decir con В«creemosВ»? —McKintock ya habГa retomado el control de la situaciГіn.
—Que hemos trabajado esta noche y hemos conseguido obtener muchos datos fundamentales sobre el funcionamiento del dispositivo, pero todavГa debemos establecer a dГіnde apunta el instrumento y cГіmo modificar esas coordenadas. Como el intercambio no ha ocurrido en el mismo laboratorio, obviamente, por el momento este es un dato que todavГa tenemos que determinar.
Drew se habГa dado cuenta demasiado tarde de que ese В«creemosВ» le habГa hecho perder la ventaja que tenГa sobre el rector, y esto podrГa resultar problemГЎtico.
En ese momento se oyГі un altercado en la secretarГa. Un portazo, pasos rГЎpidos y una voz femenina estridente que agredГa a la secretaria, despuГ©s otra vez pasos rГЎpidos, con ruido de tacones, y la puerta del rector que se abrГa de par en par, de golpe, con la profesora Bryce entrando como una furia y llegando hasta la mesa, ignorando a los que estaban dentro.
A travГ©s de la puerta abierta, la secretaria, consternada, alargГі los brazos y sacudiГі la cabeza, comunicando asГ al rector que no habГa podido pararla.
—¡Rector McKintock! —exclamó la mujer con voz alterada, casi gritando—, ¡esta vez es demasiado, realmente! ¡Mire lo que he encontrado esta mañana en la silla de mi despacho!
La profesora blandiГі una bolsa de plГЎstico transparente, que contenГa numerosos objetos de distintos colores.
—He llegado esta mañana a mi despacho, me he sentado..., pero encima de todas estas cosas. Mire qué asco: cristal, metal, plástico, y, oooh, ¡sobras de comida! Me han estropeado la falda y no sé si conseguiré arreglarla. Los estudiantes de segundo año se han pasado de la raya esta vez, y espero que usted tome las medidas necesarias. ¡En lo que me respecta, ya sé cómo ponerlos en su sitio!
Durante la diatriba, Marlon y Drew habГan palidecido de golpe: habГan reconocido en el contenido de la bolsa los materiales que habГan intercambiado por la noche. El misterio del destino del instrumento estaba resuelto, pero ahora tenГan un problema mucho mГЎs inmediato.
McKintock habГa permanecido impasible frente al enfado de Bryce, de hecho, bromas similares ocurrГan con una cierta frecuencia y Г©l consideraba que este caso fuese uno de tantos, sin poder relacionar el descubrimiento de Drew con los objetos del escГЎndalo.
Drew comprendiГі la situaciГіn, y vio que la profesora estaba demasiado enfadada como para aceptar explicaciones: buscaba solo venganza. AsГ que dejГі que el rector se apaГ±ase por sГ mismo.
McKintock asumiГі una expresiГіn severa de reprobaciГіn.
—Tiene toda la razón, profesora Bryce. Esos estudiantes no saben qué son la disciplina o el respeto hacia los profesores, y puede estar segura de que tomaré medidas inmediatamente para que se aplique un castigo ejemplar, tras el cual no tendrán ningunas ganas de hacer otra cosa que no sea estudiar.
Bryce aceptГі la respuesta asintiendo con la cabeza secamente, despuГ©s girГі sobre sus tacones y saliГі a grandes pasos del despacho, dirigiГ©ndose al aula de biologГa, su materia, para imponer su castigo personal a los estudiantes de segundo aГ±o con un examen escrito. Les darГa una tarea imposible y la calificarГa para que bajase la media de todos.
Esos chicos iban a ser las primeras vГctimas del Intercambio.
En el despacho del rector, mientras tanto, el ambiente estaba volviendo a la normalidad despuГ©s de ese parГ©ntesis de furia, y Drew retomГі la palabra.
—McKintock, olvГdese de esos estudiantes. Esas cosas son nuestras. Ahora sabemos dГіnde apuntaba el instrumento: a unos trescientos metros al este del laboratorio de fГsica.
El rector mirГі a Drew con aire interrogativo.
—¿Quieres decir que habéis sido vosotros, esta noche, los que habéis mandado todo eso a la silla de Bryce?
—AsГ es. He reconocido los objetos. Todos tenГan la forma que esperГЎbamos y los materiales eran los mismos. Los hemos mandado nosotros.
McKintock cambiГі radicalmente de expresiГіn, intentГі controlarse, pero en pocos segundos estallГі en carcajadas, y tanto Drew como Marlon se asociaron sin retenerse.
—Con todos los sitios a donde podГan ir a parar, y van justo al despacho de Bryce... ВЎja...ja...ja! —el rector reГa como un loco.
—¿Has visto su cara? ParecГa el apocalipsis en forma de mujer... ВЎje... je...je! —dijo Drew, imitГЎndolo.
Marlon reГa de manera desenfrenada, sujetГЎndose la tripa.
La hilaridad general durГі unos cuantos segundos, y despuГ©s, gradualmente, volvieron a la normalidad.
McKintock fue el primero en hablar.
—Bien, querido Drew, parece que tu descubrimiento es un descubrimiento de verdad, ya que yo no tengo unos brazos de trescientos metros de longitud y no habrГa podido hacerlo —mirГі al profesor de fГsica con aire provocador—, asГ que ahora ВїquГ© intenciones tienes?
Drew no reaccionГі a la provocaciГіn, limitГЎndose a levantar la ceja con falso estupor.
—Quiero hacer pГєblico el descubrimiento, y quiero compartir los detalles del experimento con mis compaГ±eros en el extranjero con cuyas universidades colabora la nuestra, para que lo puedan reproducir y estudiar. Necesitamos su ayuda para poner a punto la teorГa que...
—Calma, calma, Drew. No tan rГЎpido —lo interrumpiГі el rector—. Hacer pГєblico el descubrimiento estГЎ bien, pero comunicar todos los detalles no me parece oportuno. Sabes, nuestro ateneo necesita dinero, mucho dinero, y si este descubrimiento puede traГ©rnoslo debemos guardar los detalles para nosotros mismos y aprovechar al mГЎximo la ventaja que tenemos, es decir, ser los Гєnicos en el mundo que poseen esta tecnologГa.
Drew se quedГі paralizado durante unos instantes. No esperaba un comportamiento de ese tipo. Г‰l siempre habГa visto la ciencia como algo que compartir con los otros, para que la humanidad pudiese progresar lo mГЎs rГЎpidamente posible y de manera armoniosa, en el interГ©s comГєn. TenГa que luchar.
—McKintock, ВЎmaldito escocГ©s! —exclamГі con rabia apenas controlada—, Вїte das cuenta de lo que estГЎs diciendo? Por un puГ±ado de monedas que no se notarГan en una Universidad como la nuestra, que ya estГЎ mГЎs financiada que el resto de Gran BretaГ±a, Вїpretendes que el descubrimiento de Marlon permanezca confinado entre estas cuatro paredes? ВїCГіmo puede progresar la ciencia? ВїCГіmo puede progresar la humanidad? ImagГnate si... —buscГі un ejemplo que el rector pudiese comprender—, si Guillermo Marconi no hubiese compartido la invenciГіn de la radio. Si ahora quisieses comprar una radio tendrГas que ir a ver a sus descendientes, suponiendo que todavГa construyeran radios, o bien olvidarte de ello y buscar otra cosa que te tuviera compaГ±Гa mientras conduces hasta Liverpool cuando vas a ver a tu amiguita. Por ejemplo, un carillГіn.
McKintock no perdiГі la compostura.
—¿Y cГіmo crees que podrГa conseguir dinero con tu descubrimiento de otro modo?
—Bueno, organizando seminarios, escribiendo artГculos en revistas del sector...
—Drew, sin duda alguna eres un fГsico Гіptimo, pero no tienes ningГєn sentido prГЎctico. ВїNo has pensado que tu instrumento, convenientemente regulado, podrГa permitir transferir materiales con fines comerciales? Actualmente, si queremos mandar un paquete de Manchester a PequГn debemos utilizar un correo que necesita dГas, en el mejor de los casos, y cuesta muchГsimo. Con tu dispositivo la transferencia serГa instantГЎnea y, haciendo pagar, no sГ©, la mitad de lo que cuesta por correo, serГa realmente interesante para todos. ВїTienes idea de cuГЎntos paquetes se mandan desde Manchester en un dГa? Yo no, pero supongo que serГЎn miles. Extiende el mercado a Inglaterra, a Europa, al mundo...
Drew estaba confundido. No habГa pensado en esa posibilidad y ahora empezaba a comprender el punto de vista del rector, pero esto no lo distrajo de su cruzada por la ciencia.
—Escuche, McKintock, las aplicaciones comerciales siempre podremos estudiarlas a su debido tiempo, pero ahora es indispensable construir una teorГa que explique el funcionamiento del aparato y permita regularlo correctamente. Sin esta teorГa el dispositivo es inutilizable, a menos que quiera limitarse a mandar caramelos a la silla de Bryce. El efecto del intercambio estГЎ completamente fuera de toda teorГa conocida, y es muy difГcil que Marlon y yo solos, incluso con la ayuda eventual de nuestros compaГ±eros de aquГ, podamos llegar a un resultado satisfactorio en un tiempo razonable. Cuando tengamos la teorГa tendremos que construir mГЎs aparatos y estudiar cГіmo mejorarlos y hacerlos mГЎs eficaces. O sea, necesitamos la ayuda de las mejores mentes del circuito, y esto no es negociable —concluyГі Drew con firmeza.
El rector sopesГі atentamente los argumentos de Drew, y finalmente convino que para ganar dinero con el dispositivo era necesario saber cГіmo funcionaba y por quГ© funcionaba.
—De acuerdo, Drew, me has convencido. Hagamos lo siguiente: seleccionemos un grupo reducido de cientГficos de quien podamos fiarnos, acordamos con ellos una compensaciГіn adecuada, compartimos la informaciГіn e intentamos llegar lo mГЎs rГЎpidamente posible a la definiciГіn de la teorГa de la que hablas. Cuando tengamos la teorГa y los aparatos funcionando como queremos, solo entonces, haremos pГєblico el descubrimiento. Hasta ese momento no podrГ©is hablar de ello con nadie sin mi autorizaciГіn.
Drew no estaba satisfecho. Era un idealista y no podГa concebir que todo se redujese a una cuestiГіn de vil dinero.
—Pero el progreso, la ciencia... —inició con tono amargo, pero McKintock lo interrumpió.
—El mundo progresarГЎ y la ciencia se enriquecerГЎ con vuestro descubrimiento, pero no veo nada malo en que contribuya tambiГ©n a aumentar los ingresos de esta universidad. Necesitamos dinero de verdad, Drew, y crГ©eme cuando te digo que tengo que atrapar al vuelo todo lo que sea para conseguir unos cГ©ntimos mГЎs. Bueno, estamos de acuerdo —estableciГі por su cuenta—, prepara la lista de los cientГficos con los que quieres hablar y trГЎemela. Empezaremos inmediatamente.
Drew capitulГі, desmoralizado.
—Bien —replicó con tono apagado—, nos vemos esta tarde.
Se levantГі y, seguido por Marlon, que no habГa dicho ni una palabra durante todo el encuentro, saliГі del despacho.
El aire fresco de marzo entrГі en sus pulmones, vivificante, y eliminГі la sensaciГіn de opresiГіn que sentГan. El cielo azul presentaba algunas estrГas de cirros blancos. El sol brillaba con fuerza.
Marlon intervino:
—Ha sido difГcil, Вїeh?
Drew no respondiГі.
El Nobel tendrГa que esperar.
CapГtulo V
—¡Oooah!
Era de noche y Marlon estaba haciendo el amor salvajemente con Charlene Bonneville, su novia. Llevaban mГЎs de una hora con el asunto, y durante todo ese tiempo habГan hecho tanto ruido que el gran final no pasГі desapercibido. Desde las habitaciones adyacentes llegaron reacciones de distintos tipos.
—¡Basta! ¡No lo soportamos más! ¡Queremos dormir!
—¡Vamos, Charl! ¡Que vean de qué estamos hechos nosotros, los psicólogos!
—Esa mulatita te pone a cien, ¿eh?
—¡Si te atrapo mañana te rompo las piernas!
Pero Marlon ya no sentГa nada. DespuГ©s de su actuaciГіn se habГa derrumbado al lado de Charlene, boca arriba, y se habГa dormido inmediatamente, empapado en sudor, y en estado catalГ©ptico. Ciertamente, esa era la condiciГіn a la que estaba abonado esos dГas. TodavГa llevaba el preservativo, y la chica se rio al ver lo ridГculo que resultaba Marlon en esa situaciГіn. Su participaciГіn en el acto sexual habГa sido portentosa, como siempre, de hecho, a ella tambiГ©n le gustaba hacer el amor intensamente, usando todo su cuerpo y realizando una actividad fГsica notable, pero, como muchas otras mujeres, mantenГa el control de la situaciГіn. Su mente estaba siempre despierta y atenta a cГіmo se desarrollaban las cosas. Valoraba y juzgaba, y memorizaba para el futuro.
Marlon, por el contrario, se dejaba llevar completamente por los instintos primarios, se volvГa un animal gobernado por las hormonas y se comportaba como tal. El final de sus coitos era a menudo pirotГ©cnico, pero aquella noche habГa llegado a un paroxismo superior a todas las otras veces.
Charlene fue al baГ±o para darse una ducha, pensativa.
El tan vituperado instinto femenino es una realidad; de hecho, ella sentГa que habГa algo nuevo en su novio. A lo mejor se sentГa mГЎs atraГdo por ella, pero no le parecГa probable, porque Marlon estaba tan enamorado de ella que una atracciГіn mayor no habrГa sido posible.
El agua caliente se deslizaba agradablemente por su cuerpo, la masajeaba generosamente y la relajaba, despuГ©s de tanta actividad.
В«No, es otra cosaВ», pensГі Charlene, В«mГЎs de una vez parecГa que estuviese a punto de decirme algo, esta noche, pero siempre se ha retenido. QuiГ©n sabe por qué».
CerrГі el grifo de la ducha y se envolviГі en un albornoz amarillo, suave y esponjoso.
Se secГі vigorosamente, frotando con energГa todo el cuerpo, y dejando que el tejido absorbiera el agua del pelo, y luego encendiГі el secador.
В«No deberГa ser difГcil de descubrirВ», concluyГі con una sonrisa maliciosa.
CapГtulo VI
Esa misma tarde, el rector McKintock habГa acabado la enГ©sima jornada de trabajo en la Universidad. HabГa sido un dГa duro, como siempre. Gobernar una estructura mastodГіntica como aquella era una tarea extremadamente compleja y tambiГ©n ingrata, ya que las decisiones que tomaba en beneficio de alguien descontentaban a otro, y, con un orgГЎnico de mГЎs de diez mil docentes, la estadГstica funcionaba de modo preciso e inexorable: cualquier cosa que hiciese estaba destinada a proporcionarle cada dГa un nuevo enemigo. Un enemigo que Г©l intentarГa reconquistar mГЎs tarde, aceptando quizГЎ alguna mociГіn sin cavilar demasiado; algo que le habrГa procurado nuevos enemigos en algГєn otro departamento.
Y bien, ese era su trabajo, y su destino. Amado, respetado, y al mismo tiempo odiado y despreciado. E incluso por las mismas personas con algunas semanas de diferencia.
Si al menos hubiera podido tener un enemigo bien identificado, sabrГa de quiГ©n protegerse. Al contrario, mientras andaba por los caminos que ya verdeaban y que comunicaban los distintos edificios del complejo universitario, o mientras atravesaba un despacho lleno de empleados, o incluso pasando por los pasillos entre las aulas, le parecГa caminar por un sendero controlado por francotiradores, dispuestos a dispararle al primer falso movimiento. El profesor que hoy le saludaba sonriente podГa ser el mismo que en un mes o dos le faltarГa al respeto y lo ridiculizarГa con sus compaГ±eros.
Era una vida difГcil, pero es la que Г©l habГa escogido, y para la cual habГa sido elegido, hace ocho aГ±os. La recompensa era, ademГЎs, grande. Gobernaba la Universidad mГЎs importante del paГs y esto le daba un prestigio inmenso, una afirmaciГіn personal que pocos podГan sentir, y que muchos le envidiaban.
Y por eso estaba solo.
Solo como un perro callejero. Desde lo alto de su gran poder, la distancia con las personas que lo rodeaban era tal que las relaciones humanas eran imposibles.
Su mujer se habГa ido hacГa ya muchos aГ±os, desechГЎndolo como a un organismo defectuoso que solo funcionaba en el ГЎmbito profesional, alimentado por la presunciГіn y la satisfacciГіn de sГ mismo, mientras en casa, como marido, era totalmente inГєtil e incapaz. No sabГa comprenderla, no sabГa ni siquiera cГіmo razonaba una mujer, siempre concentrado en su promociГіn a puestos mГЎs importantes y prestigiosos, pero al mismo tiempo ГЎridos y disociados de los sentimientos. No tenГan hijos, asГ que cuando ella se cansГі de vivir como una mera conocida con privilegios cambiГі su direcciГіn e hizo llevar la causa del divorcio por una amiga suya que era abogado. No habГan vuelto a hablar.
Al principio McKintock no se dio cuenta realmente de lo que habГa ocurrido. No pasaba mucho tiempo en casa, y, cuando estaba, no era lo que se dice propenso a las relaciones familiares. El estrГ©s del trabajo lo descargaba en esos momentos, y tener a su mujer a su alrededor le fastidiaba bastante. PreferГa estar aislado, en el jardГn o en la biblioteca.
Sin embargo, una semana despuГ©s de que ella se hubiera ido, McKintock encontrГі a la chica de la limpieza poniendo unas maletas al lado de la puerta. Preguntada sobre ello, ella habГa adoptado un aire avergonzado y le habГa informado de que su esposa habГa dispuesto el envГo de sus objetos personales a su nueva direcciГіn.
Como despertГЎndose de un sueГ±o que se tiene con los ojos abiertos, Г©l mirГі a su alrededor, buscando instintivamente a su mujer, y solo entonces asumiГі la situaciГіn real.
Se cerrГі en sГ mismo, dominado por el sentimiento de culpa, pero al mismo tiempo incapaz de superar la barrera que Г©l mismo habГa creado durante tantos aГ±os de vida conyugal estГ©ril.
Y comenzГі su vida de hombre solitario. Solamente un poco mГЎs solo de lo que lo habГa estado antes.
Hasta que conociГі a Cynthia.
Alrededor de un aГ±o antes habГa decidido pasar una semana de vacaciones atendiendo una conferencia en Birmingham, de tres dГas, por lo que tuvo que ir a un hotel.
Una noche estaba en el bar, despuГ©s de un dГa escuchando a unos iluminados de la mitologГa griega que debatГan animadamente sobre las distintas traducciones posibles de las inscripciones en la tapa de una urna desenterrada recientemente en Corinto.
Eso le habГa dado de comer, eso, la materia en la que Г©l era un experto y de la que Г©l habГa hecho su propia especialidad, enseГ±ГЎndola durante aГ±os y aГ±os, anteponiГ©ndola a importantes programas de investigaciГіn y colaborando como consultor con las mayores instituciones mundiales dedicadas a la conservaciГіn de la cultura clГЎsica.
Todo esto hasta que la carga de ser rector lo proyectГі en una nueva direcciГіn, muy organizativa y muy poco cultural, aunque con la halagГјeГ±a contrapartida del poder. Desde entonces se contentaba con seguir los proyectos de los demГЎs, consultar las publicaciones nuevas sobre el tema y participar en seminarios cuando podГa.
Aquella noche no tenГa sueГ±o, y, sentado en la barra del bar del hotel, disfrutaba meditabundo un gГјisqui aГ±ejo de pura malta. Era el Гєnico cliente allГ, a pesar de que no era demasiado tarde. El dependiente estaba dando brillo por tercera vez a los vasos de cristal. Las luces dГ©biles y el tinte de madera gastada que caracterizaba la decoraciГіn le transmitГan tranquilidad, y hacГan que se sintiera muy a gusto.
Iba a tomar otro sorbo de licor cuando, inesperada e invencible, la fragancia de un perfume increГblemente femenino lo envolviГі, cogiГ©ndole completamente al desprovisto y dejГЎndolo aturdido por un instante. Se quedГі paralizado, como si se hubiera vuelto de piedra, y el perfume lo sumergiГі del todo. A su izquierda habГa aparecido una mujer muy bien vestida, de maneras elegantes y seguras, que, de pie, algo alejada de la barra, hizo su pedido:
—Un jerez, por favor.
Su voz era cГЎlida, de contralto, perfectamente controlada, como de una persona acostumbrada a hablar en pГєblico, a un pГєblico culto y atento.
McKintock la mirГі por el rabillo del ojo, intentando no mostrar ningГєn interГ©s.
La mujer lo ignoraba completamente. Era de mediana estatura, de piel clara, y pelirroja, con el pelo recogido con una pinza de color de marfil. Su silueta tenГa proporciones muy femeninas.
Llevaba un traje escocГ©s de exquisita factura, con la falda adherente hasta las rodillas, perfecta, los zapatos de charol marrГіn oscuro, con tacГіn alto y sutil, las medias negras. La chaqueta cubrГa una camiseta blanca con un escote evidente pero comedido. En la solapa un broche dorado en forma de В«CВ» destacaba con sutileza. Llevaba un collar de oro finamente trabajado, y unos pendientes con un generoso brillante iluminaban con mil luces los lГіbulos de sus orejas.
Su expresiГіn era amable, y su cara era de rasgos delicados, pero bien definidos. Sus ojos, de color verde claro, acompaГ±aban la nariz bien proporcionada y levemente aguileГ±a. Los labios sutiles, pero no demasiado, estaban a tono con el mentГіn, apenas marcado.
Maquillaje ligero de color pastel. Solo alguna sombra sutilГsima de arrugas en la frente y en las mejillas de la mujer, seguramente cercana a los cincuenta aГ±os.
El dependiente le sirviГі el jerez, posando la copa en la barra del bar sin hacer el mГnimo ruido, y desapareciГі en el local de servicio detrГЎs de la vitrina del bar.
La mujer alargГі la mano derecha, con dedos largos y finos y con una manicura exquisita, las uГ±as esmaltadas de madreperla, y cogiГі delicadamente el vaso. Mientras lo levantaba, McKintock no pudo retenerse, quizГЎ embriagado por ese perfume y esa visiГіn, y levantГі tambiГ©n su vaso, diciendo con voz mesurada:
—¡Salud!
Ella girГі levemente la cabeza en su direcciГіn, y al mismo tiempo inclinГЎndola hacia delante. EsbozГі una leve sonrisa y respondiГі sin inflexiones de la voz:
—Salud.
DespuГ©s volviГі a mirar delante de ella y bebiГі un pequeГ±o sorbo de su licor, mientras McKintock se tragaba de una sola vez todo lo que le quedaba del suyo.
Y se quedГі asГ, con el vaso vacГo en la mano, dГЎndose cuenta solamente entonces de que se habГa bebido tres cuartos de su contenido de un solo trago. El gГјisqui lo estaba inundando de un calor agradable, y el perfume de la mujer lo embriagaba y despertaba en Г©l sensaciones olvidadas mucho tiempo atrГЎs. Y, sobre todo, ella estaba allГ, a un metro de distancia, increГblemente atractiva y perfecta, aquella que podrГa haber sido su mujer ideal, si alguna vez Г©l hubiera pensado que habГa un tal prototipo.
Sin ni siquiera darse cuenta de lo que hacГa, dejГі el vaso, bajГі del taburete y dio un paso hacia la mujer, la sonriГі y tendiГі amigablemente su mano, diciendo tГmidamente:
—¿Me permite? Soy Lachlan McKintock.
Ella posГі su copa, se girГі hacia Г©l y le dio la mano con elegancia.
—Cynthia Farnham, es un placer.
—Cynthia... —McKintock se quedó atónito. Después siguió, con voz baja y tranquila—: Es uno de los apodos de la diosa Artemisa, hija de Zeus y de Leto, hermana gemela de Apolo. Nació en la isla de Delos, en la cima del monte Kynthos, del que deriva el nombre Cynthia. Diosa de la luna, era extremadamente bella y fue una de las divinidades más amadas de la Antigua Grecia. Y... —dejó de hablar, incierto.
Mientras Г©l hablaba, Cynthia habГa empezado a sonreГr, complacida.
—¿Y...? —le urgió inclinando la cabeza ligeramente hacia la izquierda.
Ahora ya McKintock no podГa echarse atrГЎs. La suerte estaba echada.
—... espero no tener el mismo final que ActeГіn. Era un prГncipe de Tebas que, cuando fue a cazar, descubriГі a Artemisa mientras ella se daba un baГ±o, desnuda. Se escondiГі y se quedГі observГЎndola, pero estaba tan fascinado que, sin darse cuenta, pisГі una rama. El ruido lo descubriГі, y Artemisa se sintiГі tan ultrajada por la mirada fija de ActeГіn que le lanzГі agua mГЎgica y lo transformГі en un ciervo. Sus perros creyeron que era una presa y lo hicieron pedazos, matГЎndolo. —Hizo una pausa, vacilante, y luego repitió—: Espero no tener el mismo final que ActeГіn...
Ella rio, divertida.
—No veo perros por aquГ.
McKintock respirГі, aliviado, y rio a su vez, despuГ©s, retomГі la palabra en un tono confidencial:
—Uf, por esta vez estoy a salvo. Discúlpeme si la he molestado —dijo, y volvió a su taburete.
—No hay de quГ© excusarse. A mГ tambiГ©n me gusta charlar relajadamente, despuГ©s del dГa que he tenido. ВїLachlan, ha dicho? ВїCuГЎl es su origen?
McKintock se relajГі.
—Es un nombre gaélico, y parece que significa «proveniente del lago», o, a lo mejor, «guerrero belicoso».
—Prefiero la primera acepción. ¿Qué opina usted?
—Ciertamente. Estoy de acuerdo. —McKintock se sentГa realmente a gusto hablando con Cynthia. Era agradable conversar con ella, y tanto o mГЎs encontrar inmediatamente puntos en comГєn. ВЎHacГa mucho tiempo que sus relaciones con los demГЎs consistГan Гєnicamente en silencios estresantes, decisiones amargas y pomposos discursos pГєblicos!
McKintock propuso a la mujer:
—¿Qué le parece si nos sentamos? —Sugirió, señalando un agradable espacio anexionado al bar, con mesas bajas y cómodos sillones.
Ella mirГі el reloj y estimГі la propuesta durante un momento, cosa que angustiГі a McKintock, hasta que dijo:
—Claro, todavГa es pronto.
CogiГі su copa y se dirigiГі, junto con Г©l, hacia el salГіn. Se instalaron uno enfrente del otro, con una mesa baja entre los dos.
Ella bebiГі un sorbo de jerez; McKintock, que no tenГa ya nada que beber, se girГі hacia la barra del bar e hizo un gesto al dependiente, que acababa de volver. El camarero llegГі rГЎpidamente y McKintock se dirigiГі de nuevo a Cynthia:
—¿Puedo permitirme invitarle a algo? ¿Le apetece picar algo, salado o dulce? ¿Un helado?
Ella reflexionГі y luego se decidiГі:
—¿Por qué no? Algo salado, gracias.
McKintock pidiГі una tГіnica, y el camarero se fue a preparar todo.
Cynthia cruzГі las piernas y asumiГі una pose poco espontГЎnea.
—¿A qué se debe su presencia en Birmingham? —le preguntó.
—He venido por la conferencia sobre la mitologГa griega. Soy profesor de Letras ClГЎsicas y quiero mantenerme al dГa.
—Ah, entiendo. Por eso sabГa todo de Artemisa. Pero... —aГ±adiГі con algo de malicia— Вїy si le hubiese mandado un cerdo salvaje?
Eso fulminГі a McKintock. Se puso rojo hasta la punta del pelo, sintiГ©ndose un perfecto imbГ©cil. Cynthia sabГa todo de Artemisa, ВЎtodo! HabГa estado jugando con Г©l hasta ese momento, y Г©l no se habГa dado cuenta.
—HabrГa acabado como Adonis, muerto por el cerdo salvaje que le enviГі Artemisa —constatГі, avergonzado. DespuГ©s tuvo una idea.
—Pero era lГіgico: ВїquiГ©n mejor que la diosa en persona podrГa conocer sus propias leyendas?
Cynthia sonriГі, halagada.
—Esta vez seré magnánima Sobre todo porque esta diosa se ocupa de inversiones, más que de culebrones del Olimpo.
McKintock sonriГі ahora, y se sintiГі feliz de haberla conocido. Era una mujer culta e inteligente, increГblemente fascinante.
El camarero trajo las cosas. Como Cynthia habГa acabado su jerez entre tanto, McKintock la mirГі interrogativo, y ella pidiГі:
—Una tónica para mà también, por favor.
Comenzaron a picotear los aperitivos, que eran muy diversos y sabrosos. Por algГєn momento estuvieron en silencio, hasta que McKintock le preguntГі:
—¿Asà que inversiones? Interesante. Debe ser un trabajo de gran responsabilidad.
—Efectivamente —confirmГі ella—. Hay que considerar que quien decide investir espera tener beneficios, o al menos conservar el capital investido, en el peor de los casos. Eso depende del perfil de riesgo del inversor. Cuanto mГЎs alto es el riesgo, y entonces hablamos de invertir mayoritariamente en acciones, mayores pueden ser los beneficios, con la condiciГіn de que la inversiГіn sea a un plazo de, por lo menos, cinco aГ±os. Este perГodo es suficientemente largo para permitir que las acciones aumenten de valor en el tiempo, aunque estГ©n sometidas a fuertes variaciones a corto plazo ligadas a los altibajos del mercado. Lo que cuenta es la tendencia, en este caso, porque si las acciones son de las llamadas sanas, su valor aumentarГЎ irremediablemente, excepto en caso de guerras, revoluciones, o perturbaciones a nivel nacional o mundial. Si el inversor estГЎ razonablemente seguro de no necesitar el dinero invertido, al menos por la duraciГіn mГnima necesaria para este tipo de operaciones, es muy probable que despuГ©s de algunos aГ±os se encuentre con unos beneficios significativos. Cierto, nadie conoce el futuro, por lo que el riesgo de perder dinero existe, es real, pero la economГa presenta ciertos movimientos cГclicos que permiten hacer previsiones razonables e invertir en consecuencia.
Mientras tanto el camarero habГa llevado la tГіnica para Cynthia, que bebiГі un sorbo y continuГі:
—El extremo opuesto es el riesgo bajo, es decir, la inversión en valores de renta fija. En ese caso, el horizonte temporal es mucho más breve; puede ser incluso menor de un año. Estos valores, de hecho, dan un rendimiento bajo pero seguro, por lo que son aconsejables para quienes no quieren arriesgar nada, se contentan con pocos beneficios y saben que tendrán el capital disponible cuando lo necesiten.
Entre los dos extremos estГЎn las inversiones mixtas, en las que se elige invertir una parte del capital en acciones y una parte en valores fijos, en proporciones variables segГєn la disposiciГіn al riesgo. De este modo es razonable esperar que, si una parte de la inversiГіn no va bien durante un cierto periodo, la otra sГ lo haga, lo cual deja al inversor mГЎs tranquilo. Mi trabajo es guiar al inversor para que elija la forma mГЎs apropiada para Г©l. Como es el dinero del cliente lo que se arriesga en la operaciГіn hay mucha competencia, y hacen falta mucha conciencia y mucho sentido de la responsabilidad al aconsejar un tipo de inversiГіn u otro. El error no estГЎ permitido. O mejor, no se pueden cometer dos errores, porque despuГ©s del primero debemos cambiar de trabajo.
TomГі otro sorbo de tГіnica y le mirГі:
—Le estoy aburriendo, ¿verdad?
McKintock la escuchaba fascinado durante todo este tiempo. Esa voz cГЎlida que exponГa con tanto dominio conceptos ГЎridos como los de las finanzas, esos ojos verdes que miraban lejos mientras hablaba, lo habГan hechizado completamente.
—No, para nada —respondió convencido—. Es un tema muy interesante. He hecho algunas inversiones, como muchos, pero debo reconocer que no he conocido a nadie que me hablara de ello como usted lo acaba de hacer.
Ella cogiГі una galleta salada y le preguntГі alegremente:
—¿Y cómo van sus inversiones? —comenzando a mordisquear la galleta; con pimiento y anchoas, muy rica.
McKintock bebiГі algo de tГіnica mientras reflexionaba y respondiГі:
—A decir verdad, no lo sГ©. Ahora que lo pienso, hace mucho que no me ocupo de ello. QuiГ©n sabe cГіmo va mi dinero. IntentarГ© controlarlo un dГa de estos.
Ya..., un dГa de estos. Como para muchas otras cosas, ese dГa no llegarГa nunca, ocupado como estaba con su trabajo y distanciado, inconscientemente, de todo lo que no tenГa nada que ver con la universidad. De repente se dio cuenta de que habГa dejado demasiadas cosas por su cuenta, sin su control. Las amistades, las inversiones, su soledad.
La soledad.
SintiГі, hasta lo mГЎs profundo de su alma, lo solo que estaba. Y desde cuГЎnto tiempo lo estaba.
En ese momento McKintock se vio a sГ mismo. Vio en lo que se habГa convertido. Un personaje potente y prestigioso de cara al mundo.
Y un miserable en el ГЎmbito personal.
La mirГі fijamente a los ojos.
—Me preguntaba... —empezГі dubitativo— me preguntaba si... —se interrumpiГі de nuevo—, me preguntaba si podrГa ser tan amable de ocuparse de mis inversiones —concluyГі casi susurrando.
Cynthia lo mirГі, asimismo, y mientras Г©l hablaba, leyГі en sus ojos lo que llevaba dentro. LeyГі la soledad, y la estatura de la persona.
No lo dudГі ni un segundo.
—No me apetece dormir sola esta noche.
Lo dijo con tal naturalidad que McKintock no se dio cuenta del significado real de sus palabras.
Solo tras algunos instantes lo comprendiГі, y una fortГsima emociГіn se apoderГі de Г©l. Se le humedecieron los ojos, y con los labios temblando alargГі una mano para tomar delicadamente la de ella, que le sonriГі con naturalidad.
Cogieron sus vasos y se dirigieron al ascensor, cogidos de la mano.
El camarero los vio marcharse.
В«Guau, quГ© velocidadВ», pensГі.
MirГі con perplejidad el plato que estaba sobre la mesa.
«¿Habrán sido los aperitivos?».
La habitaciГіn de Cynthia era muy similar a la suya, amplia, con cama de matrimonio, un armario grande, un escritorio cГіmodo y sillones para relajarse. La televisiГіn vГa satГ©lite y el bar eran accesorios suficientes para el ocupante. La decoraciГіn era cuidada, como correspondГa a un hotel de mГЎxima categorГa como aquel. Los cuadros en las paredes representaban paisajes de Yorkshire, con pГЎramos verdes poblados de brezo continuamente agitados por el viento.
El baГ±o era muy acogedor, con los sanitarios novГsimos y perfectamente higienizados. La ducha lujosa con cabina de cristal invitaba a usarla, y Cynthia empezГі a prepararse enseguida. Se quitГі la pinza del pelo para liberarlo, moviendo la cabeza a izquierda y derecha para desenredarlo. Le llegaba a los hombros, y revelaba un sofisticado corte escalonado. Se quitГі la chaqueta y la colocГі cuidadosamente en la percha. No se quitГі los elegantes zapatos. AГєn no. Cuando bajГі la cremallera de la falda McKintock se sintiГі desvanecer, y para esconder su reacciГіn le preguntГі si podГa ir a su habitaciГіn a coger sus efectos personales.
En cuanto saliГі de la puerta, con la frente empapada en sudor y el corazГіn batiendo salvajemente, se preguntГі si no estaba cometiendo una locura. Mientras avanzaba por el pasillo con paso mecГЎnico y cogГa el ascensor para bajar al primer piso, donde estaba su habitaciГіn, se acordГі de que ya no estaba casado. Estaba divorciado desde hacГa aГ±os, y debГa considerarse un hombre libre para poder buscar otras oportunidades. MetiГі rГЎpidamente en la maleta una muda, un traje planchado y los accesorios para la higiene personal, luego cerrГі la puerta y se dirigiГі tranquilo hacia el segundo piso, habitaciГіn 216.
LlamГі, pero no hubo respuesta. MoviГі la manija y vio que Cynthia habГa dejado la puerta abierta para Г©l. No era un sueГ±o, entonces, lo que estaba viviendo.
EntrГі y sintiГі el sonido del agua de la ducha. DejГі la maleta al lado del armario y vio que la puerta del baГ±o estaba abierta.
Y a travГ©s de ella vio a Cynthia.
Dentro de la cabina de cristal, bajo el masaje tranquilo del agua calentГsima, se pasaba una esponja llena de espuma por el pecho, bajo los senos generosos, por el estГіmago y por el abdomen. Estaba girada tres cuartos respecto a la puerta, con la pierna izquierda ligeramente desviada de la rodilla para abajo. Ella lo vio y no se moviГі ni un milГmetro. Le sonriГі y empezГі a enjabonarse los brazos, las axilas, los lados.
McKintock habrГa querido encontrar la fuerza para separarse de aquella visiГіn, al menos por una cuestiГіn de respeto, pero no fue asГ.
Era bellГsima. Maravillosa.
PermaneciГі como encantado, observando ese cuerpo magnГfico, lleno e increГblemente sensual.
Ella empezГі a pasar la esponja por las ingles, lentamente, metГіdicamente, y a echar para atrГЎs la cabeza rГtmicamente.
La mirada de McKintock siguiГі los movimientos irresistibles de la esponja, con los ojos fuera de las Гіrbitas, incapaz de moverse.
Hasta que se dio cuenta de que ella lo estaba mirando, sonriente y burlona.
Cynthia llenГі de agua el tapГіn del gel de ducha y se lo lanzГі por del techo abierto de la ducha.
McKintock se despertГі de golpe, como tocado por una descarga elГ©ctrica, y enrojeciГі completamente de la vergГјenza. ComprendiГі cГіmo debiГі sentirse el pobre ActeГіn de la leyenda. ВЎOh, Artemisa! ВїCuГЎntos hombres has destruido con tu belleza? Ahora yo tambiГ©n me he mojado con el agua mГЎgica: Вїme transformarГ© en ciervo?
Cynthia echГі una carcajada y se pasГі la esponja rГЎpidamente por la espalda, los glГєteos y las piernas, luego se enjuagГі abundantemente girando bajo la ducha y pasГЎndose los dedos entre los cabellos para eliminar todo el champГє. CerrГі el grifo y dejГі que el agua resbalase por su cuerpo, se cepillГі el pelo y finalmente abriГі lentamente la cabina, saliГі y se puso de espaldas para ponerse el albornoz que McKintock sujetaba para ella.
Se lo puso y se dio la vuelta. La sintiГі cГЎlida, perfumada de gel de ducha de lavanda, con el pelo mojado y la piel congestionada por el agua calentГsima. Terriblemente deseable.
Se moviГі para salir del bajo; McKintock no consiguiГі resistir y le apoyГі las manos en los hombros, plantГЎndose de frente a ella sin saber bien quГ© hacer. Cynthia lo mirГі con cara de reproche:
—¡La ducha!
Г‰l soltГі su presa y la dejГі pasar, descorazonado.
Cynthia saliГі del baГ±o, se atГі el cinturГіn del albornoz y cogiГі el secador de su maleta, despuГ©s volviГі a entrar y empezГі a secarse el pelo delante del espejo parcialmente empaГ±ado.
McKintock saliГі entonces y se desnudГі, dejando su ropa en un espacio libre del armario, y las gafas en el escritorio. PreparГі un pijama en el lado izquierdo de la cama.
Con cincuenta y ocho aГ±os cumplidos estaba bastante en forma. Como buen escocГ©s comГa poco, ademГЎs le gustaba caminar rГЎpidamente durante largos periodos, sobre todo dentro de la estructura universitaria. Usaba el coche solo cuando era indispensable, y esto le habГa ayudado a mantener un buen tipo. Solo un ligero esbozo de grasa en aquel hombre magro de mediana estatura, con el pelo gris y la mirada penetrante, de ojos castaГ±os.
EntrГі en la ducha con una toalla alrededor de la cintura, y cuando la quitГі y abriГі el agua permaneciГі girando hacia la pared.
Cynthia no se dignГі a mirarlo durante todo el tiempo. SiguiГі usando el secador con mano segura, con un resultado final envidiable. A pesar de la edad, su pelo era voluminoso y brillante. El tinte reproducГa fielmente el que habГa sido su color original, solo parcialmente manchado de blanco si el rojo oscuro artificial no lo hubiese cubierto perfectamente, y sin dejar ver ni un milГmetro de raГces.
VolviГі a llevar el secador a la habitaciГіn. McKintock todavГa se estaba duchando.
Se quitГі el albornoz, cogiГі el perfume del neceser y disparГі el aerosol repetidamente a su alrededor, creando una nube. Se introdujo en la nube y dio vueltas durante unos segundos, dejando que su cuerpo desnudo absorbiese aquella fragancia, despuГ©s se puso un camisГіn de seda brillante de un ligero verde azulado que le llegaba hasta el muslo, sin ropa interior. Se sentГі en un sillГіn, medio tumbada en una pose lГЎnguida.
TenГa los brazos apoyados relajadamente sobre los reposabrazos, la cabeza apoyada en el respaldo e inclinada a la izquierda, la pierna derecha en ГЎngulo recto y con el pie desnudo sobre la moqueta, con la pierna izquierda estirada hacia delante.
Las suaves temperaturas templaban agradablemente el ambiente de aquella noche de primavera.
Cynthia cerrГі los ojos, dejГЎndose llevar por esa sensaciГіn dulce.
DespuГ©s de un minuto McKintock saliГі del baГ±o con el albornoz puesto y se dirigiГі hacia donde habГa dejado su pijama, pero durante el recorrido pasГі por delante de Cynthia. La vio en el sillГіn, etГ©rea como una ninfa, rosa como una flor maravillosamente nueva, y sintiГі su perfume mГЎgico. Una descarga de adrenalina recorriГі su cuerpo de los pies a la cabeza, y cayГі de rodillas delante de ella. PosГі sus dedos sobre su muslo derecho, delicadamente, apenas rozГЎndola. La piel era extremadamente suave, cГЎlida e hidratada. RecorriГі unos centГmetros con sus dedos, en direcciГіn al tobillo, y despuГ©s besГі dulcemente la rodilla redondeada. Con la otra mano acariciГі el exterior del muslo derecho, y despuГ©s moviГі la mano hacia el interior, besando primero un muslo y luego el otro. La seda del camisГіn resbalaba hacia arriba a medida que Г©l avanzaba, hasta que la ingle quedГі al descubierto. McKintock se encontrГі delante del pubis, cuyo pelo estaba cortado en forma de rectГЎngulo formado con precisiГіn geomГ©trica, con el borde superior un centГmetro por encima de la vulva y los lados verticales a dos centГmetros de los labios mayores. BesГі la cavidad de la ingle izquierda, y fue avanzando a lo largo de la semicircunferencia por encima del monte de Venus, besando cada tres centГmetros hasta llegar a la ingle derecha. ApoyГі ardientemente los labios sobre el clГtoris, dudГі, luego se limitГі a besarlo, con sus labios ahora secos. La besГі sobre el vientre, liso y tГіnico, y alrededor del ombligo, y despuГ©s besГі tambiГ©n este. ColocГі sus manos sobre las costillas, le besГі el estГіmago, luego el seno izquierdo, cГЎlido y pleno, y pasГі al derecho, frotando voluptuosamente la boca y la nariz.
En ese momento Cynthia abriГі los ojos de golpe y con la mano derecha le aferrГі el pene, y sujetГЎndolo como se sujeta una linterna, le hizo ponerse de pie, se levantГі del sillГіn y maniobrando el pene como una palanca de mando hizo que McKintock se tumbara en la cama de travГ©s, con las piernas hacia abajo. Se quitГі el camisГіn y se sentГі a horcajadas encima de Г©l, con el busto erecto, y con la mano izquierda manipulГі sus labios grandes para facilitar la entrada del pene en su vagina, luego rodeГі su cuello con sus dedos y empezГі a moverse rГtmicamente arriba y abajo. Cuando llegaba abajo del todo giraba el vientre hacia delante para frotar con el clГtoris la piel de Г©l. El ritmo era perfecto y regular, con el descenso mГЎs lento e intenso que el ascenso.
McKintock estaba como en un trance, y con las manos apoyadas en las rodillas de Cynthia la miraba con adoraciГіn extasiada. Ella se movГa con una gracia y un dominio de sГ misma tales que parecГa una criatura divina. Mientras la acariciaba toda entera con la mirada, notГі bajo las axilas dos cicatrices sutiles en forma semicircular, de forma idГ©ntica. Al principio no comprendiГі, luego se acordГі de que un cirujano amigo suyo le habГa contado que uno de los sistemas usados para implantar prГіtesis de silicona en el pecho era practicar un corte justo por debajo de la axila, para esconder la cicatriz. AsГ que ese era el secreto de esos senos tan llenos y sensuales. McKintock no se sintiГі decepcionado. Al contrario.
«¡Qué más da!», pensó. Si ese era el resultado, era feliz de estar disfrutándolo.
Esos senos danzaban delante de sus ojos, mientras Cynthia se movГa arriba y abajo con la mirada ausente y la boca abierta. Un gemido nasal bajo acompaГ±aba el final de cada bajada, hasta que empezГі a acelerar el ritmo, mГЎs rГЎpido y mГЎs rГЎpido, mГЎs rГЎpido y mГЎs rГЎpido, dando cada vez mГЎs fuertes golpes contra Г©l, con el gemido que se habГa convertido en un «¡oooh!В» gutural con cada golpe. Cuando los golpes alcanzaron una furia salvaje, con el cuerpo de Cynthia tenso hasta el espasmo y cubierto de sudor, ella separГі sus manos del cuello de Г©l y lanzГі un grito agudГsimo, estridente y prolongado, mientras su cuerpo se estiraba y se contraГa rГtmicamente por el orgasmo, e iba perdiendo la coordinaciГіn
McKintock habГa asistido incrГ©dulo a aquella exhibiciГіn. Nunca en su vida habГa visto algo asГ. Ni siquiera sabГa que una mujer pudiese ser capaz de todo eso.
Cynthia se calmГі, el orgasmo terminГі y su respiraciГіn volviГі a ser regular. Lo mirГі a la cara, con los ojos que lanzaban rayos y dejГі caer un golpe violentГsimo en la mejilla izquierda.
—¡Imbécil! —exclamó, luego se separó de él y se dejó caer de espaldas en la cama, durmiéndose inmediatamente.
McKintock no moviГі un mГєsculo y se quedГі mirando el techo, humillado, con la mejilla que ardГa como un carbГіn ardiente.
HabГa eyaculado en cuanto Cynthia habГa comenzado a moverse mГЎs rГЎpido.
En medio de la noche.
Cynthia tenГa el sueГ±o ligero y se despertГі inmediatamente, cuando su cerebro percibiГі un cambio en el ruido de fondo. Hasta ahora la habitaciГіn habГa permanecido prГЎcticamente silenciosa, pero ahora una voz estaba murmurando algo.
Girando levemente la cabeza, Cynthia buscГі el origen de aquella voz y, en la luz que habГan dejado encendida, vio a McKintock hablando dormido. TodavГa estaba tumbado como ella lo habГa dejado, con solo el albornoz abierto, y su timbre de voz se volvГa mГЎs claro con cada palabra que pronunciaba:
Canto a Artemisa, la del arco de oro,
tumultuosa, virgen veneranda,
que hiere a los ciervos, que se huelga con las flechas,
hermana de Apolo, el de la espada de oro;
la cual, deleitГЎndose en la caza
por los umbrГos montes y las ventosas cumbres,
tiende su arco, todo Г©l de oro, y arroja dolorosas flechas.
Cynthia reconociГі enseguida el Himno de Omero nГєmero XXVII, titulado В«A ArtemisaВ», dedicado a esta diosa.
Lo conocГa muy bien porque, de todos los himnos que se habГan escrito en honor de Artemisa, ese era su preferido.
McKintock seguГa impertГ©rrito, como si estuviese repitiendo una lecciГіn:
Tiemblan las cumbres de las altas montaГ±as,
resuena horriblemente la umbrГa selva
con el bramido de las fieras
y se agitan la tierra y el mar abundante en peces;
y ella, con corazГіn esforzado,
va y viene por todas partes
destruyendo la progenie de las fieras.
De hecho, la actuaciГіn era intensa y expresiva, participativa. En la mente de McKintock aquel canto debГa estar impreso con toda la carga interpretativa que se le presuponГa, y que salГa durante su declamaciГіn inconsciente.
Mas cuando la que acecha las fieras se ha deleitado,
regocijando su mente,
desarma su arco
y se va a la gran casa
de su querido hermano Febo Apolo,
al rico pueblo de Delfos,
para disponer la bella danza
de las Musas y de las Gracias.
AquГ Cynthia empezГі a recitar en voz baja, siguiendo a McKintock.
AllГ, despuГ©s de colgar el flexible arco y las flechas,
se pone al frente de los coros y los guГa,
llevando el cuerpo graciosamente adornado;
y aquellas, emitiendo su voz divina,
cantan a Leto, la de hermosos tobillos,
como infante que vino al mundo
superior a los demГЎs inmortales
por su inteligencia y por sus obras.
Salud,
hija de Zeus y de Leto, de hermosa cabellera;
mas ya me acordarГ© de ti
con otro canto
(#litres_trial_promo)
El himno se acababa, glorioso y magnГfico, dejГЎndole una profunda satisfacciГіn.
Muchos aГ±os antes habГa buscado el origen de su nombre y se habГa imbuido en el mito de Artemisa; se habГa apasionado de tal forma que habГa aprendido todo sobre ella de memoria, y ahora se sentГa complacida de que McKintock la alabase incluso en el sueГ±o
Se irguiГі para sentarse en la cama, desnuda como estaba, y sonriГі con ternura maternal al hombre que dormГa. CogiГі la manta que estaba apoyada cerca de la almohada, la desdoblГі y la extendiГі delicadamente sobre el tronco y las piernas de McKintock, tapГЎndolo; despuГ©s se metiГі debajo de la manta, apagГі la luz y se girГі sobre el costado, durmiГ©ndose inmediatamente.
McKintock iba pensando en su primer encuentro mientras cerraba la puerta de su despacho esa noche.
Cynthia habГa cambiado su vida, y desde hacГa un aГ±o Г©l habГa empezado a sentirse un hombre mГЎs completo, mГЎs feliz. En promedio, iba una vez por semana a pasar la noche en su casa, en Liverpool, y cuando llegaba el dГa establecido, las tareas del dГa le eran menos pesadas, y conseguГa incluso tomar algunas cosas con filosofГa. De hecho, normalmente todos los problemas, pequeГ±os y grandes, eran para Г©l obstГЎculos igual de importantes que habГa que eliminar absolutamente lo mГЎs pronto posible, esforzГЎndose de tal manera que a veces resultaba obsesivo. Pero cuando sabГa que por la noche irГa a casa de Cynthia su visiГіn cambiaba, estaba mГЎs relajado, y los obstГЎculos menos difГciles pasaban a un segundo plano, a veces incluso pasaban al dГa siguiente.
SaliГі del despacho y montГі en su coche. LlegГі a Oxford Road, que atravesaba el complejo universitario a lo largo, y se dirigiГі hacia el norte. TorciГі a la derecha en Booth Street East y un poco despuГ©s girГі a la izquierda en Upper Brook Street. Un poco mГЎs adelante girГі otra vez a la izquierda para subir por la rampa de acceso a la calle elevada Mancunian Way. El trГЎfico era moderado a aquella hora, y un calabobos ligero y persistente baГ±aba el parabrisas del coche; el limpiaparabrisas aseguraba una visibilidad perfecta.
Desde la Mancunian podГa ver algo de su Manchester, la ciudad en la que habГa nacido y que amaba mГЎs que ninguna otra. No podrГa distraerse demasiado, sin embargo, porque aquella carretera era conocida por la alta incidencia de accidentes.
El motor ya estaba suficientemente caliente y el climatizador empezГі a soplar aire caliente en el habitГЎculo.
La Mancunian pasГі a ser Dawson Street y desde allГ McKintock girГі a la izquierda en Regent Road. En la rotonda siguiГі derecho por la M604, que comenzaba en ese punto, y empezГі a relajarse.
EncendiГі la radio y puso el canal que daba las noticias a aquella hora.
В«... manifestaciones de los estudiantes en la plaza Tien An Men no dejan de disminuir. Este tercer dГa de protestas ha registrado numerosos enfrentamientos y cargas policiales. Varios estudiantes han sido arrestados, y los periodistas deben permanecer a una cierta distancia. Por ahora estГЎ prohibido hacer fotografГas o imГЎgenes de televisiГіn. La insistente demanda de democracia parece no poder hacer mella en el firme muro que opone el gobierno, y la represiГіn es por ahora la Гєnica respuesta a los desfiles pacГficos en la plaza...В».
В«PobresВ», pensГі McKintock, В«lo estГЎn pasando realmente mal, ellos. QuerГan un poco de libertad y en su lugar les llueven palos. Y los soldados tienen que golpearlos, porque si no, no comen, y son ellos los que se llevan los palos, o peor aГєn. China estГЎ lejos de nosotros, en todos los sentidos...В».
En ese momento se acordГі del encuentro con Drew.
Ya, Drew, que, de punta en blanco habГa sacado de su sombrero aquel descubrimiento, junto con ese estudiante de color. ВїCГіmo se llamaba? No se acordaba. Las implicaciones, sin embargo, las recordaba, y bien. Si de verdad habГa una aplicaciГіn comercial para aquel fenГіmeno, serГa muy Гєtil en el ateneo. Desde que el gobierno de Howard habГa decidido recortar los fondos a la Universidad de Manchester para destinar una cantidad mayor a otros centros Г©l luchaba para mantener el ateneo al mismo nivel, pero era prГЎcticamente imposible. Cualquier actividad tenГa un coste, y si el coste no estaba cubierto la actividad no se podГa desarrollar. Sin discusiones. Sin peticiones. HabГa que renunciar. Y el orgullo del sistema universitario britГЎnico estaba deslizГЎndose hacia un segundo plano. Era algo inaudito, absurdo, y, sin embargo, estaba pasando.
В«Equidad e igualdadВ», habГa sido el lema de Howard, y lo estaba poniendo en prГЎctica demasiado bien, ese bastardo.
Las luces de Salford volaban a los lados de la carretera, mientras la lluvia fina se habГa reducido a un goteo esporГЎdico sobre el cristal.
Un trГЎfico discreto circulaba en direcciГіn opuesta. Eran los que volvГan a la ciudad despuГ©s de haber estado fuera por el trabajo.
A medida que Г©l avanzaba el nГєmero de coches iba disminuyendo progresivamente, y cuando llegГі a la altura de Alder Forest, y la M602 se convirtiГі en la M62, se encontrГі en campo abierto.
La idea de transportar paquetes con el sistema de Drew le habГa venido improvisadamente, quizГЎ estimulada por un documental sobre el comercio mundial que habГa visto hacГa unos dГas, en el que habГan mostrado lГneas de transporte para paquetes de varios tamaГ±os, siempre llenas y siempre en movimiento. Era impresionante ver cuГЎnta mercancГa era enviada por correo o por compaГ±Гas de mensajerГa. Sin duda, el transporte de mercancГas era un enorme negocio, y poseer un mГ©todo totalmente innovador, inmediato, seguro y de bajo coste serГa ciertamente un golpe ganador. Sin concurrencia. La tecnologГa serГa Гєnicamente suya, y podrГan ganar todo lo que quisieran. Vistas las dimensiones del asunto, tenГa la sensaciГіn de que la universidad podrГa permanecer en el nivel en el que siempre habГa estado.
Cierto, cГіmo conciliar una gestiГіn puramente administrativa, como la de un ateneo, con una gestiГіn netamente comercial, como era la del transporte internacional, era una cuestiГіn que habГa que estudiar a fondo. TambiГ©n serГa necesario comprobar si la ley permitГa una combinaciГіn tal, incluso siendo por el bien de la universidad. HabrГa que consultar con expertos en el tema lo mГЎs pronto posible.
SintonizГі la radio en un canal de mГєsica clГЎsica y durante unos minutos estuvo escuchando a Bach. La В«Passacaglia en Do menorВ» era una obra excelsa, muy superior a la mucho mГЎs famosa В«Tocata y Fuga en re menorВ», y la escuchГі con gran placer.
Mientras tanto las pequeГ±as ciudades que atravesaba iluminaban brevemente el oscuro paisaje del Noroeste. McKintock solo identificГі alguna, absorto como estaba en escuchar la mГєsica: Risley, Westbrook, Rainhill.
Al acabarse la Passacaglia apagГі la radio, para mantener dentro de sГ la sensaciГіn de elevaciГіn que le transmitГa la obra. El placer sublime que experimentaba lo colocaba en un estado de gracia, y se sentГa pletГіrico. El cansancio del dГa era un recuerdo, y cuando, pasado Broadgreen, terminГі la autopista y empezГі a acercarse a Liverpool tras tomar la Edge Lane Drive, se sintiГі electrizado con la idea de ver a Cynthia, de pasar la velada y la noche con ella. Era una mujer excepcional. Le daba todo lo que un hombre puede desear. La necesitaba. La amaba con locura.
La querГa.
CapГtulo VII
Drew no podГa dormir.
La discusiГіn con McKintock lo habГa turbado mГЎs de lo que habrГa creГdo. Pensaba ser suficientemente sГіlido como para no dejarse influenciar por las escaramuzas verbales, y ahora habГa que verlo ahГ tumbado en la cama mirando el techo, escuchando estoicamente el tictac estentГіreo del reloj, ese viejo despertador mecГЎnico al que estaba tan apegado. Г‰l, que se ocupaba fundamentalmente de fГsica teГіrica mediante excursiones sorprendentes con los mГ©todos matemГЎticos mГЎs abstractos y abstrusos con el fin de demostrar las leyes que gobiernan el universo ante sus estudiantes, tenГa encima de su mesilla un despertador de agujas y al que habГa que dar cuerda. El despertador constituГa un anclaje a las cosas simples, que funcionaban sin dificultad, y que funcionarГan siempre, gracias a una tecnologГa anticuada, quizГЎ, pero fГЎcilmente comprensible y reproducible, cosa que en su campo de estudio era totalmente impensable. Necesitaba un lugar seguro en el que refugiarse tras las jornadas vividas en medio de teorГas intangibles, y ese puerto era el despertador. Esa noche, sin embargo, su tictac no lo relajaba, sino que agitaba todavГa mГЎs el curso de sus pensamientos.
Durante el dГa, entre dos lecciones, habГa empezado a crear un elenco de posibles compaГ±eros que podrГa involucrar en la investigaciГіn del fenГіmeno. HabГa incluido, sin dudarlo, a Nobu Kobayashi, quien, por sus investigaciones sobre las altas energГas, dispondrГa seguramente de los instrumentos necesarios para trabajar de manera eficaz sobre el problema; despuГ©s habГa aГ±adido a Radni Kamaranda, un matemГЎtico brillante que habГa podido construir el modelo matemГЎtico de un proceso fГsico complejo en un periodo de tiempo irrisorio respecto a lo que habrГan necesitado los especialistas. Como el fenГіmeno que debГan estudiar estaba ligado, muy probablemente, a la manipulaciГіn del tejido espaciotemporal, un fГsico relativista de gran valor como Dieter Schultz podrГa encontrar materia prima para sus fabricaciones. TambiГ©n necesitaba el elemento clave del grupo, alguien dotado de una intuiciГіn tal que pudiera ver la soluciГіn escondida dentro del revoltijo enorme de informaciГіn y conjeturas. Alguien que, en el momento justo, pudiera comprender la verdadera esencia del fenГіmeno, y sintetizar instantГЎneamente los elementos desordenados que tuviera a su disposiciГіn, abriendo asГ el camino a sus compaГ±eros.
Solo conocГa una persona con esta cualidad innata, que, por otro lado, le habГa generado grandes complicaciones. Jasmine Novak habГa publicado algunos artГculos sobre la teorГa de las cuerdas, en los que su capacidad para intuir lo que otros no conseguГan ni siquiera entrever emergГa con una claridad tan cristalina que la hacГan parecer como un ser sobrehumano. Drew sabГa que nunca habrГa sido capaz de igualarla, y sabГa, por lo tanto, que Novak era la persona que podrГa llevarlos directamente hasta la soluciГіn. Pero Novak tambiГ©n era una mujer.
Г‰l no conseguГa relacionarse adecuadamente con las mujeres, y temГa no ser capaz de trabajar de manera serena y provechosa con una cientГfica de ese calibre. AdemГЎs, Novak era orgullosa y rebelde; un espГritu independiente que no hacГa compromisos con los que estaban a su alrededor. VeГa su vida como la Гєnica justa y posible; en caso de conflicto era mГЎs que capaz de abandonar todo sin importarle las consecuencias. En resumidas cuentas, era una mujer difГcil y Г©l no sabГa cГіmo gestionarla, pero la necesitaba. La habГa aГ±adido, resignado, al final de la lista, el Гєltimo nombre de un pequeГ±o grupo de cientГficos que habrГa intentado desvelar las leyes que gobernaban un fenГіmeno fГsico de tal envergadura que podrГa cambiar el curso de la historia humana, si llegaran a comprenderlo.
VolviГі a pensar en Kobayashi y las altas energГas. DespuГ©s de todo, el experimento que Marlon habГa hecho funcionar no necesitaba tanta energГa; todo cabГa en una mesa de laboratorio, estaba constituido por un generador de unos miles de voltios, dos fuentes de alimentaciГіn de baja tensiГіn, electrodos, placas, una bobina y varios aparatos de regulaciГіn, ademГЎs del ordenador para controlarlo todo. No parecГa que hiciera falta nada demasiado especial para obtener el efecto, pero Drew se dijo que debГan obtener la soluciГіn lo mГЎs rГЎpidamente posible, y para ganar tiempo era mejor recurrir a los mejores cientГficos.
В«Lo mГЎs rГЎpido posible...В», se repitiГі Drew a sГ mismo. В«Pero... Вїpor quГ©?В». ВїPara que McKintock pudiera iniciar su actividad de mensajerГa internacional para financiar la Universidad? Aquello se habГa convertido, en apariencia, en el fin Гєltimo de su descubrimiento, pensГі con amargura. Pero no podГa reducirse a eso; Г©l no lo aceptarГa. Es cierto que la Universidad podrГa tener la exclusiva del hallazgo para su aplicaciГіn en sistemas de transporte de mercancГas, pero todas las demГЎs aplicaciones deberГan estar a disposiciГіn de todos. Y no podrГa ser de otro modo para un descubrimiento cientГfico tan revolucionario
Transportar personas, por ejemplo, como en el famoso teletransporte a menudo presente en las historias de ciencia ficciГіn, deberГa ser una aplicaciГіn mГЎs importante que el mero movimiento de mercancГa. HabrГa permitido una interacciГіn directa e inmediata entre individuos que vivieran a mucha distancia; podrГan organizarse reuniones de trabajo pocos minutos antes de su comienzo, con intervinientes dispersos por todo el mundo, y que tras el encuentro podrГan volver en un instante a sus actividades propias.
Un enfermo podrГa ser tratado por los mejores especialistas independientemente del lugar en el que estos operaran habitualmente, y sin los tiempos ni los costes del transporte convencional.
El lugar de trabajo o de estudio podrГa ser cualquiera con un sistema de transporte como aquel. El padre podrГa trabajar en Sidney, la madre en Toronto, el hijo estudiarГa en Dallas y, por la noche, irГan todos juntos a cenar a un restaurante en Venecia.
El modo de vida cambiarГa radicalmente, con consecuencias sociales tan potentes que dejarГan a todo el mundo perplejo. Por otro lado, ВїestarГa bien poner en las manos del hombre un instrumento de tal calibre? ВїPara quГ© lo habrГa utilizado? ВїLas guerras? ВїCГіmo habrГan sido? Espantosas, de solo pensarlo.
Pero, quizГЎ, si el mГ©todo de transporte estuviera realmente al alcance de todos se podrГan evitar, con mucha probabilidad, los abusos mГЎs que probables de un Гєnico propietario. La Tierra encontrarГa un nuevo equilibrio y una nueva era de paz, y el hombre serГa mГЎs libre de pensar y de progresar.
«¡QuГ© utopГa!В», se dijo Drew. «¿CГіmo puedo hacerme ilusiones de que, justamente, gracias a este descubrimiento, el hombre pueda hacerse mejor?В». Nunca habГa sido asГ en toda la historia humana, independientemente de los instrumentos de los que se disponГa.
No habГa nada que hacer, ya sabГa que tenГa entre las manos algo extraordinariamente revolucionario, pero en vez de estar excitado y anticipar la gloria que habrГa obtenido, estaba lleno de desconsuelo y amargura. Este nuevo descubrimiento podrГa, quizГЎ, llevar a la humanidad a la ruina, y los libros de historia recordarГan que Г©l, Drew, fue el mГЎximo responsable de todo aquello, el que habГa iniciado todo.
Pero, pero... tambiГ©n era verdad que, a pesar de sus errores y sus locuras delirantes, la humanidad habГa avanzado de todas formas. Cierto, dejando atrГЎs un enorme rastro de muertes de inocentes. Pero la evoluciГіn habГa continuado, tanto de la tecnologГa como de la Г©tica. ВЎQuiГ©n sabe si esta vez los seres humanos podrГan demostrar mГЎs raciocinio y mГЎs respeto por los otros...! Le costaba creГ©rselo, pero ВїquiГ©n era Г©l para decidir quГ© era lo mejor para la raza humana? Г‰l era un cientГfico que habГa tropezado por total casualidad con un fenГіmeno inesperado y excepcional, o, mejor, gracias a la perspicacia de su estudiante, el fenГіmeno se habГa revelado y ahora se preparaban para estudiarlo. Sin Marlon, quizГЎ nunca se habrГa producido el descubrimiento, en vista de las circunstancias absolutamente casuales que habГan tomado parte en Г©l, y la humanidad no habrГa podido conocer ni utilizar el fenГіmeno, ni para bien ni para mal.
TenГa que esforzarse al mГЎximo en su estudio y su comprensiГіn, con una teorГa que lo explicase y permitiera utilizarlo. Se lo debГa a la ciencia, a Marlon y a sГ mismo. Si McKintock querГa usarla para sostener la universidad, que lo hiciera. La Universidad de Manchester era todo para Drew, le habГa dado trabajo durante treinta aГ±os, un trabajo prestigioso al lado de muchos premios Nobel; era su casa durante muchas mГЎs horas al dГa que su propio domicilio, y los compaГ±eros y los alumnos lo respetaban. Gracias a la universidad podrГa colaborar con otros cientГficos como Г©l, vinculados a los ateneos mГЎs importantes del globo. Se sentГa en deuda, y donar al menos una parte de los beneficios del descubrimiento a la universidad le parecГa una manera de devolver lo recibido.
El techo no era tan oscuro como hasta ese momento; se asomГі por la ventana y vio que la aurora ya habГa disuelto la noche, irradiando una claridad portentosa y creciente sobre Manchester; el preludio de un amanecer esplГ©ndido. La misma aurora que Г©l estaba viviendo en la diluciГіn progresiva del misterio cientГfico que habrГa intentado, junto a sus compaГ±eros, transformar en el amanecer de un conocimiento superior para la humanidad.
Se levantГі, en absoluto cansado, y descubriГі que tenГa muchГsima hambre. Se preparГі un desayuno sustancial y lo consumiГі con satisfacciГіn, pensando mientras tanto en cuГЎl serГa la hora mГЎs correcta para llamar a los colaboradores que habГa elegido para el proyecto. TenГa que llamar inmediatamente a Kobayashi, porque en Osaka ya era por la tarde. Justo despuГ©s tendrГa que llamar a Kamaranda, porque trabajaba en Raipur, en el noreste de la India. Schultz en Heidelberg y Novak en Oslo estaban mucho mГЎs cerca de su huso horario, por lo que a ellos podrГa llamarlos mГЎs tarde durante la maГ±ana.
Se vistiГі y saliГі al encuentro del alba, derecho a la Universidad, y al inicio de una aventura que lo llevarГa donde Г©l no habrГa podido imaginar jamГЎs.
CapГtulo VIII
Drew llegГі a su estudio despuГ©s de haber atravesado patios vacГos y de haber recorrido pasillos desiertos. TodavГa era demasiado pronto para que hubiera estudiantes, empleados o profesores en el campus, como ya sabГa por las otras veces en las que habГa llegado a primerГsima hora a la universidad. Le gustaba vivir ese momento en el que el inmenso ateneo parecГa dormir en la bruma matinal, como un leviatГЎn yaciendo para descansar, pero poseedor de la potencia que en poco tiempo se habrГa liberado durante la acciГіn. BuscГі el nГєmero de Kobayashi en su agenda y llamГі. RespondiГі una voz sutil, en japonГ©s.
—Moshi moshi
(#litres_trial_promo).
—Drew desu ga, Kobayashi-san onegaishimasu
(#litres_trial_promo)? —respondió Drew con su japonés básico.
—Buenos dГas, profesor Drew —la interlocutora conmutГі inmediatamente al inglГ©s, al reconocerlo—. Soy Maoko. El profesor Kobayashi me ha hablado de usted. Desgraciadamente, ahora estГЎ dando una clase, pero acabarГЎ dentro de poco. Lamento muchГsimo no poder ponerles en comunicaciГіn ahora mismo, profesor.
Drew se acordГі de cuando lo habГa visto la Гєltima vez, hace unos meses, en una conferencia; Kobayashi le habГa hablado de su brillante alumna, Maoko Yamazaki, que estaba saltando cursos y acabarГa la carrera antes de los tiempos convencionales. Era un placer poder hablar con alguien con tales dotes, y, al mismo tiempo, apreciaba la exquisita educaciГіn de la que los japoneses hacen gala durante las conversaciones. La muchacha sentГa verdaderamente no poder ponerlo en comunicaciГіn con Kobayashi; no fingГa de manera hipГіcrita como habrГa hecho un occidental.
—Le agradezco su amabilidad, Maoko-san
(#litres_trial_promo). ВїSerГa tan amable de pedirle que me llamara en cuanto volviera? Es muy importante —preguntГі Drew.
—Por supuesto, profesor. ВїPuede darme su nГєmero...? ВЎOh! ВЎAquГ estГЎ el profesor Kobayashi! Se pone inmediatamente. Le deseo que tenga un buen dГa.
В«IncreГbleВ», pensГі Drew, В«Maoko sabГa que Kobayashi iba a volver muy pronto y, sin embargo, para no hacerme esperar, habГa preferido que me llamara Г©l mГЎs tarde. Un occidental habrГa dicho simplemente: espere un momento, llegarГЎ dentro de poco. Verdaderamente, tenemos mucho que aprender de los japoneses, en lo que a educaciГіn se refiereВ».
—¡Drew-san, amigo mГo! —exclamГі Kobayashi en el telГ©fono con alegrГa—. ВїQuГ© te hace llamar a un comedor de arroz como yo?
—Hola, Kobayashi. Necesito tu ayuda en una investigación bastante complicada. ¿Tienes tiempo para m�
—Por supuesto, Drew-san. Acabo de terminar un trabajo para el nuevo acelerador de partГculas que estГЎn construyendo en Chiba y tengo unas semanas de descanso. ВїQuГ© necesitas exactamente?
—He topado con un fenГіmeno extraГ±o que requiere un profundo estudio. Se manifiesta solo en presencia de cantidades precisas de energГa y me gustarГa comprender el mecanismo que lo gobierna. Como trabajas cotidianamente con los niveles de energГa que me interesan, he pensado que podrГas ocuparte de esta parte de la investigaciГіn. ВїQuГ© opinas?
Kobayashi se sentГa halagado.
—Tu petición me honra. Acepto sin dudarlo. ¿Cómo piensas proceder?
—Sobre todo, necesito que vengas a Manchester para que te pueda mostrar el fenГіmeno y el montaje que lo produce. DespuГ©s, junto a los otros cientГficos del grupo que estoy formando, intentaremos construir la teorГa que explique lo que pasa. ВїTe parece bien?
—Naturalmente, Drew-san. ¿Quiénes son los demás?
—Kamaranda para los cálculos, Schultz para la relatividad y... ejem..., Novak para la estructura fina de la materia.
—¿Novak? ВїJasmine Novak? —soltГі Kobayashi, pero se contuvo enseguida—. Drew-san, amigo mГo, sabes que he tenido discusiones muy desagradables con Jasmine Novak. No consigo ponerme de acuerdo con ella. En la Гєltima conferencia, en Berna, se levantГі en medio del pГєblico al final de mi exposiciГіn y proclamГі: В«Profesor Kobayashi, ВїestГЎ usted convencido realmente de lo que dice? He identificado, en su exposiciГіn, tres, y digo bien, tres, errores fundamentales de apreciaciГіn...В» y a partir de ahГ empezГі a deshacer trozo a trozo mi tesis, con los cientГficos del pГєblico escuchГЎndola como si fuera un orГЎculo y yo haciendo el papelГіn del principiante. Te lo ruego, Drew-san, amigo, Вїno tienes ninguna alternativa?
Drew estaba al corriente del numerito de Novak con Kobayashi, pero no, no tenГa ninguna alternativa.
—Nobu-san, querido amigo, eres el mejor en tu campo y nadie puede igualarte. Novak tiene un carГЎcter difГcil pero tambiГ©n una mente excepcional; por eso precisamente pudo encontrar algunos puntos en tu trabajo que ella consideraba В«errores fundamentalesВ» pero que, sin embargo, para todos los demГЎs, parecГan solo detalles que habГa que afinar. Justamente, necesitamos una mente como la suya en nuestro grupo. ВїCrees que podrГЎs trabajar con ella?
Kobayashi cediГі:
—De acuerdo, Drew-san, amigo mГo. Lo harГ© por ti y por la ciencia. Pero te lo ruego, deja que venga Maoko-san tambiГ©n. Es excepcional y me ayudarГЎ a soportar a Jasmine-san.
Drew estaba exultante.
—Por supuesto, Nobu-san. Será un honor para mà tener en mi grupo a una brillante estudiante como es la señorita Yamazaki. En unas horas te informaré de la fecha de la reunión en Manchester. Te doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.
—Soy yo quien está agradecido, Drew-san. Hasta pronto. ¡Konnichiwa!
(#litres_trial_promo)
—¡Konnichiwa, Nobu-san!
Drew se sentГa inmensamente aliviado por haber conseguido la participaciГіn de Kobayashi a pesar de las dificultades que sabГa que se iban a presentar, y la idea de aГ±adir a Maoko, por parte de Kobayashi, era la garantГa de una convivencia aceptable en el seno del grupo.
La cultura japonesa coloca a la mujer en una posiciГіn subordinada con respecto al hombre, por eso era normal que Kobayashi no viera de buen ojo a la emancipadГsima Jasmine Novak. Maoko darГa a Kobayashi la impresiГіn de que Г©l seguГa teniendo el control y, al mismo tiempo, serГa la intermediaria entre Г©l y Novak, tanto en lo cientГfico como en lo humano, para la serenidad de todos y el Г©xito del proyecto.
Ahora, Kamaranda.
El telГ©fono estuvo sonando mucho rato, hasta que una voz femenina respondiГі directamente en inglГ©s:
—DГgame —dijo alguien en un tono apГЎtico.
—Soy el profesor Drew, de Manchester. ¿Está el profesor Kamaranda?
—Está bajo la higuera, reflexionando —dijo la mujer con tono molesto.
—¿PodrГa ir a buscarlo?
—Ahora no. Estoy ocupada.
Drew pasГі al ataque, impaciente.
—Tengo que hablar con él urgentemente. ¡Vaya a llamarlo inmediatamente!
En absoluto impresionada, la mujer se puso mГЎs impertinente.
—Voy en cuanto pueda. Llame dentro de una hora.
Drew perdiГі los estribos.
—¡Escucha, imbécil, ve inmediatamente a llamar a Kamaranda, si no tendrás que vértelas con él, que te devolverá a la calle para que duermas en las aceras!
Entonces la mujer reaccionГі, y cГіmo:
—¡Bastardo colonialista de mierda! Tus padres masacraron a poblaciones inocentes, incluidos mujeres y niГ±os; nos exprimГais hasta matarnos para enriqueceros y ganar honores para la zorra de vuestra reina. Si crees que voy a mover el culo para servirte, ВЎpuedes morirte ya! —Y colgГі violentamente.
Drew estaba furioso. Se vio a sГ mismo con el telГ©fono mudo en la mano; por la rabia tuvo el impulso de golpearlo contra el escritorio como si fuera un martillo, pero hizo una respiraciГіn profunda, cerrГі los ojos, y se calmГі rГЎpidamente.
ВЎJusto esa maГ±ana habГa tenido que toparse con la nieta de las vГctimas del colonialismo! Y quГ© bien hablaba inglГ©s, ВЎparecГa de Birmingham! Pero no conocГa mucho la historia de la India: en la Г©poca de Gandhi, cuando presumiblemente sus padres habГan sufrido la opresiГіn inglesa, estaba el rey, y no la reina.
En todo caso, ahora, ВїquГ© podГa hacer? Esa mujer le iba a impedir comunicar con Kamaranda; no le pasarГa jamГЎs sus llamadas. Y Г©l tenГa prisa ВЎdemonios!
AdemГЎs, la mujer debГa haber visto el nГєmero en la pantalla del telГ©fono, y habГa comprendido que la llamada venГa de Gran BretaГ±a: por eso habГa respondido en inglГ©s. Ahora estarГa atenta, y si Drew volviera a llamar serГa inГєtil y contraproducente.
En ese momento entrГі Marlon. HabГan quedado a las ocho en el despacho de Drew y el chico era puntual. Tuvo una idea.
—¡Hola Marlon! Escucha, ¿conoces a alguien que esté estudiando en India, en Raipur?
—Buenos dГas, profesor. DГ©jeme pensar... ВЎAh, sГ! Thomas Chatham estГЎ haciendo allГ su doctorado. Lo conozco bien. ВїPor quГ© lo pregunta?
Drew volviГі a tener esperanza.
—Un pequeГ±o favor. ВїPodrГas llamarle y pedirle que fuera a buscar al profesor Kamaranda? EstГЎ bajo la higuera, donde suele ir para reflexionar sobre los problemas de matemГЎticas; tendrГa que pedirle que me llamara lo mГЎs rГЎpidamente posible a este nГєmero.
La peticiГіn extraГ±Гі mucho a Marlon, pero como conocГa las excentricidades de Drew no hizo mГЎs preguntas. BuscГі el nГєmero de su amigo en su mГіvil y usГі el telГ©fono fijo del laboratorio para llamarlo.
Chatham respondiГі enseguida. Acababa de terminar la Гєltima clase del dГa; le vendrГa bien darse un paseo para ir a buscar al iluminado de Kamaranda. Lo encontrГі, efectivamente, bajo la higuera, con la expresiГіn absorta de un gurГє en plena meditaciГіn. Le transmitiГі el mensaje y, diez minutos mГЎs tarde, sonaba el telГ©fono de Drew.
—Buenos dГas, con Drew.
—Hola, Drew. Soy Kamaranda. Cuéntame. —Kamaranda era un hombre sintético que iba directamente al grano, sin hacer historias.
—Perdona si te he molestado, pero me gustarГa proponerte un trabajo de investigaciГіn sobre un fenГіmeno fГsico particular. Necesito tu capacidad para crear modelos matemГЎticos para trabajar sobre la teorГa del fenГіmeno. ВїTe apuntas?
—¿Cuándo y dónde?
—AquГ, en Manchester, en cuanto puedas. Tienes que verlo con tus propios ojos y...
—MaГ±ana por la tarde, segГєn Greenwich, estarГ© allГ.
—¡Estupendo! Gracias, Radni. Hasta mañana.
Drew se relajГі. HabГa podido salir del lГo en que se habГa metido, aunque no habГa sido completamente por su culpa, gracias a la ayuda de los dos estudiantes. Eran unos buenos chicos.
—Gracias por tu ayuda, Marlon. Ven, te invito a un té.
Mientras caminaban por el pasillo hacia la cocina de la universidad, Marlon no pudo resistir a la curiosidad:
—Profesor Drew, perdone mi indiscreciГіn, pero me parece que el profesor Kamaranda ha sido increГblemente rГЎpido para aceptar el trabajo; quiГ©n sabe si ya estГЎ preparando las maletas. ВїEs normal?
—No sabrГa decirte, Marlon. A lo mejor necesita solo cambiar de aire —no le hablГі de la bruja del telГ©fono; podrГa ser, de hecho, que le hubieran endosado la mujer a Kamaranda solo porque era de la familia de alguien importante, aunque fuera completamente inepta para el trabajo. Era posible que el matemГЎtico estuviese en conflicto continuo con ella, y la oportunidad de escaparse a Manchester se le presentaba como un salvavidas inesperado. Si hubiese contado a Marlon la conversaciГіn con la mujer, habrГa tenido que explicarle tambiГ©n las razones de su desmotivaciГіn, y como Marlon era un estudiante negro, Drew pensГі que serГa mejor no sacar el tema de la Г©poca colonial y todos sus delitos, que, ciertamente, no era menos graves que los que se perpetraron contra las poblaciones africanas deportadas como esclavos. Esto podrГa haber molestado a Marlon, o incluso ofenderle, lo cual no habrГa sido positivo para el ambiente del grupo de investigaciГіn. Mejor no sacar ciertos temas.
La cocina estaba dotada de todo lo necesario para preparar un tГpico tГ© al estilo inglГ©s, con algunas teteras, varias tazas, una placa de cocina para calentar el agua, los tГ©s mГЎs consumidos, tanto en bolsas como a granel, platos, azГєcar, y un surtido discreto de pastelillos y galletas. No faltaba la leche, que debГa ser aГ±adida rigurosamente al final de la preparaciГіn. SegГєn los adeptos a la ortodoxia del tГ© original, los ingleses habГan arruinado aquella bebida deliciosa al aГ±adir la leche, cosa probablemente cierta, pero, si a ellos les gustaba asГ, Вїpor quГ© hacer un problema de ello? Para gustos no hay colores: ВїquГ© deberГan decir los italianos, entonces, al ver que los americanos cocinan la pizza en la parrilla?
Drew hirviГі el agua, vertiГі un poco en la tetera para calentarla por dentro, la vaciГі, aГ±adiГі tres cucharillas de hojas de Darjeeling, su tГ© preferido: una cuchara por taza y una mГЎs para la tetera, segГєn la tradiciГіn. AГ±adiГі el agua hirviendo y dejГі la infusiГіn cuatro minutos, el tiempo necesario para conseguir la concentraciГіn ideal para Г©l.
—Otra cosa, profesor —retomГі Marlon—, ВїquiГ©n va a pagar a los cientГficos a los que ha convocado? El profesor Kamaranda, por ejemplo, ha aceptado el encargo simplemente y maГ±ana estarГЎ aquГ. ВїQuiГ©n va a pagar el viaje, los gastos de la estancia, la prestaciГіn profesional?
—La Universidad de Manchester tiene una convenciГіn anual con muchas universidades, gracias a la cual los cientГficos que trabajan en los distintos centros que la han suscrito reciben su sueldo como si permanecieran en su universidad de origen; los gastos son reembolsados automГЎticamente porque entran dentro de las categorГas previstas en los presupuestos. Como el movimiento de personas es bastante equilibrado entre las distintas universidades, el equilibrio final no se ve alterado prГЎcticamente, pero todas las universidades obtienen un beneficio desde el punto de vista cientГfico, gracias a la contribuciГіn de los cerebros que emigran durante un cierto periodo de tiempo.
—Entiendo. Entonces, los compañeros que ha elegido ¿vienen todos de universidades dentro del convenio con Manchester?
—Exacto, Marlon. Cuando le di la lista a McKintock ayer por la tarde para su visto bueno, lo primero que mirГі fue precisamente eso. Г‰l tiene que hacer que las cuentas cuadren. Independientemente del aspecto econГіmico, ademГЎs, para los cientГficos, las estancias suponen un beneficio desde el punto de vista intelectual y cultural, ya que la colaboraciГіn directa con los compaГ±eros de otros centros es siempre estimulante y atractiva. Observar mГ©todos distintos para enfocar los problemas, confrontar sus puntos de vista, por muy distantes que sean, o incluso solamente trabajar en un entorno distinto al habitual, hace surgir conceptos nuevos a menudo, enriqueciendo la ciencia y las mentes que viven esa experiencia.
—Me parece evidente—. Marlon cogiГі la caja con los pasteles mientras Drew llenaba las tazas. Se sentaron en una mesa baja y tomaron el tГ©, ejecutando ese rito tan importante para los ingleses, y que les produce una satisfacciГіn que define uno de los aspectos fundamentales del espГritu britГЎnico.
DespuГ©s volvieron al despacho y Drew llamГі a Schultz. Este respondiГі directamente, algo bastante extraГ±o teniendo en cuenta que, por lo que Drew sabГa, el alemГЎn siempre hacГa responder a sus becarios, e iba al telГ©fono solo por cuestiones fundamentales.
—Ja
(#litres_trial_promo)?
—Soy Drew, de Manchester, hola, Dieter.
—¡Oh! Hola, Lester. ¿Qué tal estás?
—Bien, gracias. ¿Y tú? ¿Sigues ocupado con tu barco?
Schultz habГa comprado un barco de segunda mano en bastante mal estado un aГ±o antes, y estaba intentando repararlo para ir a pescar al rГo NГ©ckar.
—Todo bien por aquГ. TodavГa entra agua en el barco; pensaba que habГa reparado todas las grietas, pero, evidentemente, alguna escapГі a mi control. De todas formas, en estos momentos no tengo tiempo para ocuparme de ella; todos mis becarios estГЎn de visita en los distintos observatorios europeos de ondas gravitacionales y yo me he quedado aquГ a cuidar del cuartel.
—¿No has ido con ellos? —Drew estaba perplejo.
—No. Han ido con un compaГ±ero que se ofreciГі amablemente a acompaГ±arlos —dijo Schultz sonriendo—. Al menos esta es la versiГіn oficial. La verdad es que Hoffner querГa irse de vacaciones en junio, aunque solo podrГa haberlas tomado en julio. Creo que su mujer lo estaba chantajeando: seguramente ella tenГa vacaciones en junio y pretendГa irse de viaje con su marido. Para contentarlo le dije que le sustituirГa en junio si Г©l fuera con los estudiantes en mi lugar; aceptГі al vuelo. Mejor pasearse arriba y abajo por laboratorios subterrГЎneos con los estudiantes novatos que sufrir la venganza de tu esposa —y volviГі a sonreГr.
—Entiendo. Bien, Hoffner tiene toda mi simpatГa. —Drew suspiró—. De todas formas, Dieter, te he llamado porque me gustarГa que colaboraras en el estudio de un fenГіmeno experimental muy particular que hemos descubierto aquГ. ВїPodrГas?
Schultz lo pensГі un momento.
—A ver... ВїTendrГa que ir allГ?
—SГ, es indispensable. Tengo que mostrarte el fenГіmeno cuando ocurre, y el aparato que lo produce. AdemГЎs, serГas parte de un grupo de investigaciГіn que estoy constituyendo con este objetivo, y tenemos que trabajar todos juntos.
—Está bien. ¿Cuándo quieres que esté all�
—Ejem... —Drew se sentГa incГіmodo—. Kamaranda llega maГ±ana por la tarde.
—¿Mañana por la tarde? —exclamó Schultz, sorprendido—. Como aviso no es demasiado tarde, ¿verdad, Lester?
ReflexionГі unos segundos y luego aГ±adiГі:
—En resumidas cuentas, ahora no tengo que seguir a ningún estudiante y me pueden sustituir con las clases; Ebersbacher, que es muy brillante. De acuerdo, hablaré con el rector y me organizo para estar en Manchester pasado mañana.
—MuchГsimas gracias, Dieter. No te arrepentirГЎs, ya lo verГЎs.
—Eso espero —rio de nuevo Schultz—. No te pregunto si también estará Kamaranda. Prefiero las sorpresas. ¡Hasta pronto, Lester!
—Adiós, Dieter.
A Schultz le gustaban las sorpresas, pero tambiГ©n el riesgo, que ahora se presentaba en la Гєltima persona a la que tenГa que llamar: Jasmine Novak.
Drew mandГі a Marlon a fotocopiar los recibos de unas compras. No querГa que asistiera a posibles discusiones con la noruega, ni que lo viese sometido por esa valquiria. Mejor no arriesgarse.
—Hallo
(#litres_trial_promo)? —Voz masculina en el teléfono.
—Soy Drew, de la Universidad de Manchester. Estoy buscando a la profesora Jasmine Novak.
—Buenos dГas, profesor. EstГЎ aquГ. Voy a buscarla.
—Gracias, que tenga un buen dГa.
Drew oyГі a lo lejos unas voces en noruego, y despuГ©s el telГ©fono cambiГі de mano.
—Novak al aparato.
El acento nГіrdico era solo un detalle en esa voz gГ©lida como hielos del cГrculo polar ГЃrtico.
—Soy el profesor Drew, de la Uni...
—... de la Universidad de Manchester, ya lo sГ©. Me lo ha dicho mi compaГ±ero, ВїquГ© creГa?
В«Empezamos bienВ», pensГі Drew. IntentГі recurrir a sus mejores habilidades.
—Gracias por dedicarme tiempo. La llamo por una cuestiГіn muy importante que solo usted podrГa resolver. Por una serie de casualidades he topado con un efecto fГsico absolutamente extraordinario, de una tal complejidad que requiere las mejores mentes para poder ser explorado y explicado. Por eso me he permitido llamarla, con la esperanza de que usted pueda formar parte del grupo de investigaciГіn que estoy creando con este fin. Su intuiciГіn y su capacidad de sГntesis son conocidas en todo el mundo y ...
—¿QuГ© efecto? —Novak era completamente indiferente a los halagos de Drew y seguГa siendo tan frГa como al principio. Mostraba interГ©s por el efecto, sin embargo, y eso ya era muy buen signo.
—Lo siento, profesora Novak, pero se me ha ordenado mantener todo en secreto y no puedo hablar de ello al telГ©fono. Se darГЎ toda la informaciГіn Гєnicamente a los miembros del grupo. Espero vivamente que usted quiera ser parte de Г©l. —Drew lo habГa hecho lo mejor que podГa. Ahora era el turno de Novak.
—¿Quién estará en el grupo?
Drew se esperaba esta pregunta, pero se acongojГі igualmente.
—Kamaranda, Schultz y... —dudó— ... Kobayashi —concluyó en un susurro.
—¿Kobayashi? —repitiГі Novak—. ВїKobayashi? ВЎJa, ja, ja! —explotГі con una potente carcajada—. ВЎQuГ© elecciГіn mГЎs buena, profesor Drew! ВЎSerГЎ un placer cantarle las cuarenta a ese incompetente machista y engreГdo!
Drew estaba aturdido, aunque se esperaba una reacciГіn de ese tipo. La noruega se estaba partiendo de risa solo con la idea de poder discutir con Kobayashi. QuГ© locura. Aquella mujer debГa tener cuentas muy pesadas con los hombres, para comportarse de esa manera. De todas maneras, habГa aceptado el encargo implГcitamente, y esto era un resultado que Drew no pensaba poder conseguir tan fГЎcilmente. SabГa que estaba poniendo al pobre Kobayashi en las garras de Novak, pero tambiГ©n sabГa que Maoko actuarГa como moderadora y las cosas no serГan seguramente difГciles. Al fin y al comandante, se trataba de cientГficos a punto de estudiar un problema complejo, y la investigaciГіn debГa ser la prioridad nГєmero uno.
—¿SerГa posible para usted estar en Manchester pasado maГ±ana? —preguntГі Drew fingiendo que ignoraba la hilaridad de su compaГ±era.
Tras un momento de pausa, la noruega respondiГі casi con simpatГa:
—Creo que sГ. DelegarГ© mis tareas a mis compaГ±eros. Tengo curiosidad por ver ese fenГіmeno del que habla. —Y entonces volviГі el hielo del ГЃrtico—: espero que sea verdaderamente algo inГ©dito y no una tonterГa como otros descubrimientos falsos.
Drew temblГі, pero mantuvo el control.
—No se arrepentirá, profesora Novak. Le agradezco enormemente que haya aceptado mi invitación. La espero con ansia. De nuevo gracias y nos vemos dentro de poco.
—Adiós —se despidió ella.
Drew estaba en el sГ©ptimo cielo. HabГa conseguido formar el equipo e iban a empezar a trabajar sobre el fenГіmeno dentro de unos dГas.
LlamГі a Kobayashi para informarle de la fecha de la reuniГіn. A pesar de tener tan poco tiempo para prepararse, el japonГ©s lo aceptГі y confirmГі su presencia ese dГa.
Marlon volviГі con las fotocopias y Drew lo puso al corriente del acuerdo con los cientГficos del reciГ©n nacido grupo de investigaciГіn.
—Profesor —observГі el estudiante—, estaba pensando que cuando mostremos el efecto a los compaГ±eros, la profesora Bryce no podrГЎ estar en su despacho, y nosotros tendremos que recuperar, sin que ella lo sepa, todo el material que hayamos mandado allГ; si no, habrГЎ problemas. La escena en el despacho del rector le preocupaba.
—Tienes razón, Marlon —convino Drew—. Tenemos dos alternativas: o, de acuerdo con McKintock, la informamos sobre el experimento y le pedimos que colabore, o hacemos todo cuando ella no esté en el despacho. En este caso, entonces, tendremos que pedir al rector las llaves de ese despacho —reflexionó un momento y concluyó—: Veamos qué dice McKintock. Que decida él.
—¿Es una broma? —saltó McKintock—, Bryce me da ya suficientes problemas como para añadir esto. Tiene que ser parte del grupo, no hay otra alternativa. Además, cuando hagas experimentos con animales será útil tener una bióloga.
Drew no habГa pensado en ello, pero el rector tenГa razГіn.
—¿Crees que estará disponible para una reunión ahora? —preguntó Drew.
Por toda respuesta, McKintock llamГі directamente a su secretaria.
—Señorita Watts, ¿dónde está la profesora Bryce en este momento? —esperó unos segundos, escuchó la respuesta y añadió—: Muy bien. Gracias. ¿Puede pedirle que venga a mi despacho inmediatamente? Perfecto. De nuevo, gracias.
La seГ±orita Watts era un modelo de eficacia. Inteligente, intuitiva y despierta, era el brazo operativo del rector, y Г©l la tenГa en su mГЎxima consideraciГіn.
—Bryce acababa de tomar una pausa. DeberГa estar aquГ en breves instantes —les informГі McKintock.
Drew notГі que el rector tenГa unas enormes ojeras y una expresiГіn adormecida. DebГa haber pasado la noche con su amiga; siempre estaba asГ al dГa siguiente. Drew lo envidiaba, pero tenГa que admitir que no se habГa esforzado mucho para estar con una mujer. Evidentemente, McKintock era mejor que Г©l, o habГa tenido mГЎs suerte.
—El grupo de investigaciГіn estarГЎ aquГ dentro de dos dГas, McKintock. Esperamos empezar a trabajar enseguida —lo informГі Drew.
El rector mirГі a Marlon. Lo estudiГі bien y luego le dirigiГі la palabra por la primera vez desde que habГa comenzado esa historia.
—AsГ que tГє eres el estudiante de Lester —dijo, pensativo—. Este, aquГ... —seГ±alГі a Drew bromeando—, dice que eres tГє quien ha visto el efecto producido por su montaje. ВїEs verdad?
Marlon se sentГa embarazado e intimidado frente a la figura mГЎs alta de la universidad.
—Ejem..., sГ, seГ±or. AsГ es. Gracias a las caracterГsticas Гєnicas del dispositivo que construyГі el profesor Drew, y a una serie de coincidencias afortunadas, he tenido el privilegio de observar la manifestaciГіn del fenГіmeno. Ahora tenemos que estudiarlo a fondo y con el grupo de investigaciГіn creado por el profesor...
En ese momento la profesora Bryce abriГі la puerta de par en par y entrГі con paso militar con la taza de tГ© todavГa en la mano, y, sin decir nada, cogiГі una silla y la golpeГі con fuerza contra el suelo, al lado del escritorio; se sentГі y mirГі al rector con ojos encendidos.
—¿Entonces? —preguntó con arrogancia.
McKintock estaba acostumbrado a la actitud provocadora de esa mujer y ya no reaccionaba nunca ante ella.
—Estimada profesora Bryce, Megan... —intentó suavizar la situación llamándola por su nombre, pero ella, por toda respuesta, entornó el ojo derecho y curvó las comisuras de la boca hacia abajo; posó la taza sobre la mesa con violencia, salpicando con el té caliente las notas del rector y una pequeña ánfora antigua de adorno, se cruzó de brazos y lo miró aún más letalmente.
—¿SГ, Lachlan? —dijo con voz burlona.
McKintock suspirГі.
—Necesitamos su ayuda para una investigación...
—Si habéis perdido las llaves, llamad a un bedel. ¡Yo tengo cosas mejores que hacer!
—¡Maldición, Bryce! —explotó McKintock, dando un puñetazo sobre la mesa y haciendo que salpicara el té fuera de la taza. Esta saltó en la silla, asustada. Y el rector volvió a hablar, con violencia:
—Si la he mandado llamar es porque la necesito, si no fuera asГ habrГa evitado gustosamente este trance, porque no siento ningГєn placer teniГ©ndola cerca, ВїestГЎ claro?
La profesora estaba pГЎlida como una vela y lo miraba tensa, sin mover un mГєsculo.
McKintock retomГі la palabra, mГЎs calmado.
—Ya conoce al profesor Drew. Este es su estudiante de fГsica, Joshua Marlon. —Bryce entrecerrГі los ojos mirando a Marlon y volviГі a mirar al rector, atГіnita. Este continuГі.
—Han descubierto un fenГіmeno fГsico revolucionario y van a empezar a estudiarlo con un grupo de investigaciГіn con los mejores cientГficos, elegidos por Drew. Como la investigaciГіn incluirГЎ, en un momento dado, formas biolГіgicas, creemos que usted podrГa ser la persona justa para esta tarea. ВїVa a ser de los nuestros? —concluyГі con decisiГіn.
Bryce permaneciГі inmГіvil durante unos segundos, despuГ©s se relajГі y respirГі por primera vez desde que McKintock habГa golpeado el escritorio con el puГ±o. En ese momento habГa dejado de respirar.
—Señores, disculpen mi comportamiento. Rector, ¿uso de formas biológicas, ha dicho? ¿Con qué fin?
McKintock mirГі a Drew, que intervino de manera jovial, como si no hubiera pasado nada.
—Profesora, debo informarle de que esta investigación es secreta. — Bryce entornó los ojos. Drew continuó:
—Podemos desplazar materia, de manera instantГЎnea, entre dos lugares distantes. Los objetos que encontrГі el otro dГa en su silla llegaron desde nuestro laboratorio, en el que Marlon y yo estГЎbamos haciendo unos experimentos sobre el efecto apenas descubierto. DiscГєlpenos por el disgusto que le hemos causado, pero no podГamos saber a dГіnde iba a parar la materia. —Bryce abriГі los ojos como si fueran a salirse de sus Гіrbitas, y despuГ©s volviГі a escuchar con atenciГіn.
Drew siguiГі explicando:
—Con el grupo de cientГficos que he seleccionado, intentaremos construir una teorГa que explique el fenГіmeno, tras lo cual podrГamos intentar desplazar seres vivos, plantas y animales. Su ayuda es fundamental.
—¿Por quГ© me lo pedГs a mГ? Hay muchos biГіlogos muy buenos por aquà —preguntГі la profesora.
—El instrumento que produce la trasferencia estГЎ regulado para que el destino sea la silla de su despacho, pero es una casualidad. No sabemos todavГa cГіmo variar estas coordenadas, asГ que la primera fase de la experimentaciГіn comprenderГЎ tambiГ©n su despacho. ВїQuerrГЎ ayudarnos?
La expresiГіn de Bryce cambiГі completamente. Ahora estaba alegre, como una estudiante en sus primeros experimentos en el laboratorio. A lo mejor era aquella la verdadera profesora Megan Bryce: una cientГfica que necesitaba tan solo un desafГo al que hacer frente, que la alejase de la monotonГa de la enseГ±anza con estudiantes pasotas e irrespetuosos.
—¡Por supuesto, profesor Drew! —exclamó—, pero esto tendrá un coste...
Drew la mirГі con expresiГіn interrogativa, y ella continuГі:
—Ahora sГ© a quiГ©n tengo que mandar la cuenta de la lavanderГa que limpiГі mi falda —le guiГ±Гі un ojo y saliГі, sonriente, del despacho.
Los tres hombres se quedaron en silencio durante unos instantes, y despuГ©s McKintock concluyГі:
—Es una buena mujer, en el fondo. Debe ser que está muy estresada por la vida que lleva. Hay que comprenderla. Pero creo que este proyecto la motiva mucho, y será bueno para ella y para vuestra investigación.
—¡Amén! —comentó Drew.
—Bueno, Lester —dijo el rector— ¿has comprobado si el laboratorio donde tienes el experimento sigue estando cerrado? Ordené que lo cerraran de manera oficial cuando me lo pediste.
—Era nuestra prГіxima etapa —respondiГі Drew levantГЎndose, seguido por Marlon—. Nos veremos en cuanto todos los cientГficos estГ©n aquГ. AdiГіs, Lachlan.
—Adiós, rector McKintock —se despidió Marlon con respeto.
La puerta del laboratorio seguГa sellada, y un cartel bien hecho habГa sustituido al trozo de papel escrito apresuradamente por Drew la noche del descubrimiento.
El profesor quitГі los sellos y los dos volvieron a entrar por primera vez desde entonces. Todo estaba como lo habГan dejado. Los numerosos laboratorios de la Universidad de Manchester permitГan que el hecho de cerrar uno no supusiera un problema para las actividades curriculares.
Salieron y Drew volviГі a sellar la puerta con adhesivos nuevos que habГa cogido previamente en la secretarГa.
Volvieron al despacho de Drew y pasaron el resto del dГa reorganizando los apuntes del experimento, preparando tablas de datos y grГЎficos y una breve redacciГіn sobre las acciones realizadas y los resultados obtenidos, para poder ofrecer a los miembros del grupo de investigaciГіn un cuadro sintГ©tico pero definitivo del problema que iban a estudiar. Era un punto de partida discreto, pero Drew intuГa que el camino que debГan recorrer iba a ser largo y complicado.
Al dГa siguiente Drew dio las lecciones que le correspondГan, mientras Marlon permaneciГі en su habitaciГіn, estudiando.
Esa noche llegГі Kamaranda a Manchester. CogiГі un taxi para ir directamente al alojamiento que se le habГan reservado en el campus, y desde allГ llamГі a Drew para informarle de su llegada. CenГі y se fue a dormir. A la maГ±ana siguiente, mientras esperaban a los demГЎs cientГficos, que llegarГan a lo largo del dГa, fue a Sackville Park, justo fuera del campus, y se sentГі a meditar en el banco a los pies de la estatua de Turing
(#litres_trial_promo). Para Г©l era como estar bajo su higuera.
Kobayashi, Maoko y Schultz llegaron por la tarde. Novak llegГі por la noche.
La primera reuniГіn estaba prevista al dГa siguiente por la maГ±ana, a las nueve, en el laboratorio del experimento.
La aventura iba a comenzar.
CapГtulo IX
Unos sentados en las sillas y otros en los taburetes, los participantes se dispusieron en semicГrculo alrededor de la mesa sobre la que el artilugio que Drew habГa construido parecГa un prototipo anГіnimo para un experimento de electrodinГЎmica. El profesor estaba cercano a las regulaciones micromecГЎnicas, mientras Marlon estaba sentado frente al ordenador.
Drew empezГі a hablar.
—Parece ser que el montaje que tenéis frente a vosotros es capaz de intercambiar dos porciones de espacio distantes. Es decir, lo que está en el punto A se intercambia instantáneamente con lo que está en el punto B.
Al oГr este anuncio, a Schultz casi se le salieron los ojos de sus Гіrbitas, quizГЎ previendo la relaciГіn con lo que sus estudios sobre la relatividad ya habГan insinuado.
Kamaranda permaneciГі absorto, como en meditaciГіn, mientras Kobayashi empezГі a observar con una leve sonrisa el generador de alta tensiГіn y las conexiones entre los distintos componentes del dispositivo. Maoko, a su lado, mirГі el montaje con expresiГіn escГ©ptica.
Novak observaba la escena con frialdad, sin mostrar ninguna reacciГіn, mientras Bryce sonreГa con una sonrisa de anticipaciГіn.
McKintock estaba sentado con los brazos cruzados, esperando.
—Ahora haremos una demostraciГіn del efecto. Nuestro punto A estГЎ sobre esta placa —continuГі Drew, seГ±alando la posiciГіn—. El punto B estГЎ sobre la silla de la profesora Bryce, en su oficina, a trescientos metros de aquГ. Hemos colocado una cГЎmara que enfoca a su silla, a la que hemos conectado la pantalla que estГЎ al lado de la placa.
Drew cogiГі un bloque de plГЎstico blanco de una caja y lo colocГі sobre la placa.
—Observad el trozo de plástico y la pantalla.
Todos fijaron sus ojos en el punto indicado.
Con voz baja, Drew ordenГі a Marlon:
—¡Vamos!
Marlon apretГі una tecla y el bloque de plГЎstico despareciГі de la placa y apareciГі en el campo de la cГЎmara, en medio del aire, cayendo inmediatamente sobre la silla de la profesora Bryce.
A todos los presentes se les cortГі la respiraciГіn por el desconcierto. Algunos se pusieron de pie y se acercaron para examinar la placa de la que habГa desaparecido la materia.
Novak estaba pГЎlida, mucho mГЎs blanca de lo que su condiciГіn de noruega le otorgaba.
Kobayashi habГa dejado de sonreГr. Con el ceГ±o fruncido observaba el invento, mientras Maoko tenГa los ojos desorbitados por el estupor.
Schultz estaba radiante. De pie al lado de la mesa, miraba la pantalla como si se viera el nacimiento de su primer hijo.
McKintock estaba satisfecho y disfrutaba ya de los beneficios para la Universidad, mientras Kamaranda parecГa ya meditar sobre el modelo matemГЎtico de lo que acababa de ver.
—¡Profesora Bryce! —exclamó Marlon.
Todos se volvieron hacia la silla ocupada por ella.
La profesora se habГa desmayado y yacГa, abandonada, contra el respaldo, con la cabeza vuelta hacia atrГЎs y los brazos inertes a los lados.
El rector se situГі delante de ella y la agitГі vigorosamente por los hombros.
—¡Megan! ¡Megan! —la llamó, gritando.
Bryce no reaccionaba, por lo que McKintock le dio dos fuertes bofetadas y la llamГі de nuevo:
—¡Megan! ¡Megan!
La mujer abriГі los ojos y se agitГі, incorporГЎndose, desorientada. Estaba pГЎlida como un cadГЎver.
—¿Qué... ha pasado? —preguntó.
—Se ha desmayado, profesora Bryce —respondió el rector—, ¿cómo se siente?
—Mejor, gracias. Estoy un poco mareada, pero se me pasará. Me arden las mejillas. No lo entiendo —dijo Bryce, dándose un masaje en la cara.
McKintock comenzГі a reГr, mientras todos los demГЎs se miraban con expresiГіn divertida.
—Marlon, haz un té para la profesora, rápido. Con mucho azúcar, mejor —dijo Drew.
El estudiante se retirГі al rincГіn del laboratorio que servГa de cafeterГa y empezГі a preparar la tetera.
—¿Ha desayunado por la maГ±ana, profesora Bryce? ВїPodrГa ser que tuviera un nivel bajo de azГєcar en sangre? —preguntГі Drew.
—SГ, he desayunado —respondiГі la mujer—. No ha sido la falta de alimento lo que ha hecho que me desmaye, ВЎsino la gran emociГіn que he sentido al ver funcionar el experimento!
Todos la miraron, perplejos.
—¿Pero, no lo entendГ©is? —exclamГі Bryce—. Con un instrumento como ese podremos conseguir muestras de lugares inaccesibles, como los fondos oceГЎnicos, el nГєcleo terrestre, ВЎel interior de los seres vivos! Y sin ningГєn esfuerzo. Pensad a la curaciГіn de enfermedades. No harГЎ mГЎs falta abrir un vientre para extirpar masas tumorales de manera estimativa e incompleta. BastarГЎ regular correctamente el aparato sobre la silueta del tumor y realizar el intercambio. El tumor desaparecerГЎ del cuerpo del enfermo, sin que tenga que ver siquiera un bisturГ. ВЎNos encontramos frente a una nueva era en el campo de la biologГa y de la medicina!
—Aquà tiene el té, profesora —dijo Marlon acercándole la taza, que ella tomó con gratitud.
—Tome alguno de estos —intervino Maoko, ofreciéndole unos dulces que llevaba en una bolsa—. Son muy nutritivos.
—Gracias, señorita Yamazaki —aceptó Bryce. Bebió unos sorbos de té y después comenzó a mordisquear las pastas—. ¡Qué buenos! ¿De qué están hechos?
—Son productos naturales, sin colorantes ni conservantes —declarГі inocentemente Maoko. OmitiГі precisar que estaban hechos fundamentalmente de judГas Azuki, ya que conocГa la dificultad de los occidentales para apreciar dulces que no estuvieran basados en harina de algГєn cereal.
La profesora Bryce comГa con apetito y se habГa recuperado completamente.
Los otros se habГan relajado, mientras tanto, y habГan vuelto a sus puestos.
—No habГa pensado a todas estas implicaciones —admitiГі McKintock, pensativo, que hasta entonces sГіlo habГa pensado en el transporte de objetos—. En efecto, las posibilidades de aplicaciГіn son enormes. Con este sistema podremos revolucionar la ciencia y la tГ©cnica.
—Por eso estamos aquà —dijo Drew, dirigiГ©ndose a todos ellos—. Tenemos que estudiar este fenГіmeno y llegar a controlarlo. Durante los experimentos que hemos hecho hasta ahora Marlon y yo hemos conseguido cambiar la forma y la dimensiГіn de la materia desplazada, pero nunca hemos podido cambiar el destino, el punto B, no sabemos por quГ©. El material que os hemos dado esta maГ±ana contiene la informaciГіn sobre el dispositivo, y los informes de cada transferencia de materia que hemos realizado, con los parГЎmetros correspondientes, las regulaciones micromГ©tricas, la energГa utilizada y el resultado obtenido. Ahora tenemos que encontrar la base teГіrica del experimento.
—¿A quГ© debГa servir esta mГЎquina? —preguntГі Kobayashi—. ВїPor quГ© la construiste, al principio?
—QuerГa hacer experimentos sobre una ionizaciГіn a baja energГa de los gases —mintiГі Drew, para no revelar su tentativo pueril de liberarse del yugo de su hermana con el corte de cГ©sped.
—Entiendo. —Kobayashi empezó a ojear la documentación—. ¿Has intentado sustituir este generador y ver si el efecto se sigue produciendo? —preguntó, señalando una parte del esquema.
—No, Nobu. No hemos modificado nada, para no arriesgarnos a perder para siempre la posibilidad de realizar el experimento con éxito.
—Muy bien, Drew-san. Lo primero que hay que hacer, sin duda alguna, es construir un sistema idéntico a este y ver si funciona.
Drew no lo habГa pensado.
Era obvio que Nobu tenГa razГіn.
—Marlon, haz una copia de la lista de elementos y consigue rápidamente todos los elementos disponibles comercialmente. Algunas partes las construimos a mano. Me ocuparé de ello personalmente. —Miró a su grupo de investigación—. Compañeros, ¿qué pensáis de todo esto?
Schultz estaba hablando con Kamaranda. InterrumpiГі lo que decГa y se dirigiГі a Drew.
—Lester, nos parece muy extraño que hayas podido producir un efecto tan revolucionario con un método tan simple. Piénsalo un poco. Han pasado ya dos siglos que el hombre experimenta con los campos electromagnéticos, usando las máquinas más complejas con los enfoques más variados. En todo este tiempo, es sorprendente que nadie se haya topado nunca con este fenómeno.
—Yo tambiГ©n estoy sorprendido, amigos mГos. Por eso tenemos que comprender por quГ© se produce, y asГ podremos comprender tambiГ©n por quГ© todavГa no lo habГa observado nadie.
—Tiene que estar produciГ©ndose una distorsiГіn extrema en el tejido espacio temporal —y volviГі a hablar con Kamaranda. Los dos se acercaron a una pizarra y empezaron a escribir ecuaciones, a trazar grГЎficos con ejes inclinados, corregir y volver a escribir. El resto del laboratorio habГa dejado de existir para ellos.
—Bien, señoras y señores —dijo McKintock—, les recuerdo que este trabajo es absolutamente confidencial. No debéis hablar de ello con nadie, y por ninguna razón. Yo vuelvo a mi despecho, y espero sus noticias. Gracias por su valiosa colaboración —concluyó, y se marchó.
—Profesor Drew, Вїha intentado poner una muestra en el punto B, dejando vacГo el punto A, y activar el aparato? —intervino Jasmine Novak por primera vez, desde el inicio de la reuniГіn.
—TodavГa no. Podemos hacerlo ahora. Profesora Bryce, Вїviene conmigo?
—¡Por supuesto! —respondiГі ella alegremente. El tГ© y las pastas habГan cumplido con su funciГіn.
Se dirigieron al despacho de Bryce, mientras Novak permanecГa en el laboratorio estudiando la informaciГіn.
Una vez en su despacho, Bryce cogiГі de su silla el trozo de plГЎstico que habГan transferido, y lo observГі con atenciГіn, girГЎndolo en todas las direcciones. ParecГa perfectamente Гntegro. Drew, mientras tanto, se dio cuenta de que no conocГa con precisiГіn la posiciГіn del punto B, sino solo una indicaciГіn aproximativa: un poco sobre el asiento de la silla. Por lo tanto, no podГa colocar la muestra como habrГa hecho con el punto A. MirГі a su alrededor y vio un trozo de espuma de poliestireno en una caja de productos quГmicos en una estanterГa. TenГa cincuenta centГmetros de largo, y unos treinta de ancho y de alto. ConvenГa a su propГіsito. Lo apoyГі sobre la silla, vertical, esperando que el punto B quedara en su interior.
—Me quedaré aquà para reorientar la muestra si hiciera falta —dijo Bryce.
—De acuerdo. Estaremos en contacto por teléfono. Permanezca lejos de la silla.
La profesora sonriГі, al mismo tiempo que asentГa, y Drew volviГі al laboratorio.
—Ahora intentaré transferir espuma de poliestireno de B a —anunció.
Maoko cerrГі la carpeta con los documentos y se acercГі al ordenador.
—Profesor, ¿puedo? —le preguntó.
Drew vio que Kobayashi se habГa acercado a los instrumentos y miraba sonriente las regulaciones micromГ©tricas.
ВЎYa habГan leГdo todos los informes y sabГan utilizar el dispositivo! Drew estaba incrГ©dulo.
—¡Te lo ruego! —aceptó Drew, calurosamente.
Maoko se sentГі frente al ordenador, verificГі los parГЎmetros y mirГі a Kobayashi. Este inclinГі su cabeza como gesto afirmativo. La muchacha presionГі la tecla de activaciГіn e, instantГЎneamente, apareciГі un cubo de unos cinco centГmetros de lado sobre la placa denominada В«punto AВ».
Novak habГa observado todo en silencio.
—Profesor Drew, pregunte a Bryce si ha notado algún efecto en la muestra en el momento de la transferencia —solicitó.
Durante el experimento, Bryce habГa permanecido fuera del campo de la cГЎmara, que encuadraba el bloque de poliestireno colocado sobre la silla; aparentemente seguГa en la misma posiciГіn en la que lo habГa puesto Drew.
El fГsico cogiГі el telГ©fono y marcГі el nГєmero del despacho de Bryce. Ella respondiГі inmediatamente.
—¿S�
—Hemos hecho una transferencia exitosa hace unos treinta segundos. ¿Ha notado algo particular, sonidos, vibraciones u otro?
—Absolutamente nada. Si no me lo hubiera dicho, habrГa jurado que no habГa pasado nada. Y, sin embargo... —entrГі en el campo visual que se mostraba en la pantalla, cogiГі el poliestireno y lo puso delante de la lГЎmpara de su escritorio, para observarlo por transparencia—, sГ, a esta altura hay un punto en que la luz pasa mГЎs fГЎcilmente. DirГa que es un ГЎrea de unos cinco centГmetros de lado.
—Perfecto, gracias, profesora. Espere un momento, por favor.
MirГі a Novak interrogativamente.
—Hasta ahora hemos intercambiado materia sólida y aire —dijo ella—. Probemos ahora sólido y sólido.
Drew asintiГі.
—Profesora, por favor, coloque el poliestireno para que haya materia sólida en el punto B.
—De acuerdo.
Mientras tanto, Bryce habГa marcado un cГrculo en una cara del bloque de espuma con un rotulador, a la altura del punto en que la materia habГa desaparecido. ColocГі el mismo bloque de poliestireno, pero esta vez girado ciento ochenta grados. El punto B correspondГa a una parte intacta de la muestra.
Drew cogiГі un cubo de hierro de su caja de muestras, de cinco centГmetros de lado, y lo colocГі sobre la placa.
—Preparados —dijo a sus compañeros japoneses.
Maoko activГі el aparato e inmediatamente despuГ©s Bryce exultГі por telГ©fono:
—¡Funciona! El bloque se ha vuelto más pesado, he visto como se ha hundido más en la silla. Esperad un momento.
LevantГі el bloque de espuma y notГі el aumento de peso. El examen a contraluz confirmГі que el bloque de hierro estaba contenido en el de poliestireno, despuГ©s de haber sido intercambiado desde el punto A por un trozo de poliestireno de idГ©ntico tamaГ±o, el cual aparecГa ahora sobre la placa en el laboratorio de fГsica.
Observar ese intercambio directamente, mirando la placa y la pantalla a su lado, fue una experiencia extraordinaria para todos; cuando Maoko apretГі la tecla de activaciГіn los dos bloques cambiaron de lugar, simplemente, como si fuera lo mГЎs natural del mundo.
—Tengo la impresiГіn de que el fenГіmeno tiene que ver con la geometrГa intrГnseca del espacio, y que prescinde completamente de lo que el espacio contiene —observГі Novak. Se acercГі a Kamaranda y Schultz y les contГі este Гєltimo experimento, asГ como sus consideraciones. Los dos estudiosos se miraron, despuГ©s el hindГє levantГі los hombros y borrГі toda la pizarra. Se quedaron pensando un momento, y despuГ©s volvieron a escribir, con los comentarios de Novak sobre algunos detalles de las ecuaciones. En general seguГa una breve discusiГіn, despuГ©s modificaban la ecuaciГіn, y continuaban.
AsГ pasaron algunas horas.
Bryce fue a dar unas lecciones; sus estudiantes se preguntaron ese dГa quГ© podrГa haber pasado: no era seca y exigente como solГa, sino que parecГa colmada de una felicidad interior, de cuya causa no tenГan ninguna pista.
Kobayashi y Maoko empezaron a cambiar parГЎmetros y regulaciones micromГ©tricas en el dispositivo de una manera mГЎs sistemГЎtica y organizada que Drew y Marlon aquella noche determinante. Drew les habГa dado un gran nГєmero de muestras para las pruebas, y pudieron realizar numerosos experimentos. Hacia mediodГa, sin embargo, Kobayashi se puso de pie con rabia y lanzГі varias imprecaciones en japonГ©s, despuГ©s apoyГі las manos sobre la mesa del laboratorio y observГі con hostilidad el montaje. HabГa algo que no cuadraba. Antes de realizar el Гєltimo intercambio habГan configurado una regulaciГіn compleja, derivada de todos los apuntes y los esquemas que habГan escrito y que estaban apoyados ordenadamente sobre la mesa de al lado. Pero el resultado no era el que esperaban.
—¿Por qué no se desplaza el punto B? ¡Maldita sea! —exclamó Kobayashi.
Maoko tenГa una expresiГіn oscura y mostraba una frustraciГіn evidente. Ella tambiГ©n se levantГі, y cogiГі unos apuntes para releerlos por enГ©sima vez en busca de algГєn error.
—No hay errores, Kobayashi-san —declaró tras unos instantes—. Es como si hubiera otra placa polarizada que mantiene el campo en la misma posición.
—¡Pero no hay otras placas, Maoko-san! —respondiГі irritado el japonГ©s—. Hay algo que no vemos, algo que se nos escapa. Y, ademГЎs, ВїdГіnde estarГa esa tercera placa, segГєn tГє?
Maoko mirГі hacia arriba, al techo.
—AllГ, profesor —dijo, seГ±alando arriba.
—¡Drew-san! —llamó Kobayashi con voz tensa.
Drew estaba construyendo unas piezas para construir la segunda mГЎquina. Se acercГі a grandes pasos a los japoneses.
—Dime, Nobu.
—¿Qué hay sobre el falso techo?
Drew lo mirГі con la boca abierta.
—¿Sobre el techo? —preguntó, estupefacto—. ¿Qué quieres decir con «sobre el techo»?
—Dentro del techo —insistiГі, impaciente Kobayashi. Cuando no conseguГa resolver un problema se volvГa irascible—. ВїPodrГa haber metal, que tГє sepas? ВїUna enorme y larga placa de metal?
Drew lo mirГі aturdido, despuГ©s, de golpe comprendiГі lo que le estaba preguntado su compaГ±ero japonГ©s.
—En el techo no lo sé, pero sé lo que hay sobre el techo— respondió—. Hay un laboratorio de ciencia de los materiales. Vamos a verlo.
Seguido por Kobayashi y Maoko, Drew saliГі del laboratorio y empezГі a subir las escaleras. AbriГі con violencia las puertas del laboratorio, dejando paralizados a los estudiantes que estaban trabajando allГ, y se dirigiГі a la zona que deberГa estar sobre su montaje.
Justo allГ, tendida en el suelo, habГa una placa cuadrada de hierro galvanizado, de unos pocos milГmetros de espesor y dos metros de lado.
—¡Aquà lo tenemos! —gritó Kobayashi, señalando un lado de la placa.
Maoko lo vio y comenzГі a asentir, descargando con un suspiro profundo la tensiГіn acumulada durante esas horas.
—No comprendГamos por quГ© el punto B no se desplazaba, hiciГ©ramos lo que hiciГ©ramos. Ahora estГЎ claro —explicГі, exultante—. Esta placa hace de placa secundaria con respecto a la placa del punto A. Ambas son paralelas, y esta tiene una tensiГіn de referencia cero, porque estГЎ conectada a la tierra —y seГ±alГі el mismo punto que antes habГa identificado Kobayashi.
Siguiendo el dedo de la muchacha, Drew vio que el borde de la placa tocaba la tuberГa de desagГјe del lavabo del laboratorio. El tubo metГЎlico estaba conectado al sistema de descarga, que acababa en la tierra, en algГєn sitio. Como la tierra era la referencia de tensiГіn cero para muchos sistemas de alimentaciГіn elГ©ctrica, aquella placa resultaba jugar un rol extraГ±o en el experimento de Drew.
—Si esta placa no hubiera estado aquГ, o no hubiera estado conectada a la tierra, mi dispositivo no habrГa producido nunca el fenГіmeno que estamos estudiando —observГі Drew—. IncreГble.
—Estas son las coincidencias que hacen progresar al gГ©nero humano, amigo mГo —declarГі Kobayashi, satisfecho.
Drew se dirigiГі a los estudiantes, que los miraban desconcertados.
—¡Tú! —dijo a un chico con aire de ser espabilado—, ¡ve ahora mismo a llamar a tu profesor!
—No tienes por qué enfadarte, Drew. Llevo aquà un buen rato.
Una voz tranquila y sardГіnica saliГі de detrГЎs de una cortina de estudiantes, seguida por su propietario.
—Oh, ejem..., perdona, Morton... —dijo, embarazado, Drew—, es que esta placa de metal es un elemento fundamental del experimento que estamos conduciendo abajo. ВїTe importarГa dejarla donde estГЎ por algunas horas?
—No hay ningún problema, estimado compañero —le respondió Morton con serenidad—. Sigue trabajando tranquilamente. Pero... —dijo, mirándolo con una sonrisa—, ¡me debes un trago!
—Cuenta con ello, Morton, gracias.
Mientras volvГan abajo, Kobayashi hablГі con Maoko, y luego tradujo para Drew.
—Ahora tenemos que construir una placa secundaria mГЎs prГЎctica. BastarГЎ con una placa cuadrada de veinte centГmetros de lado y de un milГmetro de espesor. La fijaremos a un soporte regulable y la colocaremos inicialmente a diez centГmetros sobre la placa del punto A. Por supuesto, la conectaremos a la tierra para que tenga el mismo comportamiento elГ©ctrico que la placa del laboratorio de ciencias de los materiales.
Drew se puso a trabajar en ello inmediatamente y en una hora la placa secundaria estaba lista.
Kobayashi la colocГі como habГa pensado, y despuГ©s buscГі una muestra en la caja de Drew para ponerla en el punto A. La caja estaba completamente vacГa: habГan usado todo lo que habГan puesto a su disposiciГіn.
—¿No hay nada más que podamos utilizar? —preguntó Kobayashi con impaciencia.
—Déjame que piense... —Drew miró a su alrededor y, como no encontró nada, cogió un vaso de plástico lleno de agujas transparentes de cristal y se lo dio al japonés.
—Usa esto. No sé qué es, pero creo que no es nada especial.
Kobayashi colocГі el vaso en la placa del punto A y despuГ©s, sin tocar ninguna regulaciГіn, hizo un gesto a Maoko, que pulsГі la tecla de activaciГіn.
Al instante, una fuerte explosiГіn sacudiГі el laboratorio. Todos se tiraron al suelo, aterrorizados. Drew no podГa respirar y la lanzГі hacia la puerta. La abriГі de par en par y volviГі dentro a ayudar a los demГЎs.
Novak estaba tirada en el suelo, boca abajo, inconsciente. Schultz y Kamaranda se estaban levantando en ese momento; jadeantes sujetaron a la noruega, cogiГ©ndola por debajo de los brazos uno y el otro por los pies, y la llevaron a fuera.
Maoko y Kobayashi habГan salido por su propio pie y estaban respirando a grandes bocanadas.
Drew se habГa recuperado bastante bien y se precipitГі hacia Novak. Kamaranda la estaba sacudiendo fuertemente, mientras Schultz le mantenГa las piernas algo elevadas, para favorecer la circulaciГіn. En pocos segundos la mujer recuperГі la consciencia y, con ayuda de sus compaГ±eros, se puso de pie.
Mientras tanto habГan llegado numerosas personas de las zonas cercanas.
Drew minimizГі el incidente para no llamar la atenciГіn sobre su investigaciГіn secreta.
—Ha explotado una alimentación, nada de particular. Ya sabéis lo que pasa, cosas viejas, no hay dinero para renovar el material, y asà pasan estas cosas.
Estudiantes y compaГ±eros de los otros laboratorios asintieron con comprensiГіn y, viendo que las personas implicadas estaban bien, aunque tambiГ©n algo aturdidas, volvieron a sus tareas.
En ese momento volviГі la profesora Bryce.
HabГa oГdo la explosiГіn de lejos, mientras se dirigГa al laboratorio, y se habГa dado prisa para llegar.
—¿Qué habéis hecho? —preguntó, preocupada, viéndolos en ese estado, con la ropa estropeada y el pelo sucio y despeinado.
—TodavГa no lo sabemos —respondiГі Drew, mirando a su alrededor, desconfiado, para asegurarse de que no habГa nadie que pudiera oГrlos.
Volvieron con cautela al laboratorio.
La mesa con el experimento estaba intacta.
Drew dio la vuelta al laboratorio y de repente vio lo que habГa pasado.
En la zona de la cafeterГa, la botella de agua habГa explotado.
Era una botella de diez litros y no habГa quedado ni un hilo de plГЎstico del material que la constituГa.
A su alrededor, todos los objetos metГЎlicos estaban corroГdos y echaban humo. La pared estaba ennegrecida y, en el suelo, el lГquido incoloro se mezclaba con fragmentos caГdos de los objetos daГ±ados.
—Pero ¿qué habéis hecho? —preguntó de nuevo Bryce.
Kamaranda, Schultz y Novak miraron inquisitivos a Drew y a los dos japoneses.
—Bueno... hemos construido una nueva pieza para la máquina, la hemos montado y hemos intentado transferir una muestra. Eso es todo —dijo Drew, inseguro.
Maoko y Kobayashi miraban delante de ellos sin expresiГіn alguna.
—¿Una muestra? ¿Qué muestra? —se informó, alarmada, Bryce.
—Ejem... —empezГі Drew—, como nuestras muestras se habГan acabado busquГ© por el laboratorio y encontrГ© un vaso lleno de cristales transparentes con forma de aguja... estos de aquà —y seГ±alГі un vaso idГ©ntico al primero, en un estante.
La profesora Bryce palideciГі.
—¡Desgraciado! —gritó— ¡eso es yoduro de berilio!
Todos los presentes la miraron con expresiГіn embobada.
—¿No lo entendГ©is? —gritГі todavГa mГЎs fuerte—. ВЎEl yoduro de berilio es fuertemente higroscГіpico y reacciona violentamente con el agua! Y la reacciГіn produce ГЎcido yodhГdrico, ВЎuno de los ГЎcidos mГЎs corrosivos! TenГ©is suerte se seguir estando enteros. ВїPero cГіmo se os ha ocurrido mandarlo a la botella de agua?
Los dos japoneses seguГan sin hablar, pero Drew los mirГі con intensidad.
—No podГamos prever dГіnde estarГa el punto B con la nueva placa —dijo Kobayashi con una voz ГЎtona—. Este ha sido el primer experimento, y en funciГіn de este resultado podremos comenzar a calibrar una escala dimensional para situar el destino de los intercambios.
Maoko asintiГі frГamente.
—¿Os dais cuenta del peligro que habГ©is ocasionado? —exclamГі Novak—. Esa muestra podГa acabar en cualquier lugar, ВЎincluso dentro de una persona!
—¿Y entonces? —la confrontГі Maoko —. ВїA lo mejor usted es una gran cientГfica y tenГa otra soluciГіn? ВїNos habГ©is dado algГєn elemento que nos permitiera calibrar la mГЎquina? ВЎNo! AsГ que nosotros tenГamos que experimentar. Y el riesgo estaba aceptado. Nosotros tambiГ©n estГЎbamos en este laboratorio. ВЎEl problema de vosotros, occidentales, es que para vosotros la muerte es lo peor que puede ocurrir, mientras que, para nosotros, orientales, es tambiГ©n una cuestiГіn de honor! ВЎMorir de manera honorable, realizando una gran empresa, es uno de nuestros valores supremos! —concluyГі la pequeГ±a japonesa con los ojos en llamas y apretando los puГ±os.
Novak iba a responder, pero Drew intervino para calmar los ГЎnimos.
—Calma, por favor. En efecto, no veo cГіmo podrГamos haberlo hecho de otra manera, sin una teorГa consolidada. ВїPero cГіmo ha llegado el yoduro de berilio a un laboratorio de fГsica?
Nadie respondiГі, pero la profesora Bryce cogiГі el vaso que quedaba y se lo llevГі. Aquella maГ±ana habГa llegado a la reuniГіn con dos vasos, que debГa llevar a su laboratorio para algunos experimentos rutinarios, y los habГa dejado temporalmente en un estante. El desmayo y toda la actividad posterior, con los intercambios de muestras entre el laboratorio y su despacho, le habГan hecho olvidar sus muestras completamente.
CapГtulo X
Marlon habГa tenido suerte.
Buena parte de los elementos necesarios para la construcciГіn de la segunda mГЎquina la habГa encontrado en otros laboratorios de fГsica y de ingenierГa electrГіnica. El resto lo consiguiГі por un proveedor cerca de la universidad, al que pudo llegar en bicicleta.
Todo cabГa en una caja de tamaГ±o mediano y que pesaba algunos kilos; como ya era mediodГa fue a comer a la cafeterГa de la universidad, llevando la caja consigo.
Como cada dГa, la comida en la cafeterГa era la ocasiГіn de ver a Charlene. En cuanto ella lo vio con aquella caja y una expresiГіn jadeante comprendiГі que algo estaba sucediendo, probablemente relacionado con el extraГ±o comportamiento de Joshua desde hacГa algunos dГas. Esa actitud misteriosa, esa tensiГіn interior que se entreveГa a pesar de los esfuerzos del chico por disimularla, la convencГan mГЎs y mГЎs que su novio portaba un gran secreto, tan secreto que no podГa contГЎrselo ni siquiera a ella.
IntentГі provocarlo.
—¿Qué tal? —preguntó deliberadamente con un tono ansioso—. Me tienes preocupada, Joshua. Estás taciturno, no hablas de tus estudios, ¡y ni siquiera has venido a verme a mi habitación! —acabó, con malicia.
—Oh, sГ, perdona, amor mГo —intentГі tranquilizarla Marlon—, estoy preparando un dispositivo complicado y estoy muy concentrado en el trabajo.
—¿Asà que no tienes tiempo para m� —respondió ella, molesta.
—¡No, no es eso! Es que se trata de un experimento muy delicado que... —mirГі a su alrededor con aire circunspecto —que solo puedo hacer yo. Si sale bien, tendrГ© un Г©xito tal en mi carrera que nadie podrГЎ igualarme —concluyГі, susurrando en su oГdo.
No habГa mentido y tampoco habГa revelado informaciones reservadas. Estaba a gusto con su conciencia y esperaba haber satisfecho a su novia.
—Ah, es eso entonces —Charlene respondiГі con una falsa expresiГіn de alivio. Marlon era un libro abierto para ella, que tenГa un instinto natural para captar las mentiras. AdemГЎs, el hecho de estudiar psicologГa le habГa permitido estudiar las microexpresiones faciales, lo cual la habГa apasionado de tal manera que habГa empezado a estudiar por su cuenta todo lo que habГa encontrado sobre el tema, en paralelo a los cursos normales de su facultad. VeГa con toda claridad que Marlon estaba tratando con algo enorme y no querГa que ella lo supiera. Y habГa mГЎs, mucho mГЎs que un posible resultado brillante de sus estudios. Algo lo tenГa en vilo y al mismo tiempo lo llenaba de entusiasmo. Si Г©l no querГa o no podГa decГrselo tenГa que ser algo muy, muy secreto.
—Muy bien Joshua. Me alegro —le mintió descaradamente.
Marlon suspirГі aliviado y volviГі a comer, pensando haber acabado con las preguntas.
Charlene le ofreciГі una sonrisa y atacГі su ensalada con apetito.
В«Creo que te voy a dar una pequeГ±a sorpresa, amor mГoВ», pensГі para sГ, y comenzГі a preparar una estrategia para conseguir de una vez por todas, una respuesta.
No podГa soportar, de ninguna manera, que su novio tuviese secretos con ella.
CapГtulo XI
Marlon acabГі de comer sobre la una, se despidiГі de Charlene y volviГі al laboratorio.
Durante el trayecto se cruzГі con la profesora Bryce; tenГa una expresiГіn oscura y lo ignorГі cuando Г©l fue a saludarla.
En cuanto abriГі la puerta del laboratorio se dio cuenta de que habГa ocurrido algo grave. Todos tenГan la ropa sucia y arrugada, y, en el laboratorio, reinaba el caos. Un humo acre se desprendГa todavГa de las partes metГЎlicas atacadas por el ГЎcido, la zona de descanso estaba destrozada y muchos instrumentos parecГan daГ±ados definitivamente. Por suerte, el montaje para los intercambios estaba intacto, gracias a un armario que lo habГa protegido de la explosiГіn.
NotГі un mal humor generalizado y, sobre todo, una hostilidad evidente entre Maoko y Novak, que se miraban con expresiГіn arisca.
Cuando lo vio entrar, Drew lo llamГі.
—Hemos provocado una explosión, Marlon —le explicó el profesor con aire grave.
Drew le contГі lo que habГa ocurrido esa maГ±ana y acabГі con la descripciГіn del accidente. El estudiante lo escuchГі con preocupaciГіn creciente.
—Profesor, esto significa que, en cada intercambio que intentemos hacer a partir de ahora no sabremos dónde está el punto B —dijo, mostrando sus temores—. Me parece muy peligroso. ¿Qué podemos hacer?
—Por ahora, parar. Como ves —dijo Drew, señalando a sus compañeros y a sà mismo—, todos necesitamos hacer una pausa y comer. ¿Has encontrado el material?
Marlon asintiГі y posГі la caja sobre una mesa cercana.
—Muy bien, Marlon. ¿Tú has comido ya?
—SГ, profesor.
—Perfecto. Quédate aquà vigilando. Nosotros vamos a recargar las pilas. —Llamó a los demás—. Compañeros, ¿todos de acuerdo para hacer una pausa?
Todos asintieron vigorosamente.
—Muy bien. Nos vemos aquà otra vez, digamos a las... —propuso al mismo tiempo que miraba el reloj—, a las cuatro.
Los cientГficos salieron y Marlon se quedГі solo.
IntentГі ordenar el laboratorio, aunque la tarea era ardua. AbriГі las ventanas de par en par para crear una corriente de aire que se llevara el humo que todavГa quedaba. Se puso unos guantes y, escoba en mano, recogiГі todos los fragmentos que vio por el suelo. Los trozos mГЎs pequeГ±os habrГan ido seguramente a los huecos entre los muebles y a los rincones mГЎs inaccesibles del local; difГcil encontrarlos sin desmontar todo y desordenando todavГa mГЎs el laboratorio. Esos fragmentos los iban a encontrar durante los prГіximos aГ±os, poco a poco, los mГЎs fervientes a la limpieza y los estudiantes que trabajaran allГ. Ninguno de ellos sabrГa cГіmo habГan llegado allГ, a los lugares mГЎs recГіnditos, fragmentos de metal corroГdo y de plГЎstico fundido.
Algunos trozos, ademГЎs, no se encontrarГan nunca. Ya eran parte del edificio, y el recuerdo silencioso de un experimento del que no se podГa hablar, pero que era una piedra angular del progreso cientГfico.
Cuando acabГі de limpiar, Marlon liberГі completamente una mesa y, con un paГ±o hГєmedo con detergente, limpiГі el plano y despuГ©s colocГі todos los elementos que habГa encontrado, alineГЎndolos y clasificГЎndolos por tipologГa. Faltaban las piezas hechas a mano que Drew estaba preparando.
CogiГі, de otra mesa, un ordenador similar al que usaban para el experimento y lo colocГі tambiГ©n en la mesa limpia, despuГ©s instalГі los mismos programas que habГa en el otro. CompletГі la instalaciГіn con los parГЎmetros que habГan guardado en el disco la noche del descubrimiento.
Vio que la pizarra estaba llena de ecuaciones, grГЎficos y dibujos extraГ±os que, intuyГі, intentaban representar configuraciones posibles de una distorsiГіn espaciotemporal. IntentГі seguir el hilo del razonamiento expresado allГ, pero se dio cuenta de que no tenГa suficientes conocimientos para comprender todo. PodГa comprender por dГіnde habГan empezado, evidentemente, la relatividad general, pero el desarrollo era oscuro. HabГa habido numerosas correcciones, de lo que deducГa que esas mentes prodigiosas luchaban fuertemente para penetrar la esencia de ese fenГіmeno portentoso. DistinguiГі con claridad tres escrituras distintas, que se alternaban de manera completamente casual. La intuiciГіn de uno era la soluciГіn del problema que habГa bloqueado a otro, y el trabajo en la pizarra representaba con la mГЎxima evidencia cГіmo los profesores estaban aunando sus facultades para convertirse en un Гєnico supercientГfico, sin que cada individuo fuese mejor que otro.
Eso era el autГ©ntico espГritu de la investigaciГіn en grupo, y Marlon estaba feliz de formar parte de Г©l.
TodavГa estaba mirando la pizarra cuando llegaron Maoko y Kobayashi. Estaban discutiendo animadamente, en japonГ©s, algo completamente incomprensible para Г©l. Por el tono de voz y los gestos, le parecГa comprender que Maoko querГa absolutamente hacer una cosa y que Kobayashi intentaba disuadirla.
Lo vieron y dejaron de discutir.
—Oh, hola, Marlon-san —lo saludГі Kobayashi—. Bien, has encontrado todo el material para la segunda mГЎquina. Podemos empezar a construirla ahora mismo. Seguiremos con los experimentos mГЎs tarde —concluyГі con energГa, mirando a Maoko directamente a los ojos y haciendo Г©nfasis en el В«mГЎs tardeВ».
La muchacha hizo una mueca y fue a buscar su cartera, donde estaba el plano de la mГЎquina.
Marlon consiguiГі los distintos cables, tornillos, y una variedad de accesorios para el montaje. DespuГ©s colocГі sobre la mesa las herramientas necesarias: alicates, destornilladores, tijeras e incluso un taladro elГ©ctrico para perforar agujeros
Kobayashi y Г©l empezaron a perforar la placa soporte, mientras Maoko daba las indicaciones con las medidas. DespuГ©s montaron los elementos verticales del esqueleto del dispositivo. Colocaron algunos componentes en estos elementos y los conectaron a una caja elГ©ctrica de conexiones sujeta a la placa. Prepararon con cuidado un imГЎn que formaba un circuito resonante junto con un condensador constituido por dos placas una en frente de la otra, y cuya distancia se podГa regular con un tornillo micromГ©trico. Regularon la distancia a tres milГmetros exactamente, el mismo valor con el que estaba calibrado el condensador de la mГЎquina original.
DespuГ©s de cada fase de montaje, Maoko verificaba que las conexiones y las regulaciones correspondieran perfectamente a lo que indicaban los documentos.
Colocaron el generador de alta tensiГіn en la placa de soporte y lo conectaron a la caja de conexiones y al imГЎn.
Los parГЎmetros que iban modificando durante los experimentos influГan en la tensiГіn, la corriente y la forma de la onda producida por el generador, por lo que conectaron este componente al ordenador para controlarlo.
Mientras fijaban los soportes para dos retГculos de ionizaciГіn llegГі Drew, seguido en muy poco tiempo por Novak, Schultz y Kamaranda.
—Veo que habéis avanzado. Fenomenal —dijo Drew, observando el trabajo realizado. Fue a coger una caja y se la dio a Marlon—. Aquà están las piezas que he construido esta mañana. Faltan la placa del punto A y la placa secundaria —miró a Kobayashi, incierto.
El japonГ©s le devolviГі la mirada con aspecto serio.
—La mГЎquina tiene que ser exactamente igual, Drew-san —dijo—. Si el comportamiento es idГ©ntico al de la mГЎquina original, sabremos que el efecto de intercambio es una realidad cientГfica, reproducible y utilizable. Si no, tendrГЎs que olvidar todo lo que hemos hecho hasta ahora.
Los cientГficos noruego, hindГє y alemГЎn ya estaban en la pizarra, concentrados en una ecuaciГіn particular.
Drew estaba contra las cuerdas y no tenГa alternativas.
Fue al banco mecГЎnico y preparГі las dos placas.
Cuando se las llevГі a Kobayashi, vio que todo lo demГЎs ya estaba montado. Maoko estaba guiando a Marlon para la regulaciГіn de una distancia micromГ©trica
(#litres_trial_promo).
—Un poco mГЎs... mГЎs... no, ВЎdemasiado! —La muchacha medГa con un micrГіmetro digital el espacio entre dos retГculos de ionizaciГіn—. Hacia atrГЎs despacio... sigue... despacio... ВЎpara! Un poco mГЎs, pero poco, poco... cuidado... y... ВЎpara!
Marlon retirГі inmediatamente su mano del tornillo de regulaciГіn, sin rozarlo.
Maoko se enderezГі, respirГі, y volviГі a inclinarse sobre la mesa para repetir la medida y comprobar que correspondГa a los datos iniciales.
—Cuatrocientos treinta y siete micrómetros. Perfecto. Fija el tornillo.
Marlon abriГі y cerrГі varias veces la mano, para relajar los mГєsculos cansados, y despuГ©s la acercГі lentamente al tornillo de regulaciГіn micromГ©trica para, con la mГЎxima delicadeza, apretar la arandela de fijaciГіn concГ©ntrica. Aguantaba la respiraciГіn para no provocar movimientos indeseados de la mano. Se retirГі y mirГі a Maoko.
Ella no habГa quitado los ojos del micrГіmetro en ningГєn momento.
—Bien —declaró, mirando seriamente la pantalla del instrumento.
MirГі a Drew.
—En nuestra opiniГіn —dijo, mirando a Kobayashi, que aprobГі con la cabeza—, esta regulaciГіn es probablemente la mГЎs crГtica del proyecto. Durante la generaciГіn de energГa necesaria para que ocurra el intercambio, los retГculos producen un campo ionizado especial que genera un efecto secundario en el espacio a su alrededor, se acopla con las placas del punto A, la primaria y la secundaria, y, de alguna manera, provoca el intercambio.
—El ordenador da la orden al generador de alta tensiГіn para que genere un impulso de energГa de una duraciГіn de medio segundo —continuГі Kobayashi—. Hemos observado que cambiar la duraciГіn del impulso influye poco sobre el funcionamiento. El efecto se produce siempre del mismo modo, con la condiciГіn de que la duraciГіn sea de al menos dos dГ©cimas de segundo. Por encima de ese umbral no se manifiestan cambios en el resultado del intercambio. Suponemos que el campo ionizado de los retГculos alcanza la intensidad Гіptima cuando se impone, al menos durante el intervalo de tiempo mГnimo, un valor de 1.123,08 V al parГЎmetro K22 con una distancia entre los retГculos de 437 micrГіmetros. Otros parГЎmetros del sistema varГan las dimensiones y la forma de la materia intercambiada, y queda por determinar quГ© determina las coordenadas del destino, para lo que hay que experimentar a partir del punto B, que la placa secundaria ha desplazado a este laboratorio.
—Bien —asintió Drew, serio—. Sigamos.
Montaron las placas A y A2, como habГan denominado la placa secundaria, y Maoko controlГі de nuevo todas las conexiones y las regulaciones.
Marlon se sentГі frente al ordenador, lanzГі el programa necesario y comprobГі la comunicaciГіn con el generador. Funcionaba perfectamente. Se volviГі hacia los demГЎs con expresiГіn interrogante.
Drew estaba angustiado. Todo estaba listo para ensayar la segunda mГЎquina, pero Г©l tenГa pavor de que el intercambio ocurriera en el interior de una persona. HabrГa sido un desastre, una tragedia para su carrera y para el futuro de la ciencia. Incluso para la vГctima, para ser sinceros.
Kobayashi lo miraba como un samurГЎi habrГa mirado a un compaГ±ero que no se atrevГa a suicidarse por honor. Drew sentГa el desprecio de su amigo, pero no podГa cambiar su manera de sentirse. No tenГa miedo solo por sГ mismo, sino por todos los demГЎs.
Maoko colocГі los puГ±os sobre sus caderas, inclinГі la cabeza y se puso a mirarlo de soslayo, molesta, esperando.
Marlon lo miraba, nervioso.
Drew dudГі todavГa, inseguro, pero finalmente se decidiГі.
—De acuerdo —dijo, con resolución—. Intentémoslo.
Maoko se acercГі al ordenador y mirГі a Marlon intensamente. Г‰l entendiГі y se levantГі enseguida, incluso aliviado de que le hubieran relegado de esa responsabilidad.
Maoko se sentГі e introdujo los valores de todos los parГЎmetros, y luego mirГі a Drew.
—Una muestra, por favor —dijo con voz seca, como el viento que azota la cima del monte Fuji.
Drew mirГі alrededor, despuГ©s eligiГі un pequeГ±o prisma de cristal y lo situГі en la placa primaria.
Maoko mirГі a Kobayashi, que observГі por Гєltima vez los instrumentos para asegurarse de que todo era correcto, y despuГ©s afirmГі con un gesto de la cabeza.
La joven acercГі el dedo a la tecla de activaciГіn, dirigiГі su mirada a la muestra, e hizo un ademГЎn para apretar la tecla, cuando un grito de Novak la paralizГі al instante.
—¡Quietos! —chillГі, corriendo hacia la mesa de experimentaciГіn seguida por Schultz y Kamaranda—. ВЎNo actives la mГЎquina! ВЎTodos quietos! —ordenГі, agitadГsima.
Maoko retirГі la mano del teclado y mirГі con odio a Novak.
—Hemos comprendido cómo se definen las coordenadas —continuó la mujer noruega—. Están directamente relacionadas con la distancia entre la placa primaria y la secundaria según una función matemática que analizaremos más tarde, pero el problema es que, según nuestro trabajo, hay una relación particular con la longitud de Planck
(#litres_trial_promo).
Drew la mirГі atГіnito.
—¿Qué quieres decir exactamente?
—Quiero decir que algunos de vuestros estimados parГЎmetros influyen sobre las coordenadas de destino, mГЎs de lo que cabrГa esperar, pero sГіlo si se ajustan a valores muy especГficos y de acuerdo con combinaciones bien definidas —anunciГі triunfalmente—. Hasta esta maГ±ana el destino se encontraba en el despacho de la profesora Bryce solo porque la relaciГіn con la distancia entre la placa del punto A y la placa en el laboratorio encima de este no cambiaba con una combinaciГіn de los parГЎmetros oportunos. Cuando habГ©is montado la nueva placa secundaria el experimento ha funcionado igualmente, solo que, al ser menor la distancia entre las placas, el destino del intercambio tambiГ©n se ha reducido. Hemos encontrado una funciГіn aproximada que puede explicar este comportamiento. Por suerte para todos nosotros, no habГ©is encontrado las combinaciones cruciales con vuestros experimentos. Hay tres parГЎmetros, el K9, el K14 y el R11, que, segГєn lo que hemos comprendido, componen una triada de traslaciГіn. La triada desplaza el punto B de una mera posiciГіn relacionada con la distancia entre la placa A y la placa A2, corregida con la funciГіn que he mencionado, a una posiciГіn en el espacio completamente arbitraria. Y cuando digo arbitraria quiero decir В«donde seaВ» —Kamaranda y Schultz asentГan vigorosamente.
—Quiere decir... —balbuceó Drew.
—Quiero decir, egregio profesor Drew, que configurando correctamente la triada podemos situar el punto B en una posición cualquiera del universo conocido —concluyó Novak con los ojos brillantes y la expresión animada.
Drew estaba como loco. HabГa aguantado la respiraciГіn durante la explicaciГіn de la cientГfica y ahora le faltaba el oxГgeno.
Marlon tenГa un sudor frГo causado por todo lo que acababa de aprender, mientras Kobayashi y Maoko sonreГan satisfechos. QuiГ©n sabe por quГ©.
—La longitud de Planck aparece en la ecuaciГіn de la traslaciГіn para establecer posiciones discretas del punto B —explicГі Schultz—. Esto significa que, por ejemplo, podemos situar el punto B en la superficie de JГєpiter, en las coordenados con latitud 30Вє N y longitud 125Вє E, y ni un metro mГЎs lejos, mГЎs cerca, arriba o abajo. La destinaciГіn alternativa mГЎs cercana podrГa estar a 100 kilГіmetros de distancia. Esto es solo un ejemplo, cuidado, porque todavГa tenemos que encontrar los valores reales, y ademГЎs hay que experimentar con la triada.
—Entonces... —tentó Drew.
—Entonces —intervino Kamaranda— si la mГЎquina que acabГЎis de construir presenta alguna diferencia, por pequeГ±a que esta fuera, estructural o de regulaciГіn, el destino se desplazarГЎ. En vez de donde estaba la botella de agua, ahora destruida, el punto B se encontrarГa en otro sitio, siendo la magnitud del desplazamiento proporcional a la longitud de Planck segГєn la funciГіn que hemos encontrado.
—¡La máquina es igual! —exclamó Maoko con rabia, pero Kobayashi posó su mano sobre el brazo de la chica para calmarla.
—Hemos situado los retГculos de ionizaciГіn a 437 micrГіmetros de distancia —dijo el cientГfico japonГ©s—. El instrumento que hemos usado para calibrar la distancia tiene una resoluciГіn de un micrГіmetro, por lo que el valor exacto puede variar entre 436,5 y 437,4 micrГіmetros
(#litres_trial_promo). Supongamos que la distancia sea de 436,9 micrГіmetros. ВїDГіnde estarГa el punto B?
Novak, Kamaranda y Schultz volvieron a la pizarra, borraron una zona que no era indispensable y desarrollaron la funciГіn basГЎndose en los datos reales recibidos de sus compaГ±eros. La ecuaciГіn era compleja y tardaron unos minutos, hasta que Schultz anotГі el resultado en una hoja y los tres volvieron a la mesa con el dispositivo.
—Suponiendo que no queremos modificar la triada —dijo el alemГЎn—, es decir, dejando los parГЎmetros como estГЎn, el punto B estarГa a unos 18,6 metros respecto a la botella de agua. La direcciГіn del desplazamiento no sabemos determinarla todavГa, asГ que imaginaos una esfera de 18,6 metros de radio centrada en la posiciГіn de la botella. Pues bien, el nuevo punto B estarГЎ en un punto cualquiera de la superficie de esa esfera.
Drew mirГі por la ventana.
Ya era de noche. HabГa pocas personas por las avenidas de la Universidad cercanas al laboratorio. En los pisos superiores seguramente ya no habГa nadie, y lo mismo en los locales adyacentes. La superficie de la esfera imaginaria pasaba tambiГ©n bajo la tierra, ademГЎs. ВїPodrГan pasar tuberГas de gas por allГ? Drew pensaba que no. Una opresora sensaciГіn de impotencia se mezclaba con resignaciГіn se apoderГі de Г©l. SentГa como si tuviera una roca sobre el pecho que le impedГa respirar. Fue a la puerta, la abriГі y saliГі a respirar el aire fresco de su Manchester. RespirГі unas bocanadas profundas, repetidamente, mientras los demГЎs lo miraban desde dentro.
ВїPodГa pedir permiso a McKintock para realizar un experimento asГ? No, el rector lo habrГa ridiculizado por haber montado todo aquello y despuГ©s no ser capaz de controlarlo.
TenГa que asumir su responsabilidad, y tambiГ©n los riesgos asociados.
VolviГі a entrar y se dirigiГі a Schultz.
—¿CuГЎl serГa el radio de la esfera imaginaria si el retГculo de ionizaciГіn estuviera a 436,5 micrГіmetros? ВїY con 437,4?
—Unos 62 kilГіmetros en el primer caso, y 15 en el segundo. —Ya lo habГan calculado, previendo la pregunta—. Y si la distancia fuera 436,99 micrГіmetros, la esfera tendrГa un radio de pocos metros, pasando por nuestros cuerpos —aГ±adiГі Schultz para concluir.
Drew abriГі mucho los ojos durante un segundo, despuГ©s le dominГі una sensaciГіn de cansancio.
ВїCГіmo podГa experimentar con una tolerancia tan amplia?
No podГa. Y al mismo tiempo no tenГa alternativas.
—HagГЎmoslo —dijo con voz seria, bajando la cabeza y mirando al suelo con ojos vacГos.
Todos se colocaron alrededor de la mesa con la segunda mГЎquina. Novak estaba cubierta de sudor frГo, mientras que Marlon se apartГі un poco, como si esto pudiera protegerlo de alguna manera.
Maoko observГі de nuevo todo el sistema y despuГ©s presionГі la tecla con decisiГіn.
Una masa roja y densa apareciГі en lugar del prisma de cristal, desecha, y comenzГі a fluir lentamente por la placa.
Plop.
Plop.
Todos los presentes palidecieron.
Drew vomitГі allГ donde estaba, cayendo despuГ©s de rodillas sobre su propio vГіmito.
Las piernas de Novak cedieron y tuvo que agarrarse a una estanterГa, pГЎlida como un cadГЎver.
Kamaranda y Schultz se quedaron de piedra, y los japoneses no mostraron ninguna reacciГіn.
Marlon tenГa los ojos y la boca abiertos de par en par, aterrorizado.
DespuГ©s de unos segundos, sin embargo, mirando la masa roja, notГі algo.
Se acercГі para ver mejor.
HabГa algo, en medio de esa pasta.
CogiГі unas pinzas y, con un cuidado extremo, la introdujo en la masa.
DudГі un momento, despuГ©s cerrГі el pico de la pinza sobre un trozo sГіlido.
RetirГі la pinza con mucha atenciГіn y dejГі caer el objeto encontrado sobre la mesa.
Los demГЎs seguГan sus movimientos como si estuvieran en un trance, menos Drew que seguГa arrodillado, impresionado.
Marlon examinГі el objeto durante unos momentos, despuГ©s cogiГі un vaso de cristal y lo llenГі con agua de un grifo del laboratorio.
CogiГі el objeto con la pinza y lo sumergiГі en el agua, sin soltarlo. Lo sacudiГі varias veces para limpiarlo, y el agua del vaso se tornГі de color rosa.
AlzГі la pinza lentamente para sacar el objeto limpio.
Una sonrisa se dibujГі en su rostro, y emitiГі un sonoro suspiro de alivio.
—Profesor —llamó—, profesor Drew...
Drew sacudГa la cabeza, y daba la espalda a todo el mundo, como si no quisiera saber nada.
—Profesor —insistió Marlon—. Todo está bien, profesor. Mire esto.
Drew se levantГі con dificultad, sin ganas, y se acercГі reluctante.
Lo que vio lo dejГі de piedra.
Marlon sujetaba un trozo de plГЎstico rosa con la pinza, al que estaba sujeta una etiqueta estampada.
—Esta es la salsa de tomate que pongo todos los dГas sobre mi filete —explicГі el estudiante—. El comedor de la Universidad la compra directamente a Italia, a un productor artesano, y la guardan en un refrigerador que estГЎ a unos veinte metros al este de aquГ.
»Está muy rica, ¿sabe? —añadió—. Está aromatizada con orégano, mi especia preferida.
CapГtulo XII
Maoko estaba volviendo a su apartamento, caminando despacio por las avenidas del campus, iluminadas por farolas de estilo victoriano. El aire de la noche era refrescante y energizante, despuГ©s de un dГa como aquel.
Estaba muy cansada, pero, al mismo tiempo, excitada por los resultados obtenidos.
Era increГble que en un solo dГa hubieran podido construir una segunda mГЎquina que funcionaba, y, ademГЎs, llegar a una aproximaciГіn a la teorГa del fenГіmeno. Drew habГa elegido bien su equipo, y la uniГіn de esos expertos habГa tenido un resultado excepcional.
Estaba feliz de que Kobayashi la hubiera traГdo con Г©l. SabГa haber contribuido de manera importante a la investigaciГіn, y esto la llenaba de orgullo. DespuГ©s de todo, habГa conseguido calibrar el retГculo de ionizaciГіn con solo 0,1 micrГіmetros de error, un valor extremadamente reducido, puesto que habГa usado un calibrador con resoluciГіn de un micrГіmetro.
LlegГі delante de la puerta de su apartamento, en una zona mГЎs bien aislada del campus. GirГі la llave en la cerradura y abriГі la puerta. Estaba dando el primer paso hacia el interior cuando un ruido precipitado la hizo girarse de golpe.
De la oscuridad surgiГі Novak, que se situГі delante de ella con ojos incendiados.
—¡SeГ±orita Yamazaki! —la interpelГі bruscamente—. ВїCГіmo se ha permitido, hoy, dirigirse a mГ de ese modo? ВЎUsted, una mera estudiante! —de manera impulsiva dio un paso hacia delate y pasГі el umbral de la puerta—. ВЎEn todos mis aГ±os de enseГ±anza no he encontrado nunca nadie tan insolente como usted! —siguiГі, hablando con desprecio—. QuizГЎ en vuestro paГs de comedores de arroz estГЎis acostumbrados a trataros como perros los unos a los otros, pero aquГ, en occidente... ВЎfff!
Maoko le habГa tapado la boca con una mano, cerrГЎndosela con fuerza. Con la otra mano la agarrГі por la muГ±eca derecha y al mismo tiempo clavГі su mirada en los ojos de la mujer noruega. Entonces Maoko abriГі los suyos de manera innatural, sin parpadear, y sus pupilas negras parecieron agrandarse desmesuradamente, irradiando una luz hipnГіtica que entraba en los ojos de Novak y la iba paralizando.
Con un pie dio un golpe a la puerta para cerrarla y, despuГ©s, mirГЎndola fijamente todavГa, le quitГі la mano de la boca muy lentamente.
Novak permaneciГі inmГіvil, con los labios medio abiertos y los ojos fuera de sus Гіrbitas.
Maoko retirГі delicadamente el bolso de su hombro y despuГ©s, lentamente, le tomГі la muГ±eca izquierda y la colocГі sobre la derecha que ya estaba sujetando, cruzГЎndolas y manteniГ©ndolas juntas con una sola mano.
Sin quitar la mirada, buscГі algo en un cesto de paja sobre un mueble cercano con la mano libre y sacГі un rollo de cuerda. TanteГі hasta encontrar el extremo justo, lo sujetГі e hizo caer el resto al suelo con destreza.
Lentamente dio unos giros de cuerda alrededor de una muГ±eca, despuГ©s alrededor de la otra, y acabГі dando unas vueltas alrededor de las muГ±ecas cruzadas, sujetando todo con un nudo doble.
Novak estaba completamente paralizada.
Maoko dejГі correr una pequeГ±a longitud de cuerda para mantenerla en tensiГіn con las muГ±ecas de Novak, alzados a la altura de su abdomen.
DoblГі ligeramente las rodillas y con la otra mano recogiГі el rollo, con un movimiento veloz de los ojos apuntГі, y con estilo magistral lo lanzГі por encima de un gancho en hierro macizo fijado al techo del que colgaba una lГЎmpara de estilo antiguo.
Del rollo, que habГa caГdo cerca de ella, tomГі el otro extremo de la cuerda, y con las dos manos empezГі a tirar lentamente, levantando las muГ±ecas de Novak hacia arriba.
SiguiГі tirando, palmo tras palmo, hasta que los brazos de la mujer noruega estuvieron sobre su cabeza y empezaron a tensarse. Novak emitiГі un gemido sofocado, pero lo callГі inmediatamente, mientras seguГa mirando delante de sГ con una mirada ausente.
Maoko tirГі mГЎs, lentamente pero firmemente. Ahora los brazos estaban estirados al mГЎximo y comenzaban a levantar el peso del cuerpo. Novak empezГі a gemir de manera sumisa, continuamente, mientras la frente se le llenaba de sudor.
Maoko tirГі un poco mГЎs, hasta que los pies de la mujer noruega estuvieron levantados con un ГЎngulo de unos sesenta grados con respecto al suelo. En ese momento atГі el extremo libre de la cuerda a un robusto toallero fijado a la pared, al lado del fregadero de servicio de la cocina.
Del cesto de paja cogiГі un trozo de cuerda mГЎs corto y atГі los tobillos uno contra el otro, y despuГ©s se alejГі para ver el resultado de su trabajo.
La mujer noruega colgaba del techo, tensa y perfectamente vertical, apoyada ligeramente, en vertical, sobre la punta de sus pies, que eran el Гєnico punto de apoyo que le quedaba.
Ya no gemГa. Ahora respiraba lentamente, jadeando, y todo el cuerpo se le habГa cubierto de sudor por la tensiГіn muscular.
La camiseta habГa salido de la falda, descubriendo una parte de su abdomen sudoroso.
В«No estГЎ malВ», se felicitГі Maoko a sГ misma.
CerrГі la puerta con llave, se quitГі el abrigo y los zapatos y fue al baГ±o; despuГ©s se preparГі un tГ© japonГ©s. DegustГі algunas de sus pastas y finalmente se acomodГі en un sillГіn para leer una novela. HabГa sido un dГa largo y ajetreado; sentГa la necesidad de relajarse. Las aventuras amorosas de la protagonista del libro la llevaron a un mundo fantГЎstico, pero tambiГ©n muy real; los japoneses tienen una sensibilidad particular por los matices y los detalles, y su nivel de introspecciГіn es superior. Sobre todo, las mujeres; escuchan todo el tiempo e interaccionan con el entorno de una manera profunda.
Midori era una estudiante de letras enamorada de Noboru, un pescador joven que vivГa en un pueblo costero a cien kilГіmetros de distancia. Se habГan conocido en un parque, un aГ±o antes, con ocasiГіn del florecimiento de los cerezos
(#litres_trial_promo), y se habГan enamorado perdidamente. Cada pensamiento de ella era un pensamiento de Г©l; habГan descubierto que se comprendГan tan profundamente que se consideraban una sola persona, indivisible. Pero Noboru tenГa un trabajo durГsimo. SalГa con la barca en medio de la noche, con los compaГ±eros, para pescar, y el mar estaba agitado a menudo. Uno de los chicos habГa caГdo al agua, una vez. Gritaba, en la oscuridad, pero no podГan verlo. Lanzaron varios salvavidas hacia el lugar de donde provenГa la voz, pero ola tras ola la voz se habГa ido alejando. Hasta que se hizo el silencio. Solo oГan el murmullo violento e indiferente de las olas que golpeaban la embarcaciГіn, y agitaban la red en el mar oscuro.
EstГЎs con nosotros, Ryuu,
estГЎs con nosotros.
Cada noche vendremos contigo sobre el mar negro,
y sabremos que nos estГЎs esperando
con tus fuertes brazos abiertos.
SubirГЎs al barco como la espuma de las olas
y a nuestro lado, junto a nosotros, tirarГЎs las redes,
como las noches pasadas,
cuando tus ojos y tu sonrisa
nos hacГan afrontar la tempestad con alegrГa.
Noboru habГa escrito esta elegГa a su amigo perdido, y la habГa mandado a Midori en una de sus numerosas cartas. Ella habГa llorado por Г©l, y por Ryuu, a pesar de que no lo habГa conocido. Noboru era un poeta, con un ГЎnimo dulcГsimo y sensible, pero la vida que llevaba no le permitГa exprimir su talento como merecГa.
Ella lloraba tambiГ©n por eso, hija de una familia acomodada, con posibilidad de estudiar y de viajar, pero obligada a esconder su relaciГіn porque sus padres nunca habrГan aceptado que se casara con un pescador pobre. Noboru no tenГa familia; lo habГan abandonado al poco de nacer, y habГa pasado de un orfanato a otro hasta que creciГі lo suficiente para poder trabajar. La economГa del pueblo en el que vivГa estaba basada en la pesca, por lo que ser pescador habГa sido su destino inevitable. No podГa llamarlo por telГ©fono, porque los padres de Midori habrГan podido descubrir todo. AsГ que le escribГa a travГ©s de una compaГ±era de su escuela, que le daba las cartas que recibГa y mandaba las que iban dirigidas al muchacho.
El dГa en que se conocieron, en el parque, un gorriГіn jugueteaba cerca de ellos, picoteando el terreno y observГЎndolos de tanto en tanto. Midori se habГa convencido en ese momento de que el pГЎjaro era su mensajero. Todas las tardes se sentaba en el jardГn y se acercaba al pГЎjaro mГЎs cercano y le hablaba, le decГa lo que tenГa que contar a Noboru, y escuchaba su piar, que llevarГa el mensaje a su amor, muy lejos. DespuГ©s, por la noche, se levantaba y abrГa la ventana, despacГsimo para no hacer ruido, y se dejaba envolver por el viento, el mismo viento que ella suponГa que estarГa agitando las velas y el pelo de su amado en aquel mismo instante.
В«Ah, Midori, MidoriВ», pensГі Maoko, В«quГ© romГЎntica eres. Y quГ© triste estГЎsВ».
MirГі a la mujer noruega para ver cГіmo estaba.
No se podГa decir que estuviera mal. HabГa cerrado los ojos y respiraba con regularidad, sin jadeos. Se habГa acostumbrado a la posiciГіn. De vez en cuando movГa ligeramente las puntas de los pies para ajustar su precario equilibrio. Ya llevaba media hora allГ.
В«Bueno, vamos a llevar a la cama a esta gaijin
(#litres_trial_promo)В», se dijo, В«ya es horaВ».
DejГі el libro y se acercГі silenciosamente a Novak. Esta pareciГі no darse cuenta.
Maoko cogiГі la cuerda tensa con sus dos manos, en la parte que iba desde el punto de fijaciГіn del toallero hasta el gancho del techo, y tirГі con decisiГіn algunos centГmetros. Novak abriГі los ojos de golpe y gimiГі con un sonido nasal; tenГa la garganta seca desde hacГa un buen rato.
TendiГі la cuerda en tracciГіn durante casi medio minuto y despuГ©s fue soltГЎndola lentamente. Novak expirГі ruidosamente por la boca e inclinГі la cabeza hacia delante, moviГ©ndola de derecha a izquierda, levantГЎndola y dejГЎndola caer otra vez.
Maoko acercГі una silla por detrГЎs de la noruega, despuГ©s desatГі la cuerda del toallero y empezГі a relajarla poco a poco. A medida que Novak descendГa Maoko la iba empujando hacia la silla, para que acabara sentada allГ. Cuando, finalmente, Maoko dejГі la cuerda, Novak yacГa en la silla con las manos atadas sobre su vientre, las piernas dobladas hacia un lado con los tobillos atados y la cabeza abandonada hacia atrГЎs, sobre el respaldo.
Maoko llenГі un vaso de agua y, levantГЎndole la cabeza con una mano, le hizo beber pequeГ±os sorbos. DejГі el vaso y le desatГі los tobillos, despuГ©s deshizo los nudos de las muГ±ecas y desenrollГі la cuerda, liberГЎndola.
La cuerda habГa dejado profundas marcas de color rojo oscuro. Maoko empezГі a masajearle las muГ±ecas con un movimiento delicado y, al mismo tiempo, firme. Al principio Novak protestГі un poco, pero luego se calmГі, al sentir que, poco a poco, volvГa la circulaciГіn. Maoko siguiГі con el masaje casi un minuto mГЎs, y despuГ©s, sujetГЎndola por las muГ±ecas, la hizo ponerse en pie. Puso su bolso sobre su hombro. Cuando estaba colocando la bandolera Novak puso una mano sobre la suya, con su rostro que expresaba una mezcla de agradecimiento y de una manifiesta confusiГіn interna.
Maoko la mirГі a los ojos.
—Ve a dormir, Novak.
—Yo... —intentó decir, con voz dubitativa.
—Ve a dormir, Novak —repitió Maoko, retirando la mano y abriéndole la puerta.
Novak se detuvo un momento, indecisa, y luego se dirigiГі lentamente hacia la puerta, apoyГі una mano en el marco y se volviГі de nuevo Maoko.
En la cara de la japonesa solo habГa una expresiГіn indescifrable.
La noruega se dio la vuelta, reluctante, y se dirigiГі con pasos inciertos hacia su alojamiento, un poco mГЎs lejos.
CapГtulo XIII
—Pero ¡¿qué ha pasado?! —exclamó Timorina Drew al ver a su hermano llegar a casa.
Drew se mirГі por primera vez esa noche.
DespuГ©s de las pruebas con la segunda mГЎquina, con el medio incidente de la salsa de tomate, habГa mandado a todos a descansar y habГa limpiado su vГіmito del suelo del laboratorio. No podГa pedir a nadie que lo hiciera, ni siquiera a alguien del servicio de limpieza. ВїCГіmo habrГa explicado lo que habГa pasado? Г‰l habrГa quedado fatal en cualquier caso. AdemГЎs, limpiГЎndolo, evitaba que vinieran a curiosear.
Y asГ acabГі con la chaqueta y la camisa pringados de vГіmito amarillo y granuloso. Los pantalones, por otro lado, eran un desastre indescriptible. De las rodillas para abajo estaban cubiertos de una pasta maloliente y asquerosa, resultado de vomitar y de limpiar el vГіmito.
Drew no habГa llevado cuidado para no mancharse mГЎs y ese era el resultado. Un traje oscuro de buena calidad estaba en condiciones lamentables, y su hermana se lo harГa pagar.
—He cogido frГo. Me he sentido mal. ВїQuГ© puedo hacerle? —mintiГі, tratando de justificarse.
—Ah, ВїsГ? —fue la respuesta comprensiva de su hermana—. ВЎAcabo de arreglar el otro traje, ese que, sin decirme nada, has dejado encima de la cama este mediodГa!
Drew se sobresaltГі. Vaya. Estaba el traje que habГa sufrido la explosiГіn de por la maГ±ana.
El tono de reproche aumentГі.
—Ese solo estaba cubierto de polvo y arrugado. В«SoloВ» por asГ decir, porque hacen falta horas para lavar y planchar perfectamente la chaqueta, los pantalones, la camisa y la corbata. TГє, es evidente que no te das cuenta, si no, ВЎno habrГas venido ahora asГ! —dijo, seГ±alГЎndolo con la mano.
Drew no respondiГі y se fue al baГ±o a desnudarse. Se quitГі todo. MetiГі la camisa blanca y la ropa interior en la lavadora. No lavaba nunca, asГ que intentГі entender cГіmo funcionaba aquello: girГі la rueda de la programaciГіn hasta el sГmbolo del algodГіn e hizo empezar el ciclo. Puso la chaqueta y los pantalones en la baГ±era y, con la ducha, lavГі todo el vГіmito. UsГі agua frГa porque, por lo que sabГa, no encogГa la ropa. Esperaba haberlo hecho bien. DejГі todo en el baГ±o y se dio una ducha, despuГ©s fue a la habitaciГіn y se puso el pijama. Y entonces tuvo una idea fulgurante. ВЎEl detergente! No habГa puesto el detergente. CorriГі hacia el baГ±o, pero ya era demasiado tarde. Timorina estaba allГ y estaba mirando por la puerta de la lavadora, moviendo la cabeza. Se enderezГі y mirГі a Drew con expresiГіn de compasiГіn, mientras seguГa moviendo la cabeza.
—Ve a dormir, Lester. Ya hago yo esto —dijo, resignada.
Drew suspirГі y se retirГі a su habitaciГіn.
ВЎSi al menos Timorina supiera todo lo que habГa pasado ese dГa en el laboratorio! Desmayos, explosiones, terror, agitaciГіn. Pero tambiГ©n el triunfo de la ciencia. Un paso determinante hacia una nueva era de la historia humana. SabГa que era un idealista, pero sentГa en lo mГЎs profundo de sГ mismo que ya se dirigГan hacia el Г©xito, y que esos incidentes eran muy poco comparados con el enorme resultado que les esperaba.
Se tumbГі en la cama.
OГa a Timorina en el baГ±o, pasando un cepillo por la ropa para limpiarla a fondo. Claro, eso es lo que habГa que hacer. Pero Г©l, ВїcГіmo podГa saberlo? Г‰l pensaba en la fГsica, flotaba en las alturas estratosfГ©ricas del pensamiento, las conquistas de la mente, la reuniГіn del dГa siguiente para hacer un balance de la investigaciГіn...
Se deslizГі hacia el sueГ±o dejando la luz encendida.
SoГ±Гі que estaba en una habitaciГіn amarilla, justo despuГ©s en una roja, y despuГ©s otra vez en la amarilla y otra vez en la roja, pasando de una a la otra improvisadamente, sin transiciГіn perceptible, a una velocidad en aumento, cada vez mГЎs rГЎpido, cada vez mГЎs rГЎpido, hasta que empezГі a marearse y ya no podГa ver nada. Como ruido de fondo oГa el rumor del agua junto con voces excitadas hablando frenГ©ticamente, pero no podГa entender lo que decГan. Era prisionero de ese torbellino de luces y colores, sin control sobre Г©l, incapaz de pensar o de emprender una acciГіn cuando, de repente, se despertГі.
El despertador sonaba con violencia, con su martillo golpeando la generosa campana de bronce, y se desplazaba por la mesilla con las vibraciones provocadas por el mecanismo en acciГіn.
Drew se enderezГі de golpe, empapado en sudor, trastornado, completamente desorientado. No sabГa dГіnde estaba, le faltaba el aire y agitaba los brazos para poder respirar. DespuГ©s de unos segundos comenzГі a tranquilizarse; moviГі la cabeza hacia los lados para despejar su cerebro y se volviГі para mirar el despertador. HabГa avanzado hasta el borde de la mesilla y estaba a punto de caer. Lo atrapГі justo a tiempo y apretГі el botГіn para silenciar la campana. Se quedГі con el despertador sobre su vientre un rato, todavГa atГіnito; despuГ©s lo puso en la mesilla y se levantГі. Eran las siete y media; la reuniГіn era a las nueve. Se dio otra vez una ducha, para deshacerse de ese sudor, tomГі un buen desayuno y saliГі. Por suerte Timorina estaba regando sus flores en la parte trasera del jardГn, asГ que saliГі por la parte delantera para evitar ser interceptado. HabГa evitado otra charla maternal...
En el laboratorio estaban todos, McKintock incluido.
—¿Cómo está la situación? —se informó el rector.
Drew tomГі la palabra, seguro de sГ mismo.
—MagnГfica, por usar un eufemismo. Ayer, mis compaГ±eros —y con un amplio movimiento de su brazo abarcГі a todos los cientГficos, incluido Marlon—, consiguieron, en un solo dГa, obtener una teorГa de base sobre el fenГіmeno, a construir otro prototipo de la mГЎquina y a realizar numerosos experimentos de intercambio con Г©xito.
McKintock estaba sinceramente impresionado.
—Entonces, ¿cuándo podremos empezar a usar la máquina con fines prácticos?
—Estamos en la fase de la teorГa de base, que tiene que ser perfeccionada —precisГі Drew—. DeberГa ser fГЎcil proyectar, y luego construir, una mГЎquina mГЎs grande.
Schultz y Kamaranda se miraron un momento, con caras serias, pero McKintock no se dio cuenta.
—Bien. Gracias a todos. Drew, voy a mi despacho. Espero noticias.
—Eh, un momento, McKintock —lo paró Drew.
El rector ya estaba en la puerta y se dio la vuelta con expresiГіn interrogativa.
—En uno de los experimentos de ayer, trajimos, por casualidad, e insisto en que fue por casualidad, un trozo de botella de salsa de tomate del almacГ©n del comedor, aquГ cerca —explicГі Drew—. SerГa necesario eliminar todos los residuos antes que alguno se dГ© cuenta y empiece a hacer preguntas.
—¿Esto es todo? —preguntó, divertido, el rector. Se acercó al teléfono interno y llamó a su secretaria.
—¿SeГ±orita Watts? Soy yo, buenos dГas. ВїPodrГa hacer que me trajeran las llaves del almacГ©n del comedor ahora mismo, si fuera tan amable? Delante de la puerta del almacГ©n, gracias. SГ. Gracias de nuevo.
MirГі al estudiante.
—¡Marlon! —lo llamó por su nombre, tras un momento de duda.
Marlon se dio cuenta inmediatamente, orgulloso porque el rector recordaba cГіmo se llamaba.
—¡SГgueme! —ordenГі McKintock con autoridad.
Salieron y fueron al almacГ©n del comedor. DespuГ©s de unos minutos llegГі un celador en bicicleta y le dio las llaves que habГa pedido, y despuГ©s se fue tan rГЎpido como habГa llegado.
—Aquà tienes —McKintock puso las llaves en las manos de Marlon—. Abre, coge lo que tienes que coger, cierra con cuidado y después lleva las llaves inmediatamente a mi secretaria. ¿Está claro?
—Por supuesto. Gracias, rector McKintock.
El rector se despidiГі y se fue hacia su despacho, canturreando.
Marlon entrГі y encontrГі enseguida el palГ© manchado con salsa de tomate. El bote daГ±ado era fГЎcilmente accesible, por suerte. Lo retirГі y constatГі que el prisma transferido estaba dentro. LimpiГі todo lo mejor que pudo con unos clГnex que llevaba encima, y despuГ©s cerrГі y fue a devolver las llaves. QuГ© lГЎstima toda esa salsa desaprovechada. Estaba buenГsima.
Cuando volviГі al laboratorio notГі que el ambiente estaba bastante serio.
—El problema estГЎ aquà —estaba diciendo Schultz, seГ±alando la pizarra—. La triada de traslaciГіn queda completamente definida por los parГЎmetros K9, K14 y R11, pero la funciГіn que la gobierna muestra claramente que la energГa necesaria para el intercambio aumenta con el cubo de la distancia.
—Veo —constató Drew, observando la función—. ¿Habéis calculado algún caso práctico?
—Kamaranda y yo hemos estado despiertos hasta las dos de la noche para encontrar una escapatoria a este comportamiento del sistema, pero no lo hemos conseguido. SegГєn estГЎn las cosas ahora, para intercambiar a 100 kilГіmetros de distancia hacen falta 64 kilovatios, que no es mucho, pero para intercambiar a 200 kilГіmetros ya harГan falta 512 kilovatios. Eso es la energГa que usa una fГЎbrica de producciГіn mediana.
Y para 1000 kilГіmetros hacen falta 64 megavatios
(#litres_trial_promo) —aГ±adiГі Kamaranda—. HarГa falta una central elГ©ctrica pequeГ±a.
—Por eso el sistema intercambia sin problemas a distancias pequeñas. Para los 300 metros que hay de aquà al despacho de la profesora Bryce hemos usado, por lo tanto... solo 2 milivatios —calculó Drew rápidamente, escribiendo en la pizarra—. Menos de lo que sirve para encender un LED.
—Esta caracterГstica es fantГЎstica para las aplicaciones a corta distancia, que podrГan ser las de diagnГіstico o las terapГ©uticas —intervino Bryce.
—Ya —asintiГі Drew—. Pero las largas distancias son impensables. ImagГnate explorar el universo.
SuspirГі, dejando caer los brazos a los lados. McKintock estarГa contento, de todas formas, porque solo el poder curar a gente significarГa grandes entradas de dinero, pero Г©l era un fГsico, y sus compaГ±eros le habГan propuesto, inicialmente, abrir las puertas del universo. Г‰l habГa proyectado ya exploraciones inimaginables, y ahora volvГa a estar encadenado al suelo.
No podГa digerirlo. TenГa que haber otra soluciГіn.
—Esto es solo el principio —declaró—. Si trabajamos a fondo, a lo mejor encontramos algún factor que elimine esta limitación.
—Ya lo estamos haciendo —comentó secamente Novak.
Bryce notГі que ese dГa la noruega llevaba una camisa con mangas largas, y con los puГ±os abotonados.
В«ExtraГ±oВ», habГa pensado. В«Ayer llevaba mangas cortas. Acostumbrada como tiene que estar a los climas frГos Inglaterra en marzo deberГa parecerle cГЎlida. QuiГ©n sabe por quГ© ha cambiadoВ». Una mujer no podГa pasar por encima de estos detalles.
Maoko, mientras tanto, observaba la pizarra con los brazos cruzados.
Kobayashi estudiaba por enГ©sima vez los datos iniciales, y de vez en cuando comprobaba algГєn cГЎlculo desarrollГЎndolo en una hoja a parte.
—¿Y si, mientras mejoramos la teorГa, experimentГЎramos con las formas biolГіgicas? —propuso Marlon.
Drew mirГі a la profesora Bryce.
—Empecemos con vegetales —aceptó ella—. Voy a buscar muestras.
—Mientras tanto voy a conseguir un instrumento mГЎs preciso que nuestro micrГіmetro. Tenemos que calibrar la segunda mГЎquina —dijo Drew, dirigiГ©ndose al laboratorio de metrologГa.
Marlon comenzГі a preparar la primera mГЎquina, mientras los dos japoneses se ocuparon de la segunda. DiscutГan en su idioma sobre algunos detalles tГ©cnicos mientras esperaban el instrumento de medida.
Media hora mГЎs tarde Bryce colocaba sobre la placa A de la primera mГЎquina una hoja de lechuga.
Activaron el mecanismo y la hoja apareciГі donde antes estaba la botella de agua. La biГіloga la cogiГі y la examinГі con un microscopio portГЎtil que habГa traГdo tambiГ©n. DespuГ©s de unos minutos separГі los ojos de los oculares.
—Parece perfecta. Las venas, los estomas, las células. Por lo que puedo ver, todo está bien.
Drew asintiГі satisfecho.
Probaron con flores, tubГ©rculos, una seta e incluso un bonsГЎi en su tiesto.
Todas las muestras aparecГan absolutamente inalteradas tras la transferencia.
Mientras tanto Maoko habГa vuelto a calibrar la distancia entre las placas de la segunda mГЎquina usando un instrumento mГЎs preciso.
Pusieron una judГa en la placa de la mГЎquina dos y activaron el proceso. La judГa reapareciГі a unos tres metros a la izquierda de la botella de agua, el punto exactamente equidistante entre las dos mГЎquinas.
Bryce examinГі rГЎpidamente la semilla y la considerГі perfecta.
—Pasamos a la carne —anunció.
Formaba parte de la colecciГіn de muestras que habГa llevado.
Extrajo una caja llena de filetes de una bolsa tГ©rmica.
Marlon la mirГі con gula; ya tenГa hambre, y solo eran las once de la maГ±ana.
La profesora Bryce lo mirГі con una sonrisa irГіnica y le dio la bolsa vacГa, para que la pusiera en otro sitio. Marlon le guiГ±Гі un ojo, apreciando la broma, y fingiГі que estaba decepcionado.
Bryce cogiГі un cuchillo del rincГіn con la cafeterГa del laboratorio y cortГі un trozo de filete de forma cuadrada y de unos cuatro centГmetros de lado. El espesor de la muestra era de unos ocho milГmetros.
La transferencia con la mГЎquina dos y el examen al microscopio demostraron que todo funcionaba bien.
Marlon lo probГі.
—El sabor es el que cabe esperar. ГЌdem la consistencia. DirГa que la transferencia no lo altera en absoluto.
—Es lo que tendrГa que pasar, ya que la teorГa dice que la mГЎquina intercambia directamente dos volГєmenes de espacio independientemente de su contenido —comentГі Drew—. ВїQuГ© le parece si probamos con una forma animal? —preguntГі a Bryce.
La profesora permaneciГі pensativa por un tiempo, y luego se decidiГі.
—SГ, intentГ©moslo. TendrГamos que realizar anГЎlisis de biologГa molecular con las muestras ya transferidas, para estar totalmente seguros, pero hasta ahora los resultados obtenidos corroboran la teorГa del intercambio de espacio.
ReflexionГі otra vez.
—Por cuestiones de bioética, empezaremos con formas de vida privadas de sistema nervioso. Si algo no va bien, no les habremos hecho sufrir. Nos vemos después de comer. —Y, diciendo eso, se marchó.
Drew y los demГЎs se concentraron en la teorГa, buscando una soluciГіn al problema de la potencia.
—Se nos escapa algo —dijo Schultz—. Por lo que hemos comprendido hasta ahora, la activación de la máquina crea un conector extradimensional entre los volúmenes de espacio determinados por las placas A y B. El Conector se mantiene durante el tiempo de Planck
(#litres_trial_promo) y en ese instante los dos espacios son intercambiados.
—Si es realmente extradimensional, eso quiere decir que estamos deformando una dimensión muy densa —intervino Kobayashi—. Solo asà se puede justificar la necesidad de una potencia tan elevada al aumentar la distancia.
—Eso parece —convino Schultz.
—Intentemos visualizar el problema, quizГЎ nos ayude —intervino Kamaranda. RetomГі un tono catedrГЎtico, como si estuviese dando una lecciГіn a sus estudiantes—. Vivimos en un espacio que percibimos como tridimensional, con las dimensiones conocidas de longitud, anchura y altura. Pero tambiГ©n sabemos que la gravedad deforma el espacio, y esto nos supone una dificultad porque no podemos concebir una situaciГіn tal. AsГ que usamos la clГЎsica similitud de la alfombra elГЎstica, en la que una superficie elГЎstica, la alfombra, representa el espacio tridimensional. Si colocamos un objeto en la alfombra, esta se deformarГЎ, cediendo bajo el peso del dicho objeto. Cuanto mГЎs pesado sea el objeto mayor serГЎ la deformaciГіn, es decir, la deformaciГіn de la alfombra. Digamos masa en lugar de peso, ya que la masa es independiente de la gravedad, pero, sin embargo, la genera. AsГ vemos que cuanto mayor es la masa, mayor es la deformaciГіn. Si colocГЎramos sobre la alfombra otro objeto, de masa inferior al primero, rodarГa en la deformaciГіn, acercГЎndose al objeto de masa mayor. Este comportamiento lo definimos como atracciГіn gravitacional. En realidad, el objeto de masa menor tambiГ©n deforma el espacio, por lo que tambiГ©n ejerce una atracciГіn gravitacional sobre el objeto con mГЎs masa, pero en una magnitud menor. Con la analogГa de la alfombra elГЎstica, que es bidimensional, podemos comprender el concepto de deformaciГіn del espacio a causa de la gravedad; esta, de hecho, deforma la alfombra en una direcciГіn perpendicular al plano de la alfombra, y asГ aГ±ade una dimensiГіn mГЎs a su geometrГa. Ahora supongamos que cogemos nuestra alfombra elГЎstica y la colocamos en una placa de gel, que, como sabemos, es un sГіlido elГЎstico coloidal, deformable a voluntad. La mГЎquina que estamos estudiando subsiste en el espacio tridimensional, que estГЎ representado por la alfombra elГЎstica, y, aparentemente, cuando se activa, accede directamente a la placa de gel, que representa una dimensiГіn aГ±adida; hace condensar, o deformar, una porciГіn de gel, generando un canal, el Conector, que estГЎ sujeto en sus extremos a la alfombra elГЎstica, es decir, el espacio normal, y que intercambia entre ellos los fragmentos de espacio a los que estГЎ conectado. DespuГ©s del intercambio el Conector se disuelve y el gel vuelve a su estado normal.
Kamaranda hizo una pausa tras la larga exposiciГіn, y despuГ©s continuГі con su razonamiento.
—Evidentemente, el gel es muy denso, por lo que hace falta mucha energГa para condensarlo. Por alguna razГіn que no conocemos, el Conector tiene una duraciГіn igual al tiempo de Planck, a pesar de que el suministro de energГa es mucho mГЎs largo en el tiempo. Dura medio segundo, Вїverdad? —preguntГі, dirigiГ©ndose a Kobayashi, que asintiГі, y aГ±adiГі:
—Debe haber algo que impide que la existencia del Conector sea mГЎs larga que el tiempo de Planck. ВїQuГ© sucederГa si el Conector durase mГЎs tiempo? ВїSe volverГan a intercambiar los dos fragmentos de espacio desplazados? ВїSe desencadenarГa una oscilaciГіn continua de intercambio de los dos espacios? No veo que esto sea un problema para la geometrГa del espacio. Simplemente, desactivando la mГЎquina los dos espacios se encontrarГan en la Гєltima configuraciГіn establecida. Pero puede suceder tambiГ©n que, si el Conector durase mГЎs tiempo de lo que dura el tiempo de Planck, se manifestase una paradoja, cuyas caracterГsticas no puedo imaginar en este momento, y que una ley de la naturaleza por ahora desconocida interviniera para impedirlo.
Permanecieron todos en silencio, meditando sobre las consideraciones del matemГЎtico hindГє.
Tras algunos minutos Novak se levantГі de golpe, con la cara pГЎlida.
—¡Dios mГo! —exclamГі con voz sofocada.
Todos la miraron asustados.
—No hay ninguna paradoja —continuГі, sombrГa—. ВЎLo que hay es una violaciГіn!
Se acercГі a la pizarra y borrГі una parte de las ecuaciones que habГan deducido con tanto esfuerzo, como si fueran garabatos de algГєn estudiante irrespetuoso. DibujГі la alfombra elГЎstica de Kamaranda, en una perspectiva de tres cuartos, y un tubo estilizado que, pasando por debajo, unГa dos puntos de la alfombra.
—Esto es el Conector, como lo hemos denominado —dijo, seГ±alando el tubo—. En cuanto lo generamos comienza el intercambio. Estamos en el momento 0 del proceso. El volumen de espacio A se activa y entra en el Conector, cГіmo y de quГ© manera todavГa no lo sabemos, y comienza a viajar hacia el extremo opuesto. Al mismo tiempo, el volumen de espacio B hace lo mismo desde su posiciГіn y empieza a viajar hacia la salida opuesta en el Conector. Pasa un intervalo de tiempo igual al tiempo de Planck y los dos espacios llegan a su destino, salen del Conector y se posicionan cada uno donde estaba antes el otro espacio. Estamos en el tiempo 1 y el proceso ha terminado.
Hizo una pausa para crear tensiГіn.
—Pero entre el tiempo 0 y el tiempo 1 —dijo con una voz que crecГa en intensidad—, ВїquГ© hay en el lugar de los espacios que estГЎn viajando en el Conector? —concluyГі gritando histГ©ricamente.
Por un momento pareciГі que el tiempo se paraba.
—No... —dijo Kamaranda con la mirada vacГa.
—¡Pues sГ! —gritГі ella todavГa mГЎs fuerte—. ВЎEstГЎ la Nada! —anunciГі con ferocidad.
A Drew se le puso de punta todo el pelo.
Kobayashi abriГі la boca y se le cayГі la mandГbula completamente.
La cara de Schultz era una mГЎscara rГgida, esculpida en una expresiГіn de total desamparo.
Marlon miraba fijamente delante de sГ, como si estuviese ausente.
Maoko, sin embargo, observaba complacida a Novak, y sonreГa de una manera extraГ±a.
—La Nada, Вїlo comprendГ©is? —siguiГі la mujer noruega—. Probablemente es ahГ donde va a parar toda la energГa que resulta de nuestros cГЎlculos, una energГa que se escapa de nuestro universo, alterando el balance energГ©tico. Es una violaciГіn del postulado de Lavoisier, segГєn el cual nada se crea ni se destruye, solo se transforma. QuizГЎ es por eso por lo que el Conector puede durar como mucho el tiempo de Planck; si no, la Nada absorberГa toda la energГa cercana. Si le diГ©semos suficiente tiempo, ВЎpodrГa absorber la energГa del universo entero!
Se hizo un silencio de ultratumba en el laboratorio.
Era como si el frГo de una oscuridad mГЎs profunda de cuanto se pueda imaginar hubiera caГdo sobre ellos y hubiera congelado sus mentes y sus conciencias.
Novak permaneciГі de pie al lado de la pizarra, con la tiza en la mano.
PasГі mГЎs de un minuto sin que nadie moviera un mГєsculo, hasta que Kobayashi se acercГі a la pizarra, cogiГі una tiza e hizo unos cГЎlculos en una zona del encerado todavГa libre.
—No —dijo finalmente —, no puede ser asГ. La funciГіn de la triada de traslaciГіn indica que la potencia aumenta solo con el cubo de la distancia, independientemente del volumen del espacio intercambiado. Por lo tanto, suponiendo que este volumen permanece constante, eso definirГЎ cuГЎnta В«NadaВ» absorberГЎ la energГa que utilizamos en el experimento mientras los dos espacios viajan hacia su destino. No veo por quГ© al aumentar la distancia de intercambio y manteniendo fijo el volumen la Nada deberГa aumentar su capacidad de absorciГіn.
Novak lo mirГі con ojos desorbitados, mientras reflexionaba furiosamente.
DespuГ©s de algunos segundos se estremeciГі visiblemente, palideciendo todavГa mГЎs.
—No..., no..., es una locura..., inconcebible —balbuceó—. No puede ser.
—¿El qué, profesora Novak? —preguntó alarmado Kobayashi.
—¡Esto! —y Novak señaló el Conector dibujado en la pizarra.
Los demГЎs la miraron embobados.
—Pero ¡¿no lo entendéis?! —gritó—. ¡Estamos deformando la Nada directamente! ¡El Conector se forma en la Nada! ¡Está hecho de Nada! ¡El espacio A entra en la Nada y vuelve a emerger en el lugar del espacio B, que acaba en el del espacio A pasando por la Nada!
Esto llevГі a todos a una desorientaciГіn total. Era como si el suelo les faltara bajo los pies. Como si todas las certezas, todas las bases sobre las que habГan construido su conocimiento hubieran sido barridas completamente y de manera imprevista.
—Pero ¿cómo puede?... ¿cómo puede algo que existe...? —osó Drew—... ¿algo que existe... entrar en la Nada, dejando, por lo tanto, de existir, y reaparecer de la Nada, volviendo a existir con las mismas propiedades iniciales, pero en un otro lugar?
Novak se puso la mano sobre la frente y se apoyГі en la pizarra. ParecГa que se estuviera mareando. Maoko se le acercГі y la tomГі por un brazo, haciГ©ndola sentarse en una silla cercana. Fue a buscar un vaso de agua, que la cientГfica noruega aceptГі con una mirada agradecida.
—Esta es una cuestiГіn puramente filosГіfica —respondiГі Novak, con una voz baja, apagada, mientras bebГa—. O mejor, serГa una cuestiГіn puramente filosГіfica si no estuviГ©ramos frente a una manifestaciГіn experimental de manipulaciГіn de la Nada. La Nada no existe, y no puede ser definida, porque la misma definiciГіn harГa que dejara de ser la Nada. Y nosotros la estamos manipulando. Intuyo que es asГ. No veo otra soluciГіn. Al aumentar la distancia del intercambio aumenta tambiГ©n la longitud del Conector construido de la Nada y hecho de Nada. Como, evidentemente, la Nada absorbe la energГa que se le presenta con la mГЎxima eficiencia, consigue que el Conector mismo devore toda esta energГa. Al aumentar la longitud del Conector aumenta de manera desproporcionada la energГa necesaria para generarlo y mantenerlo durante un tiempo igual al tiempo de Planck. El Conector realiza el intercambio, eso sГ, pero a un precio inasequible para distancias de cierta magnitud.
De nuevo silencio, pero esta vez, en los rostros de Drew, Schultz, Kamaranda, Marlon y Kobayashi se leГa claramente la admiraciГіn por las intuiciones geniales de Novak. HabГan visto que la mente de aquella mujer veГa lo que ellos no podГan ver, y llegaba a donde ellos no podГan llegar. Al mismo tiempo, sus caras expresaban la desesperaciГіn por la derrota que aquellas intuiciones decretaba, por los obstГЎculos insuperables que definГan.
—Es una locura... una pura locura... —murmuraba Schultz negando con la cabeza en signo de negación.
Pasaron asГ unos minutos, y luego, plГЎcidamente y de manera informal, Maoko fue a sentarse cerca de la esquina de la mesa, cerca de donde estaba sentada Novak. La mirГі de arriba abajo y le hablГі con un tono amistoso, sorprendiendo a los presentes que antes ni siquiera se habГan dado cuenta del vaso de agua que le habГa llevado.
—Profesora Novak, su disertaciГіn muestra que no hay soluciones posibles al problema que se nos presenta, ya que nuestro universo es un sistema aislado y el dispositivo, bГЎsicamente, traslada energГa fuera de este sistema, alterando su equilibrio energГ©tico.
Novak asintiГі lentamente.
—Pero si en lugar de considerar nuestro universo como un sistema aislado lo considerásemos simplemente un sistema cerrado
(#litres_trial_promo), en el interior de un sistema mГЎs grande, Вїno cree que podrГamos estudiar mГЎs fГЎcilmente su comportamiento?
Novak mirГі a Maoko con los ojos fuera de sus Гіrbitas, atГіnita.
Nadie osaba hablar, vista la enorme trascendencia de aquella hipГіtesis.
Tras unos instantes Schultz se alzГі, con el ceГ±o fruncido, y anduvo hasta la pizarra, llevando consigo papel y bolГgrafo. CopiГі en un folio todas las ecuaciones esenciales, y despuГ©s borrГі todo.
ComenzГі a escribir rabiosamente con la tiza, partiendo de las ecuaciones fundamentales de la termodinГЎmica y sustituyendo los factores con porciones de los resultados obtenidos con su teorГa.
Drew y Marlon se acercaron rГЎpidamente a Г©l a ayudarlo, mientras Kamaranda, detrГЎs de ellos, controlaba con atenciГіn la correcciГіn formal de aquel desarrollo matemГЎtico. Kobayashi observaba absorto la pizarra, en la que estaba tomando cuerpo una concepciГіn del universo nueva y revolucionaria.
Ninguno vio que, todavГa sentada sobre la mesa unos metros mГЎs atrГЎs, Maoko pasaba delicadamente su pequeГ±a mano entre los cabellos rubios de Novak, acariciГЎndola.
CapГtulo XIV
A las dos de la tarde la profesora Bryce entrГі en el laboratorio con una caja de la que, de vez en cuando, provenГan ruidos imprevistos.
Se dio cuenta de que nadie se habГa movido de allГ, nadie habГa ido a comer todavГa. Algunos estaban en la pizarra, retocando ecuaciones y corrigiendo grГЎficos, mientras otros, en las mesas libres, escribГan frenГ©ticamente sobre hojas de papel, y hacГan cГЎlculos ayudГЎndose con una calculadora. De vez en cuando alguno consultaba los resultados, copiaba un nГєmero y lo introducГa en sus ecuaciones, y despuГ©s desarrollaba los pasos sucesivos.
Bryce dejГі la caja en un estante y se sentГі en una esquina, esperando. DebГa ser una fase crucial, se veГa por el frenesГ con el que sus compaГ±eros estaban trabajando, y por sus caras cansadas por la concentraciГіn extrema y el esfuerzo.
Kamaranda estaba en una mesa, inclinado sobre un folio. AcabГі el Гєltimo pasaje y escribiГі el resultado final. RepasГі rГЎpidamente su desarrollo y asintiГі; despuГ©s se levantГі, cogiГі el papel y fue a hablar con Schultz.
—La entropГa es de 415 J/K
(#litres_trial_promo).
Schultz tomГі el valor y lo introdujo en una funciГіn en la pizarra.
—Kobayashi. ВїTienes la energГa?
El japonГ©s estaba terminando de resolver una integral bastante compleja. LevantГі una mano para pedir que esperaran un momento, mientras tecleaba en la calculadora. RealizГі los Гєltimos cГЎlculos y apuntГі el resultado en su folio. VerificГі todo rГЎpidamente, y todo le pareciГі correcto.
—163.000 J
(#litres_trial_promo) —anunció.
Schultz introdujo asimismo ese valor, y en ese momento Drew le llevГі el resultado de su trabajo y del de Marlon.
—Considera un espesor del revestimiento de dos mil millones de años luz. Es la mejor aproximación que te podemos dar, por el momento.
El alemГЎn escribiГі el nГєmero en una ecuaciГіn cercana al dibujo de una esfera revestida por una funda concГ©ntrica.
Novak estaba en la pizarra con Schultz y comenzГі a desarrollar las ecuaciones con los datos apenas recibidos.
Desde una mesa Maoko se levantГі radiante y se dirigiГі a la pizarra con los datos iniciales en una mano y sus apuntes en la otra. SeГ±alГі una tabla de la teorГa de Drew y Marlon con un dedo.
—¡Existe! ¡Es el parámetro R6! —declaró triunfante—. Debe ser de 190 microvoltios.
Schultz escribiГі 190x10
en el lugar de la incГіgnita de una fГіrmula y realizГі los cГЎlculos. DespuГ©s esperГі a Novak, que llegГі rГЎpidamente con sus resultados. Schultz los usГі inmediatamente junto a los suyos propios en una nueva ecuaciГіn.
TrabajГі febrilmente durante algunos minutos, observado por sus compaГ±eros.
LlegГі al paso final y dudГі.
La ecuaciГіn estaba reducida a pocos factores, y estaba casi asustado de dar el Гєltimo paso y conocer el resultado.
Se frotГі los ojos enrojecidos y ojerosos, inspirГі profundamente y resolviГі la ecuaciГіn.
PermaneciГі observando el Гєltimo nГєmero que habГa escrito a la derecha del signo igual, como si no lo viera realmente.
No podГa creerlo.
Pero era exactamente asГ.
Novak asentГa, imitada por Kamaranda y Drew. Maoko y Kobayashi se sonreГan el uno al otro, mirando alternativamente la pizarra y a los compaГ±eros. Marlon se apoyГі en una mesa, exhausto.
—El sistema termodinámico resulta en equilibrio —anunció Schultz, por pura formalidad—. Si consideramos el universo como un sistema termodinámico cerrado, en el interior de un revestimiento de un espesor de dos mil millones de años luz, y regulando oportunamente el parámetro R6 identificado por la señorita Yamazaki, podemos calibrar la triada de traslación para poder intercambiar volúmenes de espacio entre aquà y algún lugar del universo conocido con la resolución de la longitud de Planck. El volumen intercambiado ahora entra en la ecuación de manera distinta a antes, pero ahora la potencia máxima necesaria para el intercambio de un volumen de un metro cúbico, a una distancia de 10 mil millones de años luz, es de 5 gigavatios. Una potencia notable, desde luego, y que requiere una central eléctrica dedicada exclusivamente, por supuesto, pero posible.
La profesora Bryce se acercГі.
—¿Puedo saber qué ha pasado?
—Hemos reconfigurado la concepciГіn del universo —dijo Drew con una voz cargada de emociГіn—. El funcionamiento peculiar de la mГЎquina de intercambio nos ha llevado a modificar el modelo sobre el que se ha basado la ciencia hasta ahora. A partir de ahora habrГЎ que considerar un sistema termodinГЎmico constituido por un envoltorio espeso al interno del cual se encuentra nuestro universo conocido. El envoltorio y nuestro universo pueden intercambiar energГa en ambos sentidos, manteniendo asГ un equilibrio energГ©tico constante. Este modelo sigue respetando la ley de conservaciГіn de la energГa. En este modelo, el envoltorio es una simple metГЎfora que nos permite manejar la termodinГЎmica del sistema en su totalidad, y hacerla funcionar. Desde el punto de vista espacio temporal, sin embargo, no lo consideramos una entidad fГsica, quiero decir, una especie de funda, ya que en realidad es adyacente, a nivel dimensional, al tejido espacio temporal del universo conocido. Esto hace que la mГЎquina funcione, ya que cada punto de nuestro universo es adyacente a un punto del envoltorio. Cuando activamos la mГЎquina, por lo tanto, la placa A accede al punto adyacente en el envoltorio, como si se abriera una puerta, y genera un canal de transferencia que hemos llamado Conector, que estГЎ ligado en su otro extremo a otro punto de nuestro universo, y que queda determinado por los parГЎmetros que fijamos nosotros mismos. Un parГЎmetro crucial, el R6, hace que el intercambio de volГєmenes entre los espacios A y B pueda ocurrir usando una cantidad de energГa razonable.
La biГіloga solo habГa entendido en grandes lГneas la explicaciГіn de Drew, pero le bastaba. Lo importante era que funcionase.
—Tendremos que dar un nombre a este nuevo modelo —dijo Marlon.
—¡Es verdad! —aprobó Kamaranda, el gurú de los modelos matemáticos—. Yo propongo llamarlo simplemente el Sistema. Es fácil de recordar y rápido de usar.
—Estoy de acuerdo —convino Drew—. ¿Qué os parece? —dijo, dirigiéndose a los demás.
—Por mГ, bien —dijo Schultz, y los otros asintieron satisfechos.
—Perfecto —concluyó Drew—. Y ahora, ya vale. ¡A comer! —ordenó con autoridad.
Marlon saliГі el Гєltimo. En el umbral de la puerta, se girГі para mirar la pizarra, en la que la ecuaciГіn final para el cГЎlculo de la potencia se mostraba esplendorosa. Era increГblemente simple, a pesar del trabajo hercГєleo que habГa costado deducirla, y en su forma final, simplificada, se presentaba como
(#litres_trial_promo),
пїј
en la que:
P = potencia en vatios
d = distancia de intercambio, en metros
V = volumen intercambiado, en metros cГєbicos
Bryce ya habГa comido, asГ que se quedГі en el laboratorio, corrigiendo unos trabajos de sus alumnos que habГa llevado.
Todos los demГЎs se fueron a marcha forzada a la cafeterГa de la universidad, hambrientos y agotados.
Cuando entrГі y vio la sala casi vacГa, Marlon se dio cuenta de que por no haber podido ir a comer a la hora normal no habГa podido ver a Charlene. A lo mejor se habГa enfadado, pero esperaba que al explicarle que habГa estado trabajando intensamente en su experimento se le pasarГa.
El comedor todavГa ofrecГa un menГє discreto y todos se sirvieron generosamente. Se separaron en varias mesas para permitir que disminuyera la tensiГіn de aquel esfuerzo que habГan realizado codo con codo, durante muchas horas. Comieron prГЎcticamente en silencio, y las pocas frases que intercambiaron concernГan la meteorologГa, un argumento clГЎsico y relajante que no implicaba esfuerzo alguno.
Tomaron su tiempo y solo sobre las cuatro volvieron perezosamente al laboratorio. Ese dГa habГan revolucionado la ciencia, no hacГa falta hacer mucho mГЎs.
Encontraron a Bryce negando con la cabeza, triste, mientras trazaba gruesas lГneas rojas sobre el trabajo de un estudiante.
Se girГі hacia el grupo que entraba y moviГі el aire con la hoja.
—SegГєn este alumno, una soluciГіn de agua y cloruro de sodio al 15% es una mezcla explosiva si se calienta a 38ВєC a presiГіn atmosfГ©rica. Los productos de la reacciГіn que Г©l ha calculado son tan falsos que no sГ© si dejarle seguir con los experimentos programados en el curso que todavГa quedan. Tengo miedo de que se ponga a competir con alguien que conozco, especialista en explosiones imprevistas —y guiГ±Гі un ojo a Drew.
El fГsico sonriГі de manera condescendiente y se sentГі medio espatarrado en una silla, con los dedos cruzados sobre su estГіmago y mirando a Bryce con una plГЎcida expresiГіn de paz interior.
—Profesora Bryce, su estudiante podrГa ser un genio incomprendido, que a lo mejor solo necesita encontrar su camino —dijo, de buen humor.
—SГ, el camino... ВЎde la agricultura! —bromeГі la biГіloga—. Paciencia, esto quiere decir que pasarГЎ un mes mГЎs estudiando este examen; ВЎle deseo buena suerte!
—Entonces, ВїquГ© nos ha traГdo, profesora? —se informГі Drew.
—Un paramecio —respondió ella, cogiendo la caja del estante—. Como sabéis, es unicelular y se alimenta de bacterias. El ejemplar que tengo aquà mide una
SacГі una caja transparente de dentro de la gran caja. En el interior habГa un frasco con una soluciГіn acuosa.
—Es un ejemplar único sumergido en una solución nutriente. Si el intercambio no lo daña seguirá alimentándose normalmente.
Dio la caja a Drew, que mirГі a Kobayashi.
El japonГ©s seГ±alГі la mГЎquina dos, y Drew colocГі la muestra en la placa correspondiente.
Liberaron la zona del punto B y colocaron un taburete cubierto por una toalla, para recibir la muestra que iba a llegar y evitar que rebotara y cayera a tierra.
Maoko activГі el intercambio sin modificar ningГєn parГЎmetro.
La caja transparente se materializГі donde esperaban. Marlon la recuperГі y la ofreciГі a Bryce, que la colocГі inmediatamente bajo el microscopio.
EntornГі los ojos en los oculares y permaneciГі unos segundos en observaciГіn, despuГ©s exultГі.
—¡Se estГЎ alimentado! ВЎEstГЎ bien! —y volviГі a mirar, excitada—. ВЎEs fantГЎstico! Y..., un momento... ВЎquГ© curioso..., quГ© coincidencia! —EsperГі un poco mГЎs, dejГЎndolos con la respiraciГіn cortada, y exclamó—: ВЎse ha reproducido! Excepcional. Esta es la prueba evidente de que el intercambio no le ha afectado lo mГЎs mГnimo. MГrelo usted mismo —ofreciГі, sonriente, a Drew.
El fГsico mirГі en el microscopio, ajustГі el enfoque, y finalmente vio dos pequeГ±os paramecios que nadaban tranquilamente en la soluciГіn nutriente.
DejГі el microscopio a los demГЎs, ansiosos de admirar la primera forma de vida animal transferida con la mГЎquina.
Era un resultado histГіrico.
Todos sonreГan entusiasmados y se felicitaron recГprocamente.
Aquel dГa serГa un hito en la historia del hombre.
—¿Qué más hay ahà dentro? —preguntó Drew, señalando la caja.
Bryce sacГі una pequeГ±a caja con un gusano, otra con una rana pequeГ±a y, al final, una jaula en cuyo interior un hГЎmster danzaba de aquГ para allГЎ sobre una estera de paja.
—¡Gusano! —anunció Bryce, dando la caja concernida a Drew, que la cogió y observó durante un momento el anélido rojo que se contorneaba alegremente.
—¡Buen viaje! —le deseó Drew, confiado, a la lombriz.
Intercambio.
Perfecto.
El gusano llegГі a su destino contento como antes, con gran alivio de los cientГficos.
Ahora ya confiaban plenamente en la mГЎquina y en la teorГa que la gobernaba, asГ que pasaron inmediatamente al experimento con la rana.
El animal estaba tranquilo en su caja agujereada, y, llegada felizmente al punto B, saltГі un poco para conseguir de nuevo una postura cГіmoda tras la caГda sobre el taburete. Bryce le ofreciГі una mosca que hizo pasar por un agujero de la caja, y la rana, con un movimiento rГЎpido de la lengua, la atrapГі enseguida y la tragГі.
— El animalillo tiene apetito, ¿eh? — observó, contento, Drew.
—Ahora pasamos a los mamГferos —declarГі solemnemente Bryce, levantando a medias la jaula con el hГЎmster—. ВїLo hacemos? —preguntГі por pura formalidad a Drew.
Г‰l seГ±alГі directamente la placa A, y Bryce, con aire pomposo, posГі la jaula sobre ella.
Maoko apretГі la tecla de activaciГіn.
La jaula permaneciГі, mientras el hГЎmster, libre, apareciГі en el punto B, y cayГі sobre la toalla, saltГі del taburete y corriГі velocГsimo hacia la esquina opuesta del laboratorio.
—¡Aaah!
Un chillido agudГsimo rasgГі el aire, mientras una muchacha salГa de detrГЎs de un armario y se precipitaba hacia la silla mГЎs cercana, subiГ©ndose encima. Se llevГі los dedos a la boca y siguiГі chillando.
—¡Aigh!
Todos los presentes se giraron, asustados, para mirarla.
DespuГ©s de unos instantes, Drew reaccionГі.
—¿Y tú quién eres? —gritó desaforadamente.
El hГЎmster se metiГі debajo de un armario, para esconderse, y la muchacha dejГі de gritar.
—¡Charlene! —gritó Marlon, presa del estupor más absoluto.
—¿Quién? —preguntó Drew.
—Ejem... es Charlene. Ejem... mi novia —dijo Marlon, sonrojándose completamente por la vergüenza.
—¿Qué? —exclamó Drew, entornando los ojos con aire amenazador—. ¿Tu novia? —dijo, dando mucho énfasis a la palabra.
—Pues... sГ. Mi novia. —Se acercГі a Charlene, ayudГЎndola a bajar de la silla.
La muchacha mirГі insegura hacia el escondite del hГЎmster y se dirigiГі rГЎpidamente hacia la puerta.
—¿Dónde cree que va, señorita? —la apostrofó Drew con una voz poderosa.
—¡Quiero salir de aquà inmediatamente! —respondió ella, con tono desafiante.
—¡Ahora no! —dijo, bloqueando su salida situándose delante de la puerta.
Marlon estaba desesperado. Se habГa puesto una mano en la frente y sacudГa la cabeza. Sudaba copiosamente y no sabГa si ponerse del lado de Charlene o de Drew. Era un lГo, y sentГa que Г©l era el responsable.
—Profesor Drew, se lo ruego. Déjeme hablar con usted.
Drew lo ignorГі.
—¿Qué está haciendo aqu� —interrogó Drew con aspereza.
—Yo... —comenzГі la muchacha, pero enseguida se desmontГі y enrojeciГі. SabГa que no se habГa comportado en absoluto correctamente.
—Solo querГa ver quГ© estaba haciendo mi novio —respondiГі con sinceridad, y tambiГ©n con cierta amargura—. Hace varios dГas que veo que tiene la cabeza en otra parte, estГЎ nervioso, pero tambiГ©n pensativo, y me he dado cuenta de que me esconde algo, ВЎy me miente! —terminГі mirГЎndolo a los ojos.
Marlon alzГі los suyos al cielo y alargГі los brazos, derrotado.
—¿QuГ© podГa decirte? —intentГі explicarle—. Estamos haciendo experimentos y...
—¿Qué ha visto, señorita? —Drew lo interrumpió bruscamente, dirigiéndose a Charlene.
—Yo... —comenzГі temerosa—, he visto... He visto lo que habГa que ver.
Todos en el laboratorio se habГan situado en torno a ella y la miraban con hostilidad, menos Marlon que se quedГі aparte, destrozado.
—Bien —constató Drew—, ya no hay nada que hacer. Desde este momento, forma parte de este grupo de investigación. Supongo que es usted estudiante. ¿Estudiante de...?
—PsicologГa —respondiГі Charlene, con cautela.
—Bien, seГ±orita Charlene, estudiante de psicologГa. —Drew mirГі la puerta detrГЎs de Г©l, para asegurarse de que estaba bien cerrada—. Usted hoy, aquГ, ha asistido a la experimentaciГіn de un sistema para transferir materia de un lugar a otro de manera instantГЎnea y que es absolutamente revolucionario. Vista su preparaciГіn en humanidades supongo que no le interesan las implicaciones cientГficas de nuestro trabajo, pero dejarГ© a Marlon el placer de explicГЎrselas, si le parece oportuno. El fenГіmeno fue descubierto de manera casual por su novio al utilizar de manera totalmente involuntaria una mГЎquina que yo habГa construido. Las personas que ve aquà —dijo, seГ±alando a los presentes—, han sido elegidas por mГ para descubrir el mecanismo de funcionamiento de la mГЎquina y la teorГa que la justifica. Y esto es lo que hemos hecho. Hoy hemos experimentado con formas de vida vegetales y animales. —Cuando oyГі la palabra В«animalesВ» Charlene mirГі nerviosa hacia el armario bajo el cual se escondГa el hГЎmster—, y hemos encontrado una teorГa sГіlida. Se encuentra usted en presencia de los cientГficos mГЎs grandes de hoy en dГa. Le presento al profesor Schultz, fГsico de la universidad de Heidelberg.
Charlene dio la mano al profesor, que se lo devolviГі con un apretГіn fuerte y sincero.
—El profesor Kamaranda, matemГЎtico, de Raipur. El profesor Kobayashi, fГsico de altas energГas, de Osaka. —Con cada apretГіn de manos Charlene sentГa que la emociГіn iba aumentando dentro de ella, como un rГo crecido. Le parecГa estar en presencia de los dioses—. La profesora Novak, fГsica de la Universidad de Oslo. La seГ±orita Yamazaki, estudiante del profesor Kobayashi.
Maoko mirГі a Charlene con una mirada crГtica, pero despuГ©s le dio la mano calurosamente.
—La profesora Bryce, biГіloga de nuestra universidad —continuГі Drew—, y yo, profesor Lester Drew, fГsico y tutor de su novio.
—Es un honor conocerlos —declarГі emocionada Charlene—. Por favor, perdГіnenme por haberme infiltrado en su laboratorio y haber creado este problema. Pero intenten comprenderme: no sabГa lo que estaba haciendo Joshua y..., lo he hecho sin pensar. De nuevo, les pido perdГіn.
—Lo hecho, hecho está —concluyó Drew—. Pero ahora debe darse cuenta de que todo lo que ha visto y todo lo que aprenderá a partir de ahora será absolutamente secreto. Absolutamente. ¿Lo entiende? El rector McKintock en persona dirige este proyecto y ha ordenado la máxima discreción. Usted no podrá, bajo ningún concepto, repito, bajo ningún concepto, hablar de ello con nadie. ¿Está claro?
—SГ. EstГЎ claro. Lo entiendo —respondiГі Charlene, todavГa arrepintiГ©ndose, pero tambiГ©n orgullosa de haber entrado en ese grupo.
—Y, bueno —añadió Drew, guiñándole un ojo—, una psicóloga siempre puede ser de ayuda.
Charlene sonriГі, y al mismo tiempo Bryce la cogiГі por el codo y la alejГі, hacia el escondite del hГЎmster.
—Bien, seГ±orita aspirante a psicГіloga Charlene, novia del alumno Marlon, como rito de iniciaciГіn en esta cofradГa de la Universidad de Manchester, tiene que ayudarme a recuperar el roedor fugitivo —sentenciГі, y le puso un trozo de cartГіn en la mano.
Charlene palideciГі.
—¡No! ¡No, no puedo!
—¿Cómo dice? —la miró a los ojos con una actitud amenazante.
—Eh, bueno. —Charlene se dio cuenta de aquel era el precio que pagar por su desfachatez—: En efecto, solo es un pequeño... un ratoncito pequeño —dijo, temblando.
—¡Es un hГЎmster, no un ratГіn! —la corrigiГі Bryce con acritud—, y muchas familias lo tienen como animal domГ©stico, asГ que no debe temer nada. Doble el cartГіn en ГЎngulo recto, sГ, asГ, y apГіyelo sobre estos lados libres del armario—, dijo, mostrГЎndole dГіnde colocarlo. DespuГ©s se agachГі y puso un brazo contra el Гєltimo lado libre del armario apoyado contra la pared, dejando solo una pequeГ±a abertura. MetiГі la mano por ella y buscГі en el espacio circunscrito. Tras pocos instantes lo atrapГі. RetirГі lentamente la mano y se levantГі, presentando al mundo el primer mamГfero desplazado con la mГЎquina.
El animal estaba bien, a juzgar por su comportamiento enГ©rgico.
Charlene dio unos pasos atrГЎs, impresionada por el animal a pesar de todo.
Bryce metiГі el roedor en la caja de muestras, que tenГa agujeros para permitir que respiraran los ejemplares transportados en ella.
—Y ahora, ¿queréis explicarme qué ha sucedido en el último intercambio? —preguntó, dirigiéndose a los compañeros que estaban a su alrededor.
—Es fГЎcil, profesora —respondiГі Kobayashi—. Con la excitaciГіn de los experimentos realizados con Г©xito no nos hemos dado cuenta de que la jaula era mГЎs grande que el volumen de espacio para el que la mГЎquina estaba configurada. La jaula es un cubo de unos ocho centГmetros de lado, mientras que nosotros habГamos calibrado solo para cuatro centГmetros de lado. El resultado es que solamente el animal, dentro del volumen calibrado, ha sido transferido, junto a un trozo del suelo de la jaula. El resto ha permanecido en la placa A.
—¿QuerГ©is decir que... —insinuГі Bryce, tensa—, que, si el hГЎmster no hubiera estado completamente dentro del volumen destinado al intercambio, habrГamos desplazado solo una parte del animal? ВїSe habrГa quedado un trozo en la jaula?
—SГ, asГ es —confirmГі Kobayashi, para nada turbado por esa posibilidad.
Bryce suspirГі.
—Entonces hemos tenido suerte —asintiГі repetidamente, pensativa—. En todo caso, es un riesgo que habГa que correr. Sin embargo, comprendГ©is que desde el punto de vista Г©tico la experimentaciГіn se puede hacer solo y Гєnicamente cuando no hay alternativas. Con los resultados prometedores de los experimentos anteriores no tenГa la mГЎs mГnima duda de que algo podrГa haber salido mal. Por eso he puesto la jaula sobre la placa con tanta desenvoltura. ВЎEste hГЎmster ha sido afortunado! Con la velocidad a la que se mueve habrГa podido estar en cualquier lugar de la jaula en el momento del intercambio. Estoy contenta de que haya salido todo bien —concluyГі, golpeando con un dedo la caja en la que el animal se movГa sin parar, corriendo de aquГ para allГЎ.
Marlon, mientras tanto, se habГa acercado a Charlene. La llevГі a parte y le preguntГі en voz baja:
—Dime una cosa. ¿Cómo has hecho para entrar en el laboratorio sin que nadie te viera?
—No te he visto en el comedor —respondiГі ella—. Estaba preocupada. Por la tarde, cuando iba a la biblioteca, te he visto salir del comedor junto al grupo aquГ presente. Os he seguido desde lejos y os he visto entrar aquГ. He dado la vuelta al edificio y he encontrado la ventana del baГ±o abierta. He entrado por allГ y he podido esconderme detrГЎs del armario sin que me viera nadie. He visto los experimentos. Lo demГЎs ya lo sabes.
—Has entrado por el baГ±o —le sonriГі Marlon, enamorado. La acariciГі con la mirada—. Como un filme policГaco de serie B —y se rio divertido.
—¡Justo asГ, graciosillo! —replicГі Charlene maliciosamente, dГЎndole una patada en el pie.
—SeГ±oras y seГ±ores, por hoy basta —anunciГі Drew en voz alta—. DirГa que hoy no nos podrГan haber salido mejor las cosas. Gracias a todos. ВЎNos vemos maГ±ana!
El grupo se disolviГі y cada uno se dirigiГі a su alojamiento.
Otro dГa histГіrico llegaba a su fin.
CapГtulo XV
Midori mirГі por la ventana a un punto lejano, invisible.
AllГ estaba el jardГn de los cerezos, en el parque en el que habГa conocido a su amado Noboru.
Era el atardecer, y la muchacha escribГa a su novio.
В«Hoy estoy muy cansada.
La lecciГіn de historia del JapГіn medieval es realmente insoportable. ВїQuГ© mГЎs me da lo que pasara en esa Г©poca? Yo estoy viviendo ahora. Es ahora cuando no puedo estar contigo, y me duele el corazГіn de lo mucho que te echo de menos.
Dentro de dos semanas tengo el examen de historia y no consigo retener las nociones. Me saldrГЎ mal, lo sГ©. Y mis padres se preguntarГЎn por quГ©, despuГ©s de una buena carrera universitaria, mi rendimiento ha bajado tan notablemente.
No, no es justo, ni por ellos, que me quieren, a pesar de todo, y esperan que llegue a una buena posiciГіn social, ni para mГ, porque si no termino los estudios solo podrГ© hacer tareas domГ©sticas, precarias y mal remuneradas. ВїPor quГ© las mujeres japonesas estГЎn tan discriminadas? Es una sociedad marchita, dominada por machos autoritarios que deciden todo y dejan a la mujer mirando ese techo transparente a travГ©s del cual ellos gobiernan nuestras vidas.
Pero yo no quiero quedarme en la sombra.
EstudiarГ©, sГ, estudiarГ© mГЎs que nunca, tambiГ©n Historia, sГ, y me licenciarГ© y serГ© profesora, ganarГ© lo suficiente y podremos casarnos, y tГє saldrГЎs de esa barca y dejarГЎs de ser pobre. Y tГє tambiГ©n podrГЎs estudiar, como yo, y serГЎs poeta: tienes el talento, Noboru, y tienes que complementarlo con los estudiosВ».
Midori levantГі la pluma de la hoja y se pasГі las manos por los ojos, para secar las lГЎgrimas que se deslizaban por su rostro copiosamente. SufrГa terriblemente. Pero tambiГ©n era fuerte y racional. SabГa luchar.
Maoko cogiГі el paГ±uelo y se secГі los ojos. El desgarro de Midori la habГa conmovido. Ese amor atormentado se escapaba de las pГЎginas del libro y le llegaba al corazГіn, haciГ©ndola llorar cada vez.
Con un suspirГі pasГі la pГЎgina, pero justo en ese momento alguien llamГі a la puerta.
Un golpe discreto, casi tГmido, habrГa podido decir.
Perpleja, mirГі el reloj a la luz de la lГЎmpara: eran las diez de la noche, ВїquiГ©n podГa ser, a esa hora?
Se levantГі de la cama, dejГі el libro y se dirigiГі a la puerta. No habГa mirilla, asГ que se acercГі con precauciГіn.
—¿S� —preguntó sin abrir.
—Novak —fue la simple respuesta.
Maoko levantГі los ojos al cielo, suspirando, luego encendiГі la luz principal, abriГі la puerta y dejГі entrar a la noruega; volviГі a cerrar con llave, anticipando lo que iba a pasar.
TenГa razГіn.
Jasmine Novak llevaba un abrigo marrГіn claro con detalles de tartГЎn, de una calidad Гіptima. Zapatos marrones con tacГіn bajo y el pelo recogido en una coleta. No llevaba bolso.
Se habГa parado apenas habГa entrado. EsperГі a que Maoko se pusiera frente a ella, despuГ©s, con un gesto controlado, se desabrochГі el abrigo empezando por arriba, botГіn a botГіn, con un ritmo regular. Cuando llegГі al final, cogiГі las aletas del abrigo a la altura del pecho y las abriГі lentamente, de manera perfectamente simГ©trica.
Estaba completamente desnuda.
Maoko sabГa que las mujeres escandinavas eran desinhibidas, pero no se esperaba un comportamiento asГ.
Novak separГі las dos partes del abrigo hasta que la prenda comenzГі a deslizarse por sus hombros. La dejГі resbalar suavemente por sus brazos, detrГЎs de sГ, y, cuando iba a caer al suelo, lo sujetГі con las manos, lo doblГі a media altura y lo colocГі ordenadamente en el respaldo de un sillГіn cercano.
DespuГ©s fijГі su mirada en los ojos de la japonesa y tendiГі los brazos hacia delante, cruzando las muГ±ecas.
Maoko sostuvo la mirada, de manera asГ©ptica, y despuГ©s observГі las muГ±ecas: solo quedaba una leve irritaciГіn donde habГan estado las cuerdas la noche anterior. Esto supuso una gran satisfacciГіn para ella, porque confirmaba su maestrГa del Shibari, el arte japonГ©s de la cuerda. Se dedicaba a ello paralelamente a sus estudios universitarios, por el gran contenido estГ©tico que contenГa ese arte, y querГa llegar a Nawashi, o maestra.
HabrГa podido realizar una escultura refinada, usando cuerdas artГsticamente sobre el cuerpo escultural de Novak, pero no creГa que conociese el Shibari y, menos todavГa que hubiera ido para ofrecerse como modelo para esa forma de arte.
No, la mujer noruega querГa otra cosa, y lo estaba pidiendo con los ojos encendidos, y con el cuerpo desnudo que se ofrecГa sin reservas a la mirada de Maoko.
TenГa la piel clara, como correspondГa a su procedencia, y el pelo rubio le llegaba hasta los hombros con un corte cuadrado sencillo pero preciso.
El rostro sin maquillaje era delicado, iluminado por ojos de color azul claro correctamente espaciados y decorados por cejas rubias arriba y pecas claras abajo.
La nariz era pequeГ±a y un poco levantada, la boca sutil con labios de color rosa claro.
El mentГіn regular, con una pequeГ±a cavidad que, junto al corte de los labios, daba una impresiГіn de impertinencia.
Los pГіmulos se mostraban apenas, y las mejillas eran tersas y suaves. Las orejas eran pequeГ±as y bien formadas. El cuello largo y sutil estaba en perfecta armonГa con la cara.
Los hombros tenГan una anchura comedida y proporcional a la altura de la mujer, de un metro setenta, y los mГєsculos bien definidos mostraban una actividad fГsica regular. Las clavГculas emergГan ostentosamente, tensando la piel y confirmando la mucha tonicidad de ese cuerpo.
El esternГіn y las costillas tambiГ©n dibujaban la imagen de un esqueleto perfecto, con una caja torГЎcica pequeГ±a y extremadamente femenina que llegaba a una cintura estrecha y sensual.
Los senos eran de dimensiГіn contenida, bien sostenidos por la musculatura de aquella mujer que tendrГa unos treinta y tres o treinta y cuatro aГ±os.
Vientre plano con abdominales evidentes, fruto de entrenamientos de carreras o de bicicleta.
Las piernas eran una maravilla. La longitud del fГ©mur y la de la tibia tenГan la proporciГіn ideal, y resaltaban la musculatura de los muslos y la pantorrilla. Los tobillos finos completaban ese cuadro envidiable.
Maoko observГі los brazos largos y delgados, tГіnicos como todo lo demГЎs, y las manos, con dedos finos y elegantes. Con una mano la cogiГі por las muГ±ecas cruzadas y la condujo lentamente hasta la cama individual.
—QuГtate los zapatos —le ordenГі con voz tranquila pero firme.
Novak hizo lo que se le pedГa, y despuГ©s Maoko se colocГі detrГЎs de ella y la hizo ponerse de rodillas sobre la cama, haciГ©ndola avanzar hasta el centro, y girada sobre el lado mГЎs largo. CogiГі sus manos y se las puso detrГЎs de la espalda, despuГ©s cruzГі sus muГ±ecas de nuevo y los sujetГі con una mano.
—Separa las rodillas —ordenó de nuevo.
La noruega obedeciГі.
—Más —añadió.
Novak separГі un poco mГЎs las rodillas, manteniendo los muslos derechos para sujetar el cuerpo.
—Bien. —Las rodillas estaban a medio metro de distancia una de la otra—. Busto derecho. Cabeza alta. Mira hacia delante.
La noruega se enderezГі, ayudada por la tracciГіn de los brazos estirados hacia atrГЎs y sujetos por Maoko a la altura de las muГ±ecas cruzadas.
LevantГі la cabeza orgullosamente y mirГі delante de ella.
—No te muevas —ordenó la japonesa.
Le soltГі las muГ±ecas lentamente y se alejГі de la cama.
Novak no se moviГі ni un milГmetro.
Maoko fue al armario, situado detrГЎs de Novak, y por lo tanto fuera de su campo visual, y cogiГі un paГ±uelo amarillo de seda pura, volviГі al lado de la cama y rodeГі las muГ±ecas de la noruega, cruzadas, con Г©l. Hizo un nudo simple, apretГі moderadamente y cerrГі el atadijo con otro nudo.
Novak respiraba con regularidad, en espera, manteniendo con precisiГіn la posiciГіn que le habГa sido impuesta.
Maoko llevaba un pijama con camisa y pantalГіn largo, blanco con personajes Kawaii
(#litres_trial_promo). Se quitГі el pijama y se quedГі con la ropa interior de color blanco.
VolviГі al armario y cogiГі dos guantes de lГЎtex de la bolsa del laboratorio. Se los puso haciГ©ndolos estallar ruidosamente cuando acabГі.
Fue a la cama, de rodillas detrГЎs de Novak, con movimientos suaves para no desestabilizarla.
ApoyГі sus tobillos sobre los de la noruega para mantenerla mejor en esa posiciГіn, y despuГ©s apoyГі sus manos en su cadera. Novak se estremeciГі y dejГі escapar un suspiro, apenas audible, pero se controlГі enseguida y volviГі a la inmovilidad que debГa mantener.
Con movimientos simГ©tricos, Maoko deslizГі sus manos de los muslos a los glГєteos adyacentes, acariciГЎndolos. Eran sГіlidos y bien sostenidos. SiguiГі lentamente hacia arriba, subiendo por la espalda y apretando con los pulgares en la cavidad de la espina dorsal. Mientras avanzaba seguГa con los pulgares el contorno de cada vГ©rtebra, y al mismo tiempo marcaba, con los otros dedos, cada costilla. MantenГa una presiГіn constante que estimulaba las terminaciones nerviosas de esas zonas, muy sensibles, y Novak sintiГі escalofrГos. Un sudor frГo cubriГі su frente y su espalda, pero apretГі los dientes para no moverse. Maoko sonriГі para sГ, apreciando la reacciГіn de la noruega, asГ como el autocontrol que demostraba tener.
Las manos llegaron a la base del cuello. Con los pulgares masajeГі intensa y repetidamente las vГ©rtebras cervicales, despuГ©s pasГі a los omoplatos y, manteniendo continuamente una presiГіn sobre la piel, llevГі las manos hacia delante, a la parte inferior de la caja torГЎcica. Las deslizГі despacГsimo hacia arriba, acogiendo progresivamente los senos. Cuando los Гndices encontraron el obstГЎculo de los pezones Maoko prosiguiГі del mismo modo, manteniendo la misma presiГіn, obligГЎndolos a ceder. DespuГ©s aumentГі el espacio entre el Гndice y el dedo medio para dejarlos emerger de nuevo. En cuanto recuperaron su volumen, erectos y rГgidos, dejГі de mover las manos. PermaneciГі asГ unos instantes, sujetando los senos con delicadeza. Novak estaba cubierta de sudor y respiraba de manera apenas perceptible, presa de una tensiГіn extrema.
La japonesa cerrГі entonces, lentamente, el Гndice y el dedo medio, uno contra el otro, comprimiendo los pezones en medio. La noruega abriГі los ojos de par en par, y la boca, y no puedo contener un «¡Oooh!В» sofocado.
—¡Silencio! —le ordenó Maoko en un susurro.
Novak se paralizГі en ese estado, con los ojos muy abiertos y respirando por la boca abierta; seguГa sudando.
La japonesa separГі lentamente los dedos, liberando los pezones, que ahora aparecГan aplastados en su base, cerca de la aureola donde estaban apoyados los dedos. Volvieron a su diГЎmetro original, elГЎsticamente, en pocos segundos.
Maoko esperГі unos segundos mГЎs, despuГ©s repitiГі el proceso. Esta vez apretГі mГЎs fuerte, casi eliminando el espacio entre los dedos. Novak cerrГі la boca de golpe y apretГі los dientes, aguantando la respiraciГіn, y consiguiГі no emitir ningГєn sonido. Maoko liberГі los pezones de nuevo y estos tardaron un poco mГЎs en recuperarse. EsperГі un poco y volviГі a apretar los dedos, apretГЎndolos fuertemente uno contra el otro. AguantГі asГ unos segundos, durante los cuales Novak permaneciГі rГgida con los ojos tensos y los labios tan tensos que se estaban volviendo blancos.
Al final Maoko abriГі los dedos gradualmente, de milГmetro en milГmetro, y esta vez los pezones permanecieron aplastados durante muchos segundos. Volvieron poco a poco, mientras la noruega sudaba profusamente a medida que las delicadas nervaduras seГ±alaban la reactivaciГіn progresiva y dolorosa de la circulaciГіn.
Maoko dejГі los senos deslizando las manos sobre la caja torГЎcica y hacia los costados, pasando sobre la sutil cintura y parando en la cadera, por donde habГa comenzado.
Las dejГі allГ un momento.
La respiraciГіn de Novak volviГі a ser regular y el sudor comenzГі a secarse.
La temperatura de la habitaciГіn en esa noche de marzo era agradable para aquel cuerpo desnudo.
La luz de la lГЎmpara en la mesilla era de color blanco frГo, apropiado para la lectura gracias al contraste elevado que producГa en las pГЎginas impresas, mientras que la lГЎmpara en el centro de la habitaciГіn emitГa una suave luz ligeramente amarilla. El cuerpo pГЎlido de Novak estaba teГ±ido uniformemente de ese amarillo, y habГa asumido una tonalidad cГЎlida y agradable, mientras el blanco de la lГЎmpara de la mesilla, proyectado en tres cuartos por detrГЎs, creaba sombras bien definidas en los bordes de los omoplatos y la oquedad entre los glГєteos. InmГіvil como estaba, la noruega parecГa una escultura expuesta en un museo e iluminada por faros convenientemente dispuestos. Era bellГsima.
В«Ahora veremosВ», se dijo Maoko con una sonrisa maliciosa.
Lentamente, deslizГі las manos hacia el abdomen, con los dedos juntos. No ejercГa ninguna presiГіn, pero podГa sentir bajo los dedos cГіmo se tensaban los haces musculares. Inexorable, se fue acercando a las ingles, mientras Novak habГa vuelto a sudar y a respirar agitadamente, a pesar de seguir manteniГ©ndose rГgida y en posiciГіn. ColocГі los dedos medio, anular y meГ±ique en la cavidad inguinal, cruzГі los pulgares justo sobre la vulva y dejГі los Гndices levantados. PermaneciГі asГ medio minuto, durante el cual la mujer noruega casi no se atreviГі a respirar; su corazГіn batГa velozmente y con potencia, hasta tal punto que Maoko podГa sentirlo tronar, imperioso, en la caja torГЎcica. BajГі los Гndices hacia la vulva y los usГі delicadamente para separar los labios grandes. Bajo la sutil barrera de lГЎtex podГa percibir el calor de la piel, hГєmeda por la excitaciГіn. SeparГі los labios con determinaciГіn hasta que la entrada de la vagina estuvo completamente abierta. Novak estaba tensa a punto del espasmo, con el corazГіn que batГa violentamente, incontrolable. Se sentГa completamente expuesta e indefensa y, consternada, sentГa cГіmo el aire frГo entraba en su vagina y circulaba en su interior, amplificando la sensaciГіn de vulnerabilidad que sentГa. No sabГa quГ© iba a pasar, a pesar de lo cual no moviГі ni un mГєsculo.
Maoko la dejГі asГ durante algo mГЎs de un minuto, atada e inmГіvil, completamente sudada y con el rostro rГgido como una mГЎscara, con su esencia mГЎs Гntima descubierta y puesta a merced del mundo.
Improvisamente Maoko separГі los Гndices, deslizГЎndolos sobre el interior de los labios grandes y luego los liberГі de golpe: hicieron un ruido nГtido pero hГєmedo, como el de una mano que golpea una superficie mojada. QuitГі las manos de las ingles de Novak y se quitГі los guantes dejГЎndolos del revГ©s. BajГі de la cama de rodillas y fue a tirarlos.
Novak no se moviГі.
Maoko volviГі rГЎpidamente a la cama y le desatГі las muГ±ecas, dejando el paГ±uelo en la mesilla. No habГa marcas profundas, ya que habГa estado atada durante poco tiempo, y habГa apretado poco. AdemГЎs, Novak habГa permanecido inmГіvil todo el tiempo y no habГa forzado la atadura, con lo que no se habГa daГ±ado la piel.
—ArrodГllate —ordenГі Maoko, apoyando un dedo en cada costado para guiarla.
La noruega dejГі la posiciГіn recta que mantenГa y apoyГі los muslos sobre las pantorrillas. Los brazos estaban relajados a los lados.
Maoko quitГі un cojГn que estaba sobre la cama y lo dejГі sobre el sofГЎ.
—Túmbate —añadió. La sujetó por los hombros y la ayudó a tumbarse boca arriba.
SujetГЎndola por las muГ±ecas colocГі los brazos sobre su cabeza, apoyados en la cama y flexionados de modo que las manos estuvieran a unos veinte centГmetros de distancia, con las palmas giradas hacia arriba.
Le puso el paГ±uelo en las manos.
—Mantenlo tenso. Mira al techo —le dijo.
Ella obedeciГі y tensГі el paГ±uelo con las manos apoyadas en la cama, despuГ©s fijГі la mirada en el techo, pintado de blanco.
—Separa —indicГі con una voz neutra, apoyando las manos en el interior de sus muslos. Le hizo separarlos hasta que las rodillas estuvieron a una distancia de sesenta centГmetros, mientras los pies estaban girados relajadamente hacia el centro de la cama.
La japonesa volviГі al armario y cogiГі otro par de guantes, despuГ©s fue a la cocina y cogiГі unos palillos japoneses de un cajГіn
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Novak siguiГі por el rabillo del ojo los movimientos de Maoko, pero cuando esta se dio la vuelta para volver a la cama volviГі a mirar el techo rГЎpidamente.
La japonesa se acostГі a la derecha de Novak y la mirГі con expresiГіn crГtica, empezando por los pies y siguiendo por las piernas, el abdomen, el tГіrax y la cara, hasta las manos, que tensaban el paГ±uelo diligentemente. El sudor se habГa secado casi completamente. VerificГі de nuevo que estaba mirando el techo y se inclinГі sobre su vulva.
Con el pulgar y el Гndice de la mano izquierda separГі los labios cerca de la uniГіn superior, a la altura del clГtoris. El Гіrgano asomГі la cabeza por el prepucio clitoriano. Era pequeГ±o, pero bien definido, rosa fuerte, y terso por la excitaciГіn. Maoko articulГі los palillos en la mano derecha y tocГі las puntas una contra la otra dos veces, con un tic tic seco de madera, de la que estaban hechos, y despuГ©s los acercГі a la vulva y, con gran precisiГіn cogiГі el clГtoris por las puntas como si fuera una tierna gamba.
ApretГі un poco, lo mГnimo que bastaba para sujetar bien la presa, e inmovilizГі su mano. El clГtoris era prisionero de los palillos, ligeramente presionado por las puntas que lo sujetaban por los lados. MirГі la cara de Novak. SeguГa mirando fijamente el techo, pero habГa abierto los ojos de par en par y tenГa la frente perlada de sudor. La boca estaba medio abierta y parecГa emitir un В«ooohВ» silencioso.
Satisfecha por el autocontrol que demostraba la noruega, Maoko moviГі con atenciГіn extrema las puntas de los palillos, describiendo un cГrculo en el sentido contrario a las agujas del reloj, deformando el clГtoris en consecuencia. El movimiento era de pocos milГmetros, pero las seis mil terminaciones nerviosas que llegaban al Гіrgano transmitГan unas impactantes oleadas de placer al cerebro de la mujer noruega.
Novak emitiГі un gemido y contrajo visiblemente los abdominales.
—¡Contrólate! —siseó Maoko.
Novak se paralizГі, y despuГ©s relajГі el abdomen lentamente, y tendiГі con fuerza el paГ±uelo entre las manos, convirtiГ©ndolo en la vГЎlvula de escape de la extrema tensiГіn a la que estaba sometida.
La japonesa continuГі con el movimiento rotatorio dando tres vueltas en un sentido, despuГ©s otras tres en el sentido contrario, alternativamente, para equilibrar la tensiГіn sobre el clГtoris. Durante el proceso, todo el cuerpo de Novak se recubriГі nuevamente de sudor. Tiraba fuerte del paГ±uelo, para controlarse mГЎs, y los bГceps emergГan con evidencia, contraГdos y bien modelados.
Tres vueltas hacia un lado, tres vueltas hacia el otro, continuamente, sin descanso. El clГtoris estaba ahora de color rojo oscuro, y erecto.
DespuГ©s de unos dos minutos Maoko vio que la cara de Novak estaba enrojeciendo tambiГ©n y que su respiraciГіn se aceleraba. Los abdominales se estaban contrayendo involuntariamente y, de la garganta de la mujer, salГa una especie de gemido que iba aumentando de volumen. Estaba a punto de llegar al orgasmo, y Maoko abriГі sГєbitamente los palillos liberando el clГtoris de manera improvisa. SoltГі tambiГ©n los labios, que se cerraron.
—¡Aaah! —se lamentГі Novak con un sonido nasal, mientras la excitaciГіn era interrumpida de golpe. Estaba decepcionada, ansiosa por concluir y llegar al clГmax, pero todo se habГa parado inesperadamente.
LevantГі la cabeza y mirГі con rabia a Maoko, pero esta volviГі a colocarla como estaba.
—¡Pórtate bien! ¡Baja la cabeza! —le gritó, apoyando su mano izquierda en su frente y empujándola hacia abajo.
Novak retornГі a su posiciГіn, irritada. ResoplГі a modo de protesta, pero luego se relajГі y volviГі a mirar al techo y a tirar del paГ±uelo.
Su cara estaba volviendo a tener un color normal y el sudor se secaba rГЎpidamente.
Maoko esperГі un poco. Cuando le pareciГі que se habГa calmado lo suficiente, apoyГі su mano izquierda sobre su abdomen y comenzГі a acariciarlo, ligeramente, haciendo cГrculos, para apreciar la piel lisa y los mГєsculos tГіnicos que la esculpГan. Novak cerrГі los ojos, sumisa. Respiraba con regularidad, tranquila, inspirando por la nariz y expirando por la boca medio cerrada. En un estado de gran relajaciГіn, aflojГі el agarre del paГ±uelo.
En ese momento Maoko introdujo delicadamente el dedo medio de su mano derecha en la vagina, con la palma de la mano hacia arriba. PareciГі que Novak no reaccionase. AГ±adiГі el Гndice y empujГі un poco mГЎs arriba. Entonces Novak abriГі los ojos, con la mirada vacГa, parecГa ausente. Maoko empujГі un poco mГЎs, de manera que el anular y el meГ±ique tambiГ©n entraron; su pequeГ±a mano empezГі a penetrar la vagina de Novak. La mujer noruega abrГa los ojos mГЎs y mГЎs a medida que Maoko entraba dentro de ella. ExtraГ±amente, no empezГі a sudar, sino que palideciГі, desbordada por las sensaciones indescriptibles que estaba experimentando.
La mano de Maoko continuaba a subir por el canal vaginal lubricado por la excitaciГіn, y el dedo pulgar tambiГ©n entrГі. La entrada a la vagina estaba dilatada y envolvГa firmemente el diГЎmetro mГЎximo de la mano, de unos ocho centГmetros. Empujando mГЎs, Maoko introdujo la mano completamente, y la entrada se cerrГі, hГєmeda, alrededor de la muГ±eca.
Ahora Novak parecГa medio adormentada; tenГa los pГЎrpados medio cerrados y no mostraba reacciones evidentes. ParecГa completamente abandonada a la posesiГіn de la parte mГЎs Гntima de su cuerpo, y parecГa expresar una aceptaciГіn total.
Con enorme coordinaciГіn Maoko habГa seguido acariciГЎndole el abdomen, para que estuviera tranquila. Entonces cerrГі la mano derecha sobre el centro del vientre y apretГі ligeramente. DespuГ©s moviГі los dedos Гndice y medio dentro de su compaГ±era, frotando las yemas contra la pared vaginal anterior. Los movГa lentamente de forma circular, explorando, con los nudillos apoyados contra la pared del fondo a causa del pequeГ±o espacio. ContinuГі explorando minuciosamente hasta que encontrГі lo que buscaba. Una zona rugosa, no mГЎs grande de una moneda, centrada en el eje de simetrГa de la vagina. Novak tenГa el punto G
(#litres_trial_promo), y Maoko lo habГa encontrado.
La mujer noruega reaccionГі inmediatamente.
—¡Aaah! —suspiró con voz alta, tirando el pañuelo y tensando los abdominales.
Maoko no dijo nada.
EmpezГі a pasar los dedos sobre el punto G, arriba y abajo, con una presiГіn moderada y con un ritmo de un pasaje por segundo. De vez en cuando hacГa fuerza con la otra mano sobre los abdominales, para que no se moviera. Novak empezГі a levantar la cabeza de la cama, con el cuerpo contraГdo y la boca abierta en forma de В«OВ», emitiendo un В«Oooh...В» continuo y gutural. DejГі el paГ±uelo y llevГі los brazos hacia delante, agarrГЎndose con las manos a los laterales del colchГіn y apretГЎndolo con fuerza. Con cada pasaje de los dedos dentro de ella, la noruega subГa y bajaba con la cabeza y parte del busto.
Maoko seguГa impertГ©rrita con su estimulaciГіn y dejaba que Novak se moviera libremente. Era lo que querГa: la habГa contenido hasta ese momento para que explotase en el orgasmo supremo que una mujer pueda sentir.
Ahora el rostro de la mujer noruega era una mГЎscara descompuesta, roja y empapada en sudor. TambiГ©n era rojo el cuello, del que las arterias emergГan hinchadas y con fuertes pulsaciones; junto con los tendones tensos hasta el espasmo dibujaban una estructura manifiesta de tabla de anatomГa cada vez que levantaba el busto. Su cuerpo brillaba cubierto de sudor y bajo las ingles la sГЎbana estaba empapada de lГquido vaginal.
Maoko arqueГі ligeramente los dedos y, en vez de usar la punta de las yemas como habГa hecho hasta ese momento, comenzГі a pasar las uГ±as por el punto G. Eran las uГ±as de una cientГfica acostumbrada a hacer pequeГ±as manualidades, no demasiado largas y nada afiladas. Las pasГі con decisiГіn sobre la carne sensible en el interior de Novak, una y otra vez, mientras esta apretaba el colchГіn de manera espasmГіdica y jadeaba. Unos pocos segundos mГЎs, y la mujer noruega echГі la cabeza hacia atrГЎs improvisamente y gritГі salvajemente con todo el aire que tenГa en el cuerpo.
Maoko puso rГЎpidamente su mano izquierda sobre su boca para que no se oyera por todas partes aquel grito tremendo.
Los abdominales de Novak se contraГan y se relajaban a un ritmo frenГ©tico, descargando la energГa devastadora de aquel orgasmo como nunca antes habГa sentido. El grito continuaba, sofocado por la mano de la japonesa.
Maoko esperГі.
Pasaron muchos segundos hasta que las contracciones del cuerpo de Novak comenzaron a disminuir. El grito se fue atenuando hasta que cesГі, y poco a poco la mujer noruega volviГі a apoyar la cabeza en la cama. SoltГі el colchГіn y abandonГі los brazos a los lados. Maoko le quitГі la mano de la boca y empezГі a acariciarle el abdomen de nuevo. Delicadamente, empezГі a sacar la mano derecha de su vagina. Se deslizaba fГЎcilmente en el canal inundado de fluido vaginal, y los mГєsculos estaban relajados por la dilataciГіn a la que habГan estado sometidos. En pocos segundos la mano estuvo fuera y Maoko constatГі que el guante habГa permanecido entero, a pesar de que habГa usado las uГ±as con decisiГіn. Se alegrГі por esto, ya que para los japoneses la higiene es algo fundamental, y que persiguen de manera obsesiva.
MirГі a Novak. YacГa inmГіvil en la cama, con los ojos ausentes mirando el techo. La respiraciГіn se estaba volviendo regular. La cara retomaba poco a poco su color natural y el sudor se estaba secando rГЎpidamente. Un minuto despuГ©s dormГa tranquila, con la boca medio abierta y la cabeza levemente girada hacia la derecha.
Maoko bajГі de la cama, moviГ©ndose con cuidado para no despertarla; tirГі los guantes, apagГі la luz principal y volviГі a ponerse el pijama. Con extrema delicadeza, tirГі de la manta a los pies de la cama y tapГі a Novak para que no cogiera frГo, despuГ©s fue al armario y cogiГі una pequeГ±a manta. ApagГі la lГЎmpara de la mesilla y, a tientas, fue hasta el sillГіn. Se tumbГі de lado y se tapГі con la manta.
MirГі en la oscuridad durante unos minutos, pensativa, y finalmente se durmiГі.
CapГtulo XVI
Drew se habГa ido del laboratorio junto a los demГЎs y se estaba dirigiendo a casa. Ya era casi de noche y querГa descansar, cerrar ese dГa infernal. ВЎHabГa pasado alguna que otra cosa! La existencia tranquila y regular del maduro profesor de fГsica se habГa puesto patas arriba de forma inesperada con ese descubrimiento increГble. Estos Гєltimos dГas le habГan hecho vivir cosas portentosas, con un ritmo trepidante, en un aumento continuo de gloria y emociГіn, mucho mГЎs de lo que habГa sentido el resto de su vida.
Caminando por la pequeГ±a avenida, su mirada se posГі casualmente en el edificio que albergaba el despacho del director.
В«Tengo que decГrseloВ», pensГі.
Estaba cansado, pero se dirigiГі en aquella direcciГіn de todas formas.
La luz se filtraba por la ventana de McKintock. Drew sabГa que trabajaba mГЎs de lo que debГa.
La seГ±orita Watts ya se habГa marchado, asГ que llamГі directamente a la puerta del despacho.
—Adelante —respondiГі una voz cansada—. Ah, eres tГє, Drew. Entra, por favor, amigo mГo. —En ese В«amigo mГoВ» habГa un afecto sincero, que Drew percibiГі. QuizГЎ, en el fondo, McKintock no era solamente una mГЎquina de dar Гіrdenes siempre en busca de dinero. ВїO quizГЎ sГ? En este caso, esa manifestaciГіn inusual de amistad habrГa sido solo un agradecimiento por los beneficios que el rector preveГa gracias al descubrimiento de Drew y Marlon, los cuales, por lo tanto, merecГan ser tenidos en gran consideraciГіn.
Cierto, las ganancias serГan para la Universidad, pero McKintock era un idealista, y hacer prosperar el ente que dirigГa era un objetivo vital para Г©l. Lo era hasta el punto de que se identificaba con la universidad misma, asГ que todo el bien que le hacГa se lo hacГa a sГ mismo. Y por esto estaba todavГa allГ, trabajando, avanzando con prГЎcticas administrativas que habrГan podido ser gestionadas al dГa siguiente. Pero el rector sabГa demasiado bien que podrГa surgir cualquier problema que habrГa impedido realizar esos trГЎmites, lo cual habrГa provocado nuevos problemas, en una reacciГіn en cadena que era mejor no comenzar.
—Lo hemos conseguido, McKintock —anunciГі Drew con voz cГЎlida—. Tenemos la teorГa de base y podemos estimar la energГa necesaria para intercambiar distintos volГєmenes a distancias dadas.
—Perfecto —se alegró el rector—. ¿Y hasta qué distancia podemos llegar?
—Podemos llegar a todas partes —respondió simplemente Drew, sentándose—.
—Es decir, Вїhasta PequГn, MoscГє, Ancorage? ВїDГіnde queramos?
—AllГ, y no solo.
—¿CГіmo В«no soloВ»? —McKintock estaba un poco perdido. ReflexionГі un momento—. ВїA la luna? —preguntГі con ironГa.
—La luna está a la vuelta de la esquina, para esta máquina —respondió Drew, sereno—. El Intercambio se puede realizar con un punto cualquiera del universo conocido.
McKintock no tenГa ni idea de lo grande que era el universo conocido, ni cuГЎnto se conocГa del universo mismo. Para Г©l la luna y los planetas del sistema solar constituГan todo el universo que Г©l conocГa.
— El universo es muy grande, McKintock. La estimación actual ronda los noventa y tres mil millones de años luz. Imagina una esfera de ese diámetro.
McKintock lo mirГі estupefacto. ВїQuГ© sabГa Г©l lo que era un aГ±o luz?
Drew se dio cuenta de que tenГa que explicГЎrselo. No le apetecГa, pero era necesario.
—Un año luz es la distancia que recorre un rayo de luz en un año. Como la luz viaja a una velocidad de unos trescientos mil kilómetros por segundo, en un año recorre más de nueve billones de kilómetros.
McKintock abriГі mucho los ojos. Nueve mil millones de kilГіmetros. Las distancias a las que Г©l estaba acostumbrado eran las que Г©l podГa recorrer con el coche. Diez kilГіmetros, cien, doscientos kilГіmetros, y no mucho mГЎs.
Nueve billones de kilГіmetros. No podГa imaginar una distancia similar.
—Bien —continuó Drew, observando, divertido, la perplejidad del rector—, por lo que sabemos el universo tiene un tamaño de noventa y tres mil millones de veces esos nueve billones de kilómetros, o sea, unos ochocientos mil trillones de kilómetros.
McKintock miraba a Drew con ojos perdidos.
—No te preocupes, McKintock. Yo tampoco puedo imaginarme esta distancia. Nadie puede. No estГЎ hecha a medida del hombre. Lo importante, sin embargo, es que a nivel matemГЎtico eso es un nГєmero como cualquier otro, y por lo tanto se puede trabajar con Г©l. Y todavГa mГЎs importante es que con nuestra mГЎquina podremos explorar cualquier regiГіn del universo que queramos. Esto es importante. Piensa al progreso de la ciencia. Todos los tesoros de conocimiento que nos esperan. Es increГble que nos haya pasado a nosotros, pero ha sucedido, y soy inmensamente feliz de vivir en esta nueva era que estГЎ comenzando.
McKintock permaneciГі en silencio durante un tiempo. TenГa que digerir todo lo que acababa de oГr. Se sentГa oprimido por la inmensidad de aquellas distancias, de esos conocimientos de los que habГa hablado Drew. Estaba como aplastado bajo aquella masa inconmensurable que imaginaba que estaba sobre ellos.
—Pero... ¿y alguna aplicación más..., digamos, cotidiana? —preguntó, inseguro.
—Ah, claro. Se me olvidaba —respondiГі Drew—. Podemos construir mГЎquinas pequeГ±as, estructuradas convenientemente, que permitirГan trabajar en el campo mГ©dico. PodrГЎn eliminar masas tumorales del cuerpo, sin intrusiГіn. Las biopsias se convertirГЎn en una simple consulta en absoluto traumГЎtica. Piensa lo que esto conllevarГЎ. BastarГЎ regular la mГЎquina sobre la posiciГіn, la forma y la dimensiГіn de lo que se quiere extraer, activarla, y, en menos de lo que canta un gallo, esa masa estarГЎ fuera del cuerpo. El espacio que ocupaba podrГЎ ser ocupado, por ejemplo, por soluciГіn fisiolГіgica, o productos similares. No soy mГ©dico, asГ que no puedo adentrarme en los detalles. Ya lo pensarГЎn los especialistas.
OmitiГі deliberadamente citar la posibilidad de desplazar seres vivos, esperando que al rector no se le ocurriera.
Iluso.
—Dime una cosa, Drew —comenzГі McKintock con aire indagador—, ВїquГ© tamaГ±o pueden tener las cosas que podrГan transportarse?
«¡Ay!В», pensГі Drew, anticipando lo que venГa.
—Bien —respondiГі de forma evasiva—, todavГa no lo sabemos bien —lo cual era verdad—. Tenemos que construir una mГЎquina mГЎs grande y ver quГ© puede hacer —y esto tambiГ©n era verdad. ApretГі los puГ±os que tenГa sobre sus piernas, escondidos por el escritorio. No le gustaba mentir, y se sentГa mal.
—Uhm, entiendo —respondiГі el rector asintiendo lentamente, serio. Era un gran conocedor de la gente y veГa cuando su interlocutor le estaba escondiendo algo.
—Por casualidad —retomó con aire de poco interés—, ¿habéis experimentado con alguna forma viva?
В«ValeВ», capitulГі Drew en su fuero interno. Pero aГєn hizo un Гєltimo intento desesperado.
—¿Por qué me lo preguntas? —probó.
—AsГ, por pura curiosidad —respondiГі McKintock, esta vez con sorna—. He visto pasar a Bryce por la ventana, con algunas cajas, y me preguntaba si a lo mejor contenГan cobayas para tu laboratorio. Sabes, he tenido la impresiГіn de que dentro de esos contenedores se agitase algo nervioso. ВїQuГ© puedes contarme?
—Muy bien. No se te puede esconder nada, McKintock —se rindiГі Drew—. Efectivamente, hemos experimentado el intercambio con plantas y animales, y todo ha funcionado bien, al menos por lo que hemos podido ver hasta ahora —dijo, y dio un profundo respiro—. No querГa escondГ©rtelo, solo querГa tener tiempo para experimentar mГЎs para poder confirmarlo.
—Entiendo —y esta vez el rector aceptГі con comprensiГіn, apreciando la correcciГіn de Drew—. Pero, en teorГa, en teorГa, digo bien, ВїserГa en principio posible desplazar personas? —preguntГі, mirando fijamente al fГsico a los ojos.
Drew no tenГa escapatoria, asГ que no alargГі mГЎs la cosa.
—SГ. En teorГa, sГ. Cuando tengamos la mГЎquina apropiada y hayamos experimentado todo lo que haga falta con ella, y si legalmente se puede hacer, sГ, podremos desplazar a gente —concluyГі, diciendo todo de una vez.
McKintock estaba radiante de alegrГa. El cansancio del dГa se habГa disipado como con un golpe de viento que lo hubiera llevado lejos. Se levantГі y pasГі por detrГЎs del escritorio. Le dio la mano a Drew, apretГЎndola calurosamente.
—FantГЎstico, amigo mГo. IncreГble y fantГЎstico —le felicitГі con sinceridad.
—Gracias, McKintock. Ahora, me voy a casa. Estoy realmente cansado. Hasta mañana.
—Adiós, Drew. Hasta mañana —se despidió el rector, y lo vio salir encorvado de su despacho.
Drew llegГі a casa y lo primero que hizo fue darse una ducha.
La extrema tensiГіn del dГa fluyГі junto con el agua sucia y Г©l se dio cuenta de que tenГa muchГsima hambre. Su hermana habГa preparado la cena, como correspondГa a una persona perfecta y estricta como era ella, y comieron juntos charlando de todo y de nada.
—¿Cómo está tu amiga de Leeds? —preguntó Drew dentro de esa dinámica—. Ahora vas a verla todos los fines de semana. ¡Tenéis que tener muchos intereses en común! Por cierto, ¿cómo se llama?
Timorina levantГі la ceja derecha, sorprendida por ese interГ©s inesperado por sus cuestiones personales. Drew le preguntaba raramente sobre asuntos que la concernГan personalmente, inmerso como estaba en su trabajo y sus estudios.
AdemГЎs de sorprenderse se dio cuenta de que su hermano estaba muy animado.
—Estás contento esta noche, Lester —le respondió, observándolo—. ¿A qué se debe?
—Resultados excelentes en una investigaciГіn. No sucede a menudo —explicГі vagamente, ya que no podГa entrar en detalles—. ВїY tu amiga, entonces?
Timorina comprendiГі que Drew solo tenГa ganas de conversar y que el entusiasmo que le mostraba se debГa a la felicidad que sentГa por el Г©xito de la investigaciГіn de la que habГa hablado.
—Jenny es una seГ±ora estupenda —comenzГі, sonriendo—. La conocГ en una exposiciГіn de pintura hace unos meses. Hemos descubierto que tenemos casi los mismos pintores preferidos, y por eso he decidido frecuentarla. Tiene varios cuadros valiosos y una buena colecciГіn de libros sobre pintura. Cuando nos vemos siempre encontramos detalles estimulantes sobre los que hablar. Te aseguro que para los apasionados de pintura un cuadro ofrece muchos matices, detalles que quizГЎ no has notado antes y que ahora saltan a la vista inesperadamente. Empezamos a analizar la obra y nos gusta confrontar nuestras respectivas valoraciones sobre ella: pueden ser la tГ©cnica, el objetivo del cuadro, la condiciГіn mental del autor. Es un placer discutir con ella. Es culta e inteligente, una persona muy interesante —concluyГі con esa voz siempre controlada que la distinguГa.
—¡Vaya! ВЎFelicidades! —se alegrГі Drew—. Es una amistad magnГfica. Me alegro por ti. —CogiГі la Гєltima patata, pero dejГі el tenedor en el aire—. ВїPor quГ© no la invitas para que venga la prГіxima vez? Nosotros tambiГ©n tenemos algunos cuadros que podrГamos enseГ±arle —y metiГі la patata en la boca.
—Nuestros cuadros no son del tipo que estamos estudiando —mintiГі cГЎndidamente Timorina—. Cuando pasemos al expresionismo podrГa invitarla. Aunque ella tambiГ©n tiene una colecciГіn impresionante de esta corriente. Ya veremos —concluyГі, sonriendo.
Nunca le hablarГa de Cliff. Se habГa enamorado perdidamente de aquel hombre que conociГі en el museo, y le parecГa que, si se lo revelara, se podrГa estropear la imagen de castidad y perfecciГіn que su hermano tenГa de ella. No sabГa bien cГіmo comportarse, porque, aunque era la primera vez en sus cincuenta aГ±os de vida que se habГa enamorado asГ, tambiГ©n era cierto que podrГa compartir su felicidad con su hermano. HabГan vivido siempre juntos desde que sus padres murieron, y no habГa habido un dГa en que Lester no le hubiera agradecido la atenciГіn que ella tenГa con Г©l. Era un hombre distraГdo, sГ, y pensaba siempre en la fГsica, cierto, pero le demostraba continuamente, con palabras y con su comportamiento, lo perfecta, importante e indispensable que era ella. ВїCГіmo podГa esconderle esto?
Pero por ahora era mejor asГ. TemГa que, si hubiese revelado su historia de amor tan pronto, despuГ©s de tan solo unos meses, y luego le hubiera ido mal, la tragedia habrГa sido peor. Tanto para ella, como para la imagen que de ella tenГan, como para su hermano, al que no querГa disgustar.
No querГa reflexionar sobre la rГgida educaciГіn religiosa, mojigata y represiva a la que habГa sido sometida. Se le habГa impuesto no mirar a los chicos ni pensar en ellos, ya que eran fuente de pecado y de perdiciГіn. Y es lo que habГa hecho, o mejor, habГa tenido que hacer, mientras sus compaГ±eras de clase tonteaban con los muchachos que pululaban por allГ, salГan con ellos, se dejaban, cambiaban de novio y, adultas, se casaban y formaban una familia. No, ella no habГa podido. Con diecisГ©is aГ±os su corazГіn habГa batido fuertemente por un chico; lloraba de noche, en la cama, apretando fuerte contra sГ la almohada, como si le estuviese abrazando a Г©l, inundando la sГЎbana con lГЎgrimas ardientes, pero todo en el silencio mГЎs total. No podГa dejar que la oyera su madre, que, en la habitaciГіn adyacente, tenГa el sueГ±o ligero. Unos dГas mГЎs tarde, sin embargo, Г©l habГa empezado a salir con una rubia insignificante de otra clase, un aГ±o mГЎs joven. Cuando Timorina lo descubriГі fue terrible. No se habГa atrevido a intentar nada durante mucho tiempo, y otra lo habГa hecho en su lugar. Ahora ya era demasiado tarde, y la rabia se apoderГі de ella. Se rebelГі en su mente contra el mundo, contra sus padres, contra sГ misma, cobarde. PasГі dГas reprimiendo su furia interior, desahogГЎndose con los estudios y con la gimnasia, para la que tenГa excelentes aptitudes. Cuando acabГі la tormenta, decidiГі que no mirarГa nunca mГЎs a los chicos, porque podrГa volver a sufrir otra vez, desilusionarse, y desesperarse. No, ya habГa tenido suficiente con el amor, a pesar de que no lo habГa experimentado de verdad.
Se hizo profesora de gimnasia e iniciГі su vida profesional en una escuela pГєblica en la que todavГa se practicaba su profesiГіn. IgnorГі o rechazГі hГЎbilmente proposiciones que le hicieron algunos y se construyГі una sГіlida fama de solterona empedernida. No le pesaba el estar sola. TenГa que ocuparse de su hermano, en todo caso, y Г©l merecГa todo su respeto y sus atenciones.
Aquel dГa, sin embargo, en el museo de Leeds habГa sucedido lo que ella nunca pensГі que podrГa suceder. Estaba admirando un cuadro que representaba un paisaje marino cuando un hombre en la cincuentena se puso tambiГ©n a mirar la obra, a su lado, observГі la escena dibujada y la comentГі con naturalidad, con una voz profunda, y como hablando consigo mismo.
—Ese azul del agua que se desvanece en el naranja del anochecer es increГble.
Timorina se volviГі hacia Г©l, sorprendida. Estaba pensando exactamente lo mismo.
—Hay algo en su tГ©cnica que no consigo comprender —habГa dicho sin darse cuenta—. Yo dirГa que es Гіleo. Le habrГЎ aГ±adido algГєn pigmento inusual, quizГЎs hecho por sГ mismo —habГa reflexionado el hombre en voz alta, sujetГЎndose el mentГіn con la mano derecha y llevando el brazo izquierdo en horizontal sobre el estГіmago, para sostener el codo derecho.
—Es posible —le habГa respondido Timorina—. Pero el efecto no es uniforme. ВїVe aquГ? —y se habГa acercado al cuadro, seГ±alando un punto. Г‰l tambiГ©n se acercГі y siguiГі sus indicaciones—. Cerca de la barca el gradiente es menor. Si fuera un pigmento en el Гіleo supongo que lo habrГa utilizado para toda la parte del mar, mientras que la barca, que estГЎ plenamente baГ±ada por la puesta de sol, parece emerger como una entidad separada.
Г‰l la mirГі lleno de admiraciГіn.
—Tiene razГіn. No lo habГa notado —le habГa respondido con entusiasmo—. Veo que es usted una especialista. Felicidades. ВїQuГ© piensa de la playa?
Y allГ empezaron una supuesta conversaciГіn sobre el cuadro, diseccionando la tГ©cnica, el perГodo artГstico, la psicologГa del pintor, la calidad del lienzo e incluso la iluminaciГіn de aquella ala del museo, que juzgaron imperfecta para un disfrute correcto de la obra.
Tras dos horas el guarda habГa tenido que invitarlos a dirigirse hacia la salida porque tenГa que cerrar.
Ni siquiera se habГan presentado, despuГ©s de toda esa charla, y Г©l le tendiГі la mano.
—Cliff Brandon. Ha sido un placer para mГ.
—Timorina Drew —le habГa respondido ella, apretГЎndosela calurosamente—. Un placer tambiГ©n para mГ.
—¡Qué hambre! —dijo él, mirándola sonriente, esperando una reacción.
Ella lo habГa mirado y no habГa podido evitar apreciar aquella cara sincera y simpГЎtica.
—Yo tambiГ©n tengo hambre —habГa dicho alegremente.
Media hora despuГ©s estaban sentados en un restaurante italiano no lejos del museo, paladeando una abundante raciГіn de lasaГ±a. Siguieron hablando de pintura durante un buen rato, y despuГ©s, sin darse cuenta, empezaron a hablar de sГ mismos. Г‰l estaba solo, divorciado desde hacГa algunos aГ±os, y sin hijos. Su mujer lo habГa dejado por otro, despuГ©s de muchos aГ±os de matrimonio, porque В«necesitaba estГmulos nuevosВ», habГa dicho.
Timorina habГa levantado las cejas maravillada, preguntГЎndose cГіmo se podГa dejar un hombre tan simpГЎtico, y tuvo que constatar, que a pesar de haberlo conocido apenas, se sentГa en perfecta sintonГa con Г©l. Una sensaciГіn de calor crecГa en su interior, y las manos casi le temblaban. Nunca habГa sentido nada parecido, antes, asГ que decidiГі deshacerse de su voto de castidad. Con una media sonrisa lo mirГі a los ojos.
—¿Vives lejos? —preguntó, tratándole directamente de tú.
—No sabГa cГіmo pedГrtelo —le respondiГі Г©l—. Me siento tan a gusto contigo...
—¡Sssh! —lo interrumpiГі Timorina, colocando su dedo Гndice sobre los labios, haciГ©ndole un gesto para que callara. Se levantГі y se dirigiГі hacia la recepciГіn. Г‰l fue rapidГsimo a para adelantarla y pagar la cuenta.
Una hora mГЎs tarde, sobre las ocho y media de la tarde su ropa estaba desperdigada por el suelo alrededor de la cama de Cliff, y Timorina estaba perdiendo su virginidad.
Recordando aquella tarde determinante pocos meses atrГЎs, Timorina se electrizГі, pero consiguiГі impedir que su hermano se diera cuenta. Sustancialmente le habГa dicho la verdad, sobre el museo, la pintura, las discusiones tГ©cnicas; la Гєnica diferencia consistГa en la persona. Por el momento, se repitiГі a sГ misma, se lo guardarГa para ella. MГЎs tarde, quizГЎ, si las cosas se consolidaran, se lo contarГa.
Se levantГі y comenzГі a quitar la mesa. Drew la ayudГі y despuГ©s se dirigiГі a su sillГіn. Estaba a punto de sentarse, pero cambiГі de idea.
—Oye, ¿te molesta si voy a tomarme una cerveza?
—Ya ves tú. No vuelvas muy tarde. Y no bebas demasiado —le advirtió.
—Tranquila —respondió afablemente.
Drew fue a su habitaciГіn y, con rapidez, se puso un traje deportivo. BajГі y se despidiГі de su hermana.
—Hasta luego. Adiós.
—Adiós.
La puerta se habГa cerrado apenas detrГЎs de Drew y Timorina ya estaba sentada en el sillГіn. Con una sonrisa de oreja a oreja cogiГі el telГ©fono y compuso un nГєmero.
Llamaba a Cliff.
Drew se dirigiГі con buen paso a su cervecerГa preferida. Estaba en un callejГіn cerca de la Universidad y, a veces iba allГ para respirar ese olor de madera antigua, bancos rГgidos y grifos de cerveza enormes. Le gustaba ese mundo a la antigua usanza, con las luces tenues y los colores cГЎlidos de los tiempos pasados. Lo frecuentaban mayoritariamente hombres maduros, como Г©l, pero habГa visto tambiГ©n parejas de novios jГіvenes que sabГan apreciar una buena cerveza saboreada de la manera correcta en el lugar correcto.
El aire era fresco, incluso frГo a aquella hora, y Drew lo respirГі a pleno pulmГіn, revitalizГЎndose a cada paso. Amaba su Manchester, formaba parte de aquella ciudad, y sentГa que la ciudad formaba parte de Г©l.
ВїY quГ© le hacГa encontrar su Manchester ahora?
Pues bien: Schultz, que venГa hacia Г©l mirando a todos los lados un poco desorientado y caminando con paso titubeante. Cuando pasaba cerca de una farola su figura de guerrero teutГіnico emergГa de la oscuridad como un tГmido habitante de las tinieblas, para, despuГ©s, desaparecer unos metros mГЎs lejos.
Drew sonriГі divertido, porque encontraba la escena ridГcula. AgitГі la mano y lo llamГі.
—¡Dieter! ВЎAmigo mГo!
Schultz mirГі en su direcciГіn y agudizГі la mirada.
—¡Oh! ВЎDrew! —lo llamГі, reconociГ©ndolo solo despuГ©s de unos instantes—. Amigo mГo, ВЎestoy feliz de encontrarme contigo! Estoy buscando un lugar agradable para cenar y no consigo orientarme. ВїQuГ© me aconsejas?
—NingГєn consejo, ВЎte invito! Estaba yendo a mi cervecerГa preferida, y allГ ofrecen tambiГ©n una excelente cocina britГЎnica tГpica. Estoy seguro de que podrГЎs satisfacer tu apetito de la mejor manera, y regar tu cena con una cerveza buenГsima. ВЎPor aquГ! —Y lo cogiГі por el brazo haciГ©ndole invertir el sentido de la marcha.
—Oh, bien, gracias, Lester —aceptó Schultz, siguiéndolo motivado—. Después del laboratorio he vuelto a mi alojamiento y te confieso que me desplomé sobre la cama con la ropa puesta. Me he dormido profundamente y me he despertado hace poco tiempo, con un hambre horrible. Me alegro de haberme cruzado contigo.
—Yo tambiГ©n me alegro. Una cerveza en compaГ±Гa es lo mejor para hombres cansados tras un dГa como el nuestro —y le guiГ±Гі un ojo.
—A propГіsito de hombres cansados, ВЎmira por quiГ©n viene por allГ! —Schultz seГ±alГі con el dedo delante de sГ, a unos cincuenta metros de distancia.
Drew siguiГі las indicaciones de su amigo. Estaban pasando por el parque Sackville, y una figura oscura estaba sentada, erecta, sobre el banco de Turing, al lado de la estatua del genio.
—¿No te parece que es...? —preguntó Schultz.
—Sà —confirmГі Drew, aguzando la vista—. SГ, es Г©l.
—Kamaranda —concluyó Schultz, asintiendo.
Caminaron en silencio hasta que llegaron delante del individuo, y allГ mismo se pararon.
Kamaranda estaba inmerso en su meditaciГіn, como cabГa esperarse. PasГі algГєn segundo y despuГ©s, dГЎndose cuenta de su presencia, se activГі. LevantГі la mirada y los reconociГі. Una sonrisa e pintГі en su cara del color del cafГ©, y se levantГі sin decir ni una palabra. Se dirigiГі con ellos a la cervecerГa.
La taberna Ole Sinner estaba incrustada en un bloque de lo mГЎs corriente que bordeaba una calle pequeГ±a y poco iluminada. Un farol amarillo evidenciaba la entrada del local, y una mesa de madera con una inscripciГіn grande, groseramente grabada, estaba apoyada al lado de la puerta. La inscripciГіn estaba pintada de color rojo oscuro, y algo desgastada por el paso del tiempo, como desgastaba estaba tambiГ©n la mesa que cada dГa desplazaban para barrer la acera y que luego volvГan a colocar en su sitio. El aspecto exterior era tГpico del siglo XVIII. Una gran aldaba de bronce estaba fijada a la madera maciza de la puerta y daba la impresiГіn de que habГa que usarla para que abrieran la puerta. Para nada. En cuando los tres hombres se acercaron a la entrada, un posadero con delantal y bigote al estilo de la Г©poca de la revoluciГіn industrial abriГі la puerta. Les saludГі amablemente y los llevГі directamente a una mesa libre. Schultz y Kamaranda estaban perplejos, pero Drew les explicГі el truco.
—Hay una célula fotoeléctrica sobre la puerta. Cuando alguien se acerca a menos de tres metros de la entrada, la fotocélula hace sonar un timbre en el interior y el posadero viene a abrir. Siempre está moviéndose y casi siempre llega a tiempo para abrir, y, si no, te lo encuentras en el umbral dándote la bienvenida. Da gusto ser recibido con hospitalidad.
Sus compaГ±eros asintieron vigorosamente mientras se sentaban. En un mundo en el que el individualismo estaba volviГ©ndose la filosofГa de vida predominante, en el que el desinterГ©s por los otros era la prГЎctica cotidiana y el respeto hacia los demГЎs ya no se enseГ±aba ni a los niГ±os, encontrar un lugar en el cual se entusiasmaban con tu llegada y donde se esforzarГan para agradarte te alegraba el corazГіn
Drew sonriГі jovialmente, mirando a sus compaГ±eros consultar el menГє, satisfechos. Por su parte, Г©l consultГі la lista de cervezas, a pesar de que ya sabГa lo que iba a pedir.
—¿QuГ© nos aconsejas, Drew? —preguntГі Schultz, instalГЎndose mejor en la pesada silla de madera maciza. DebГa tener mucha hambre.
Kamaranda leГa toda la lista rГЎpidamente, esforzando los ojos en la luz difusa del local.
—Eso, ¿qué nos aconsejas? Tú aquà eres como el dueño de la casa —dijo el hindú, asociándose al alemán.
—Yo ya he comido, asГ que me tomarГ© una cerveza. Para vosotros, dirГa un buen bistec Balmoral, que es un bistec hecho en la sartГ©n con champiГ±ones, gГјisqui, nata y diversas especias. EstГЎ buenГsimo y es muy nutritivo.
Los dos buscaron el platГі en el menГє y leyeron la descripciГіn detallada.
—Muy rico, sin duda —aprobó Kamaranda. Schultz asintió convencido y cerró el menú, apoyándolo a un lado.
—Yo me tomarГ© una old ale —dijo Drew—. Es oscura, con mucha malta y tiene unos 6 grados. Creo que serГa perfecta tambiГ©n para vuestro plato.
Schultz era un buen bebedor de cerveza, en tanto que alemГЎn, y aceptГі inmediatamente. Kamaranda se agregГі, justo cuando llegaba el tabernero para tomar el pedido. TenГa una pequeГ±a libreta de papel amarillo cuadriculado y una tiza desgastada por el uso. Drew pidiГі en nombre de todos y el tabernero se fue.
El local estaba medio lleno, cerca de siete u ocho mesas, casi todas ocupadas por gente de su edad. Pero habГa tambiГ©n una mesa con dos chicas que tenГan ante ellas una jarra enorme de cerveza oscura y un plato ahora ya casi vacГo. TenГan pinta de ser estudiantes universitarias, pero extranjeras. Con el pelo negro y las facciones latinas, Drew habrГa dicho que eran italianas o espaГ±olas. ReflexionГі un poco, y despuГ©s se acordГі. ВЎPues claro! Las habГa visto caminar juntas por las avenidas de la universidad estos Гєltimos meses, y una vez se habГa cruzado con ellas mientras hablaban con un compaГ±ero suyo, profesor de inglГ©s. ConcluyГі que estaban allГ para aprender inglГ©s.
В«Bien —se dijo Drew—, es bonito que haya jГіvenes que sepan disfrutar de los placeres de la tradiciГіn inglesaВ». Y que esas chicas extranjeras estuvieran justo allГ por esa razГіn le hacГa muy feliz. SentГa que eso creaba un puente entre ellos, los profesores de siempre, y los miembros de nuevas generaciones que un dГa tomarГan en sus manos el bastГіn de mando de la cultura y continuarГan el trabajo esencial que era el bien mГЎs valioso de la humanidad: la difusiГіn del conocimiento y el avance de la ciencia.
Estaba inmerso en esos pensamientos mientras Kamaranda y Schultz conversaban a dos. Pasado un rato el tabernero volviГі con una bandeja grande y pesada para llevar todo lo que habГan pedido.
La apoyГі a medias en un lado de la mesa y distribuyГі los platos y las cervezas. Solo de ver los platos se les hacГa la boca agua, y las cervezas monumentales eran irresistibles. Cada uno de ellos aferrГі su jarra y la levantГі en el aire para brindar.
—¡Al nuevo universo! —proclamó Drew en voz alta.
—¡Al Sistema! —declaró Kamaranda.
—¡A nosotros! —añadió Schultz, entusiasmado.
Los vecinos de mesa levantaron sus jarras y se unieron al brindis.
Bebieron ГЎvidamente ese nГ©ctar de los dioses, fuerte, seco y sabroso, y despuГ©s los dos extranjeros atacaron sus platos apetitosos.
Aquel era un momento de fiesta.
Aquella era su noche.
Se lo habГan merecido.
CapГtulo XVII
Cuando saliГі Drew, McKintock se quedГі solo en su despacho. La puesta al dГa que acababa de recibir sobre el proyecto, con esas noticias tan positivas sobre el potencial de la mГЎquina le habГa afectado enormemente. No conseguГa concentrarse en las prГЎcticas que estaba preparando; seguГa pensando en los usos del nuevo dispositivo revolucionario. Curar las enfermedades actuando directamente en el interior del cuerpo, desplazar objetos a distancias inimaginables..., ВЎtransportar gente! Le parecГa ser una lombriz que acabara de sacar la cabeza de la tierra por primera vez, y se estuviera dando cuenta de lo ilimitado y atractivo que era el mundo exterior. Una sensaciГіn de inmensidad se habГa apoderado de Г©l, dejГЎndolo sin aliento en el umbral del infinito.
Se esforzГі para definir los Гєltimos detalles de la prГЎctica que iba a entregar a la seГ±orita Watts por la maГ±ana, para la redacciГіn final. Su sentido del deber era inalienable, incluso en ese momento de exaltaciГіn, y era esto lo que hacГa de Г©l el hombre que Г©l era.
EscribiГі la Гєltima nota y apoyГі la pluma sobre el escritorio, y despuГ©s tuvo una idea fulminante.
Se levantó de golpe, con las manos apoyadas al lado del documento, y se dijo: «¿Por qué no?».
Para celebrar el gran evento irГa a ver a Cynthia, a pesar de que no era el dГa programado. Cierto, no podrГa decir la verdadera razГіn de aquella visita inesperada, pero seguramente ella se alegrarГa de verlo y pasarГan una buena velada juntos.
CerrГі deprisa el despacho, fue a su coche, y se sumergiГі en el trГЎfico nocturno, con direcciГіn a Liverpool. Afortunadamente encontrГі varios semГЎforos verdes y en poco tiempo se encontrГі en la oscuridad, conduciendo hacia el oeste, cruzando solo algunos coches en la autopista tranquila. Condujo mГЎs rГЎpidamente de lo normal, aunque siempre respetando los lГmites de velocidad, como hacГa siempre, y rГЎpidamente, sin darse cuenta, saliГі de la noche y entrГі en la pequeГ±a ciudad costera.
El elegante barrio residencial donde vivГa Cynthia estaba rodeado por el verde de un parque creado con ese fin con ГЎrboles de crecimiento rГЎpido, macizos de flores de colores y cГ©sped cortado cada dГa al estilo inglГ©s. Era una zona nueva, en la que los apartamentos refinados se armonizaban bien con el paisaje. McKintock dejГі el coche en el amplio aparcamiento del edificio que contenГa el apartamento de Cynthia y, a grandes pasos, llegГі al panel de los timbres. Sonriendo, presionГі el botГіn В«FarnhamВ», y esperГі.
PasГі un buen minuto y no tuvo respuesta.
Perplejo, llamГі de nuevo.
DespuГ©s de medio minuto, una voz enfermiza saliГі por el altavoz.
— Mmm, ¿s� ¿Qué pasa? ¿Quién es?
Era Cynthia, pero como no la habГa oГdo nunca antes.
McKintock se turbГі.
—Soy Lachlan. Perdona mi visita imprevista, Cynthia, pero... ¿no estás bien?
—No..., no. Sube, Lachlan —y le abrió la verja.
McKintock entrГі veloz y cerrГі la verja detrГЎs de Г©l, recorriГі con rapidez el camino que llevaba al edificio y entrГі en el portal. Con expresiГіn preocupada llamГі al ascensor; por suerte estaba ya en el piso bajo y la puerta se abriГі inmediatamente. AplastГі el botГі nГєmero cuatro y esperГі impaciente hasta llegar arriba.
Cuando la puerta corredera se abriГі, saliГі y girГі a la derecha, encontrГЎndose frente a la puerta blindada del apartamento de Cynthia.
Estaba entornada. La empujГі con cuidado y, sorprendido, vio que el apartamento estaba completamente a oscuras. BuscГі el interruptor a tientas, pero una voz le detuvo.
—Cierra la puerta y no enciendas la luz, por favor. —Era ella, con el mismo timbre de sufrimiento de antes.
McKintock cerrГі cuidadosamente la puerta y se encontrГі en la oscuridad mГЎs absoluta.
—Cynthia, pero ¿qué...?
—Me duele la cabeza, Lachlan. Un dolor de cabeza tremendo, y no soporto la luz.
—Oh... ah... eh... ВїquГ© puedo hacer? Me gustarГa estar a tu lado... —balbuceГі titubeante.
—Conoces el apartamento. Intenta llegar aquГ, pero ВЎno enciendas la luz! —concluyГі con un lamento.
—Oh... eh... de acuerdo. Lo intentaré.
Sus ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad y McKintock avanzГі lentamente, paso a paso y tocando el muro, hacia el salГіn. La voz de Cynthia provenГa de allГ. Eran seis o siete metros, pero en la oscuridad total parecГan un kilГіmetro. A mitad de distancia McKintock se sintiГі un poco mГЎs seguro y acelerГі, pero enseguida la mano que tocaba el muro chocГі con un adorno. Este cayГі pesadamente al suelo con un ruido estruendoso.
—¡Aaah! —chilló Cynthia, sobrepasada por el dolor.
—¡Maldi...! —soltó McKintock, parándose en seco.
—¡Tampoco soporto el ruido! ¡Lleva cuidado! —gritó, presa del sufrimiento.
McKintock estaba empapado en sudor. No encontrГі otra soluciГіn que ponerse a cuatro patas y avanzar asГ, de rodillas, hacia la voz.
Tanteando, se dio cuenta de que el objeto que habГa caГdo era una pesada estatua de Г©bano que representaba un guerrero africano armado con una lanza. Esperaba que no se hubiera roto; le disgustarГa causar pГ©rdidas a Cynthia.
—Ya estoy casi. —Avanzó un poco más y llegó a su destino—. Aquà estoy. Querida, ¿qué tal estás? —le preguntó acurrucándose cerca del sillón sobre el que Cynthia estaba tumbada.
—Mmm, estoy mal —respondió ella, con una voz quejumbrosa—. Me siento mal, tan mal...
Г‰l buscГі su mano y se la cogiГі con delicadeza.
—Lo siento. Si lo hubiera sabido... si hubiera imaginado... lo siento —se sentГa mal como no se habГa sentido quizГЎ nunca en toda su vida. Al menos, no por una situaciГіn similar—. Pero Вїdesde cuГЎndo estГЎs asГ? Nunca te he visto en este estado.
—Habla en voz baja, por favor —le suplicó Cynthia con una voz débil.
—Oh, perdona —susurró McKintock—. Perdóname, querida. Entonces, ¿qué te pasa?
—Me pasa que me duele la cabeza, Вїno lo ves? —respondiГі ella, irritada. Se sentГa mal, era evidente, y sus reacciones no eran normales.
McKintock prefiriГі quedarse en silencio durante un rato para que ella se calmase.
Estuvo asГ unos cinco minutos, y despuГ©s, en voz baja, intentГі comunicarse.
—¿Puedes decirme algo?
—En cuanto he vuelto del trabajo me ha venido este dolor de cabeza —le respondió con dificultad, susurrando—. No sé ni qué hora es...
—Son las ocho —la informó McKintock, después de mirar su reloj con cuadrante fosforescente.
—Entonces hace dos horas que estoy asГ.
—¿Has comido?
—No. Cuando estoy asГ no puedo comer. TendrГa nГЎuseas y vomitarГa todo. TambiГ©n me duele mucho el estГіmago. Tengo migraГ±as. Ese es mi problema. Como el de muchas mujeres.
A McKintock se le encogГa el corazГіn. HabГa llegado allГ en el peor momento posible, la habГa molestado y la habГa hecho sufrir todavГa mГЎs con todo el jaleo que habГa montado, y ahora no tenГa ni idea de quГ© hacer para ayudarla.
—¿Qué puedo hacer por ti, para que te encuentres mejor? —osó—. ¿Has tomado algo? No sé, una pastilla, un analgésico... algo que te ayude en estos casos.
Cynthia tragГі y despuГ©s tosiГі fuertemente, sujetГЎndose el estГіmago con una mano.
—SГ, he tomado la Гєnica medicina que normalmente me hace algГєn efecto, pero la he vomitado enseguida, asГ que es como si no hubiera tomado nada. —TosiГі otra vez, como si tuviera nГЎuseas de nuevo—. Y no puedo tomar ninguna otra cosa. ВЎNo menciones mГЎs la posibilidad de que trague algo! —concluyГі, lamentГЎndose y algo nerviosa.
—No, no, estГЎ bien —consintiГі McKintock, consternado. Acurrucado allГ, con uno de sus mejores trajes arrugado y por el suelo como un trapo, se dio cuenta de que tenГa hambre. HabГa pensado cenar con ella, pero esto era imposible en vista de la situaciГіn. ВїQuГ© podГa hacer? IntentГі negociar un compromiso.
—Escucha, si te cojo del brazo y te llevo despacio a la cama, Вїte ayudarГa? Cierro la puerta de tu habitaciГіn y asГ estГЎs a oscuras y sin ruidos que te molesten, estГЎs tranquila y seguramente mГЎs cГіmoda que en el sillГіn. ВїQuГ© te parece? —concluyГі persuasivo, en voz baja.
—Mmm, bien —aceptó Cynthia con un susurro—. Pero ¿por qué no quieres estar conmigo? —le preguntó.
—Eh..., no es que no quiera estar contigo. De hecho, he venido para verte. Lo que pasa es que llego directamente de la universidad y no he comido, y querГa ir a la cocina y...
—¡Aaah! ВЎNo hables de comer! ВЎTe lo habГa dicho! —y tosiГі otra vez como si estuviera a punto de vomitar.
—Perdona, perdona, pero... ВїcГіmo te lo podГa explicar, si no contГЎndote la situaciГіn y... —Se callГі de golpe, contrito, y esperГі a que le pasase el ataque de tos. Un poco despuГ©s se calmГі, y entonces McKintock, sin decir nada mГЎs, la cogiГі por el brazo y, en la oscuridad a la que ahora ya se habГa adaptado, la llevГі a su habitaciГіn. La ayudГі delicadamente a tumbarse en la cama y la tapГі con una manta que cogiГі del armario. Ella musitГі un В«mmm...В» y se apoyГі una mano en la frente. McKintock le acariciГі la mano y saliГі, cerrando la puerta sin hacer ruido.
La luz del pasillo le deslumbrГі en cuanto la encendiГі. Sus pupilas se habГan dilatado al mГЎximo durante todo ese tiempo en la oscuridad, y ahora una cantidad exagerada de luz habГa alcanzado sus retinas antes de que las pupilas recibieran la orden de reducirse y pudieran obedecerla. ParpadeГі un par de veces y rГЎpidamente volviГі a ver con toda normalidad. Lo primero que hizo fue ir a recoger la estatua que se habГa caГdo. ComprobГі su estado y se quedГі aliviado al ver que estaba perfectamente Гntegra. La apoyГі delicadamente en el estante que la albergaba y finalmente pudo ir a la cocina. CerrГі la puerta para aislar todavГa mГЎs los ruidos eventuales que pudieran llegar a la habitaciГіn, y despuГ©s con movimientos lentos y silenciosos abriГі varios cajones y puso la mesa.
TenГa muchГsima hambre.
AbriГі la nevera y buscГі una cerveza. Afortunadamente habГa un par de botellas, una de su marca preferida y otra que gustaba a Cynthia. CogiГі su preferida y se sirviГі rГЎpidamente un generoso vaso del que bebiГі abundantemente. Se sintiГі refrescado al instante. Entonces se quitГі la chaqueta y la apoyГі en el respaldo de la silla. VolviГі a abrir la nevera para buscar algo que comer. No habГa mucho. Cynthia comГa poco para mantenerse en forma, y lo que comГa era normalmente comida sana, con poca grasa y mГЎs bien vegetariano.
Al parecer compraba el tipo de comida que le gustaba a Г©l solo cuando habГan programado una visita. Con un cierto desconsuelo cogiГі una bandeja de quesos variados, otra con verduras a la plancha y una botellita con salsa tГЎrtara. CogiГі una bolsa de colines sin grasa de la despensa y se sentГі a comer.
Se sirviГі generosamente. Con el hambre que tenГa, la pobreza del surtido pasaba a un segundo plano. Regando todo con la cerveza, en todo caso, al final se sintiГі satisfecho. En realidad, Г©l tampoco comГa en abundancia, pero no renegaba de platos seguramente mГЎs calГіricos de los que formaban parte de la dieta de Cynthia.
В«MaГ±ana tendrГ© que hacerle la compraВ», se dijo. No querГa que ella se encontrara sin nada que comer la noche siguiente. SabГa que comГa fuera a mediodГa, pero necesitarГa algo para cenar. Al dГa siguiente, antes de volver a Manchester, pasarГa por un supermercado cercano y le comprarГa quesos, verdura e incluso algГєn capricho que sabГa que le gustaba pero que intentaba evitar por las calorГas que contenГa.
Se quedГі un momento mГЎs en la mesa. DespuГ©s fue a la ventana y se quedГі mirando fuera con los brazos cruzados. Desde allГ podГa ver Park Road, por la cual aГєn transcurrГa algo de trГЎfico. Al fondo estaba la bahГa, negra e invisible, punteada por las luces de algunas naves de lГnea y los cargos amarrados. Era una ciudad bonita, Liverpool, con su verde, su lГnea urbanГstica y su puerto. Situada en el estuario del rГo Mersey, que desembocaba en el mar de Irlanda, habГa sido fundada en el siglo XIII. Durante mucho tiempo habГa sido protagonista del trГЎfico marГtimo a nivel mundial, y ahora el turismo constituГa una parte importante de su economГa. A McKintock le gustaba pasear por los muelles junto a Cynthia cuando podГa pasar tiempo con ella. El perfume del mar le daba energГa, y el continuo ir y venir de las embarcaciones le daba la sensaciГіn de que aquГ©l era el mecanismo interno que hacГa girar el mundo. En un cierto sentido era asГ, ya que el movimiento de personas y de mercancГas era el fundamento del comercio global y del trabajo. Ahora las cosas cambiarГan, gracias a la invenciГіn de Drew. QuiГ©n sabe cГіmo serГa el mundo, de allГ a unos aГ±os. Esperaba que fuera mejor. HabГa que jugar las cartas justas, moverse con cuidado. PedirГa que le devolvieran los numerosos favores que habГa hecho durante aГ±os a diversas personalidades clave del sistema britГЎnico. Seguramente romperГa la confianza, pero valdrГa la pena. SГ, todo iba a salir bien, lo sentГa. PermaneciГі reflexionando unos instantes mГЎs con los ojos fijos en la bahГa, despuГ©s apartГі su mirada y volviГі a la mesa. QuitГі la mesa en pocos minutos y lavГі lo que habГa usado, sin hacer ruido, y despuГ©s se acercГі para ver cГіmo estaba Cynthia. SaliГі de la cocina dejando la luz encendida, entornГі la puerta y apagГі la luz del pasillo. En el ambiente iluminado dГ©bilmente por el filo de luz No provenГa ningГєn sonido del interior; apoyГі la mano en la manija, la descendiГі con suavidad y entrГі. Cynthia dormГa profundamente, boca arriba tal como la habГa dejado Г©l, y con los brazos relajados a cada lado del cuerpo. Inspiraba y expiraba por la boca medio abierta, de manera regular, tranquilizante. Evidentemente, el dolor de cabeza se le habГa pasado lo suficiente como para permitirle dormir. Por no arriesgarse a despertarla saliГі de la habitaciГіn y fue a desnudarse al baГ±o, donde se lavГі rГЎpidamente y se preparГі para ir a dormir. Pero su pijama estaba en el armario de la habitaciГіn, y, si lo abrГa, podrГa hacer ruido. AsГ que renunciГі; el apartamento estaba a una temperatura agradable. DejГі la ropa sobre un sillГіn en el salГіn, apagГі la luz de la cocina y, en ropa interior, volviГі a entrar en la habitaciГіn. EntrГі muy lentamente en la cama de matrimonio, a Cynthia le gustaba dormir cГіmodamente, y se tumbГі junto a ella, al lado de la puerta. Cynthia estaba sobre las sГЎbanas, pero cubierta por la manta que Г©l le habГa puesto antes, y prefiriГі dejarla como estaba para no correr el riesgo de despertarla.
Se relajГі, dejГЎndose condicionar por la respiraciГіn rГtmica de Cynthia, y en pocos minutos se durmiГі.
Las luces de los coches en Park Road se hicieron cada vez menos numerosas hasta que desaparecieron, dejando la carretera desierta, iluminada solo por las filas de farolas a los lados. En la bahГa no se movГa nada, y las luces de posiciГіn de las naves estaban inmГіviles, dando la sensaciГіn de que los propios barcos dormГan, tendidos en el agua oscura.
En el apartamento el silencio era total, interrumpido solo por la respiraciГіn de Cynthia, que seguГa profundamente dormida.
Sobre las tres de la noche, en la oscuridad, una voz suave se superpuso a esa respiraciГіn.
—Los llevaremos, sГ, los llevaremos por todas partes... a ellos y a sus cosas... —McKintock hablaba dormido—, ... y los paquetes, y los contenedores, llevaremos todo... sГ, con la MГЎquina... de acГЎ para allГЎ, aprietas un botГіn y ya has llegado... ni te das cuenta de que ya has llegado... —farfullaba, pero se le podГa entender—: con tu MГЎquina, Drew, pero ВїcГіmo has podido inventarla?... has cambiado la historia, Drew...
A unos cien metros del edificio, un furgГіn con una insignia de instalador de antenas estaba aparcado cerca de otro edificio, como si el tГ©cnico hubiera ido a casa a dormir despuГ©s de un duro dГa de trabajo. Las dos antenas sobre el techo del furgГіn eran pintorescas; dos parГЎbolas blancas que miraban una a la derecha y la otra a la izquierda, orientadas ligeramente hacia arriba. HacГan buena publicidad de la actividad declarada por la insignia pegada a la chapa marrГіn del vehГculo, aunque de la antena derecha salГa un cable escondido que, a travГ©s de un agujero estanco en el techo del furgГіn entraba en la zona de carga. AllГ, las paredes internas estaban cubiertas por instrumentos electrГіnicos. Diversos receptores de radio de categorГa militar estaban empilados, unos sobre los otros, en un mГіdulo rack
(#litres_trial_promo). Cada receptor podГa captar un cierto nГєmero de bandas de frecuencia, distintas para cada uno y en orden creciente, de modo que aquel bastidor podГa recibir cualquier seГ±al de radio que un transmisor pudiera generar. Al lado del mГіdulo de los receptores estaba el de los analizadores de espectro. Estos visualizaban la forma de la onda radio recibida y la mostraban en una pantalla. DespuГ©s de los analizadores estaban los decodificadores, en otro mГіdulo con aparatos capaces de descodificar
(#litres_trial_promo) mensajes en cГіdigo, hasta los mГЎs complejos. SeguГa otro mГіdulo rack con las grabadoras, en las que los mensajes recibidos eran memorizados de manera estable para un anГЎlisis posterior. El Гєltimo contenГa la secciГіn audio del sistema, capaz de procesar el sonido recibido y eliminar el ruido de fondo, potenciando las voces y los sonidos particulares para extraer la informaciГіn de interГ©s. Un ordenador estaba conectado al conjunto de mГіdulos, y servГa para configurar el funcionamiento de los distintos componentes.
En aquel momento solo habГa un receptor encendido, sintonizado alrededor de 7 GHz, y el analizador de espectro al que estaba conectado mostraba una banda horizontal verde en cuyo interior se movГan barras verticales naranjas y rojas. El parpadeo de una luz verde del aparato de decodificaciГіn indicaba que este estaba operando regularmente y sin errores. Dos grabadoras en paralelo guardaban silenciosamente la informaciГіn recibida en sus discos duros, para proporcionar dos copias distintas del material.
La voz de McKintock se oГa indistintamente de los auriculares de los cascos que llevaba un hombre, vestido con estilo informal, sentado delante del ordenador. Al lado del gran monitor, una taza de tГ© medio vacГa, la segunda de la serie de aquella noche. El hombre estaba relajado contra el respaldo, con las manos sobre su regazo, la cabeza inclinada y los ojos cerrados, escuchando.
В«Los llevaremos, sГ, los llevaremos por todas partes... a ellos y a sus cosas... В». La voz de McKintock era visualizada en la pantalla del ordenador como una lГnea horizontal ondulada que variaba continuamente de amplitud, В«... y los paquetes, y los contenedores, llevaremos todo... sГ, con la MГЎquina... de acГЎ para allГЎ, aprietas un botГіn y ya has llegado... ni te das cuenta de que ya has llegado...В». El hombre que escuchaba abriГі los ojos de golpe y levantГі la cabeza В«con tu MГЎquina, Drew, pero cГіmo has podido inventarla... has cambiado la historia, Drew...В». Se levantГі y se acercГі al ordenador. ModificГі algunos controles con el ratГіn para mejorar la amplificaciГіn de la voz de McKintock. Previamente habГa filtrado la respiraciГіn de Cynthia y no se oГa prГЎcticamente nada por los auriculares. ArrugГі la frente, observando los componentes de la voz de McKintock en el monitor que iluminaba su rostro con su luz tenue
В«... el universo a nuestra disposiciГіn, increГble, el universo entero... con la MГЎquina...В».
El hombre desplazГі uno de los auriculares de los cascos para liberar una oreja. CogiГі un telГ©fono militar cifrado y compuso un nГєmero de cinco cifras.
Un segundo despuГ©s alguien levantГі el auricular del telГ©fono llamado, pero no dijo nada.
—Pásame a Spencer —dijo el hombre.
Final de la primera parte
Segunda parte
Cuando bajГі el Гєltimo obrero, parecГa que solo quedara el conductor, sentado en su puesto.
Sin embargo, tras unos segundos apareciГі otra figura en la escalera del autobГєs.
BajГі los escalones despacio, con calma, revelГЎndose poco a poco.
CapГtulo XVIII
La aurora coloreaba con sus matices el cielo de Manchester. Las nubes habituales ocupaban esta vez solo una parte del firmamento, escondiendo al oeste las Гєltimas estrellas que, de todas formas, se desvanecГan en el incipiente amanecer, y exponiendo al este una bГіveda en la que el espectro de color rojo estaba aumentando, inexorablemente, de intensidad. Las bandas con mayor longitud de onda, de color rojo oscuro, empujaban hacia arriba aquellas con longitud de onda menor, violetas, naranjas, amarillas, hasta llegar al lГmite del espectro y desaparecer en el blanco definitivo de la temperatura nominal del sol. Cada dГa, en todo el planeta, este espectГЎculo se repetГa con precisiГіn matemГЎtica, pero Inglaterra lo disfrutaba un poco menos a causa de la capa de nubes que ya formaba parte de su cultura y de la imagen que los demГЎs tenГan de ese paГs. A pesar de ello, el amanecer era el desencadenante, el inicio de un nuevo dГa para la mayor parte de la gente. El sol que surge es la metГЎfora del despertar de la naturaleza y de los seres vivos que la pueblan. Pero muchos de ellos trabajan tambiГ©n por la noche, o exclusivamente de noche, mientras los demГЎs duermen, para obtener asГ resultados que serГan inalcanzables de otra manera. Algunos de estos estaban reunidos en una sala en ese momento, y escuchaban con extrema atenciГіn una grabaciГіn que reproducГa un equipo de alta fidelidad.
В«Los llevaremos, sГ, los llevaremos por todas partes... a ellos y a sus cosas... y los paquetes, y los contenedores, llevaremos todo... sГ, con la MГЎquina... desde aquГ hasta allГЎ, aprietas un botГіn y ya has llegado... ni te das cuenta de que ya has llegado...В». Uno de los presentes estaba inclinado sobre el escritorio, con los brazos cruzados apoyados en Г©l y la mano derecha sobre los labios, concentrado В«... con tu MГЎquina, Drew, pero cГіmo has podido inventarla... has cambiado la historia, Drew... el universo a nuestra disposiciГіn, increГble, el universo entero... con la MГЎquina...В».
El hombre inclinado sobre la mesa permaneciГі absorto unos segundos, y despuГ©s, sin moverse, se dirigiГі al que estaba a su izquierda, sentado cerca del ordenador.
—DГ©jame oГrlo otra vez.
Spencer recurriГі al ratГіn para mandar la grabaciГіn al principio, e hizo clic sobre el icono Play por tercera vez desde que habГa comenzado la reuniГіn.
В«Los llevaremos, sГ, los llevaremos por todas partes... a ellos y a sus cosas...В». El hombre volviГі a escuchar, concentrado, y en un momento dado comenzГі a asentir lentamente cada vez con mГЎs convicciГіn. В«... el universo a nuestra disposiciГіn, increГble, el universo entero... con la MГЎquina...В». El hombre se irguiГі y se apoyГі contra el respaldo de la silla. Se frotГі los ojos para eliminar el cansancio.
—Algo tienen que tener —afirmó—. ¿Trenton?
—Es posible, sГ, yo tambiГ©n lo creo —concordГі el hombre a su derecha—. ВїA quГ© hora te ha llamado Boyd?
—Un poco despuГ©s de las tres —respondiГі Spencer—. En lugar de las tГpicas estupideces que dice cuando duerme, McKintock habГa empezado a hablar de esta В«MГЎquinaВ» inventada por un cierto Drew y..., bueno, el resto lo habГ©is oГdo. Boyd vio que esas palabras tenГan algГєn sentido y decidiГі llamar inmediatamente.
—Boyd ha trabajado bien. ВїCreГ©is que la mujer ha podido oГrlo?
—Creemos que no, seГ±or Farnsworth —respondiГі Spencer—. Ha tenido dolor de cabeza toda la tarde y McKintock la llevГі a la cama. Se durmiГі profundamente e, incluso cuando Г©l hablaba, ha seguido respirando de la misma manera. Hemos extraГdo su respiraciГіn de la grabaciГіn unos diez minutos antes de las palabras de McKintock, y hasta diez minutos despuГ©s; la hemos analizado en ritmo y en profundidad y no ha cambiado de manera apreciable. No, creemos que no ha oГdo nada.
—Bien —aprobГі Farnsworth—. Muy bien. —MirГі fijamente delante de sГ, pensando.
В»Es la primera vez que habla de una cosa de ese tipo —dijo, y mirГі a Spencer, que confirmaba asintiendo—, por lo que tiene que ser algo que lo ha impresionado profundamente. Es el rector de la Universidad de Manchester, y con los medios de los que dispone, los laboratorios, los profesores, los investigadores, es posible que se haya encontrado con un descubrimiento excepcional. SГ, es muy posible. Quiero saber mГЎs —concluyó—. Traedlo.
Spencer se levantГі de golpe y saliГі a grandes pasos de la sala. Los tiempos eran fundamentales. EntrГі en un local de unos cincuenta metros cuadrados con las paredes cubiertas de mГіdulos con receptores, descodificadores, analizadores de espectro y ordenadores, similares a la instrumentaciГіn del furgГіn de Boyd, pero multiplicados por veinte. Unas quince personas trabajaban en los distintos puestos, transcribiendo conversaciones grabadas en los distintos puntos de escucha, descifrando mensajes codificados y comunicando con los compaГ±eros en el terreno.
Spencer fue a su puesto e, inmediatamente, levantГі el auricular del telГ©fono militar encriptado del que disponГa. Compuso un nГєmero de cinco cifras y esperГі.
En el furgГіn, Boyd vio parpadear el testigo del telГ©fono. Los sonidos estaban excluidos para que no se oyera nada desde fuera del vehГculo, sobre todo, oГdos indiscretos. SeparГі un auricular del casco y apoyГі el telГ©fono en su oreja, sin decir nada.
—¿TodavГa estГЎ allГ? —preguntГі simplemente Spencer.
—SГ. Sigue durmiendo. —Boyd constatГі que eran las seis de la maГ±ana mirando el reloj del ordenador. Acababa de beberse la cuarta taza de tГ©, junto con un pan brioche, su desayuno. Una noche de vigilancia mГЎs que llegaba a su final.
—Bien —respondió Spencer—. Vamos a por él.
—Está bien. Me coloco en posición. —Colgó el teléfono sin añadir nada más.
MirГі una pantalla al lado del ordenador, en la que cuatro cuadrantes mostraban las imГЎgenes tomadas por otras tantas cГЎmaras escondidas a lo largo del perГmetro del furgГіn, detrГЎs de bulones falsos o disimuladas como sensores de ayuda al aparcamiento. Solo habГa una persona a la vista, detrГЎs de la furgoneta, y estaba pedaleando en su bicicleta, alejГЎndose. Llevaba una mochila a la espalda, y Boyd sabГa que era un estudiante que salГa temprano por la maГ±ana para ir a la escuela.
Sin quitar los ojos de la pantalla se puso un mono de antenista sobre la ropa, abriГі la puerta que comunicaba la zona de carga con la cabina del conductor, y se sentГі al volante. Con ese mono parecГa realmente un tipo que estuviera yendo a trabajar. EncendiГі el motor y saliГі del aparcamiento. Lo habГa aparcado marcha atrГЎs, la noche anterior, para poder salir rГЎpidamente sin tener que maniobrar, si fuera necesario. Conduciendo lentamente llegГі hasta el aparcamiento en el que McKintock habГa dejado su coche. AparcГі, de nuevo marcha atrГЎs, y apagГі el motor. El coche del rector estaba a unos diez metros, delante a la izquierda, respeto al morro de la furgoneta. VolviГі a la zona de carga y cerrГі la puerta interna de comunicaciГіn tras de sГ. La instrumentaciГіn habГa seguido funcionando, y el ordenador no indicaba movimientos ni conversaciones en el apartamento mientras Г©l conducГa esos cien metros que separaban los dos aparcamientos. Se volviГі a colocar los cascos y se puso a escuchar de nuevo, esta vez observando continuamente la pantalla con las imГЎgenes de las cГЎmaras. La que estaba a las nueve
(#litres_trial_promo) encuadraba el edificio que albergaba el apartamento en el que McKintock estaba durmiendo. A la derecha de aquel marco Boyd podГa ver tambiГ©n el morro del coche del rector, mientras la cГЎmara a las doce mostraba el resto del coche y una amplia porciГіn del aparcamiento.
Sobre las seis y cuarto, un sedГЎn de color gris metalizado con los cristales tintados entrГі en el aparcamiento y se situГі en uno de los sitios libres mГЎs al fondo, lejos de la entrada.
El telГ©fono de Boyd parpadeГі de nuevo. LevantГі el auricular y escuchГі.
—Unidad dos —dijo una voz anónima—. ¿Novedades?
—Ninguna —respondió Boyd.
A las seis y media empezaron a llegar sonidos de actividad a los cascos de Boyd. Cynthia se levantГі llena de energГa y fue inmediatamente al baГ±o. Varios sonidos contextuales indicaron a Boyd el lavado minucioso que realizГі la mujer. Cuando estuvo lista fue a despertar a McKintock. Г‰l seguГa durmiendo como un tronco, como si hubiese pasado una noche agitada y necesitase recuperarse. Cynthia lo empujГі con un pie, haciГ©ndolo girar sobre sГ mismo, y empezГі a incordiarlo.
—¡Despierta, perezoso! ВїQuГ© has estado haciendo esta noche? ВїHas tenido que satisfacer un harem entero de fogosas concubinas? ВЎJa, ja, ja! —EmpezГі a reГr cuando McKintock se irguiГі sobresaltado mirando a derecha e izquierda para despejar su cerebro.
»¿Qué haces en calzoncillos y camiseta? ¿Dónde está tu pijama? ¡Ja, ja, ja! —Se burló de él.
—Uf, ¡en tu armario! —exclamó él saltando de la cama y cogiéndola por los hombros. Ella le dejó hacer, y él le dio un beso fuerte en la frente.
—¿Qué tal estás? —le preguntó, mirándola, perdidamente enamorado—. ¿Se te ha pasado el dolor de cabeza?
—SГ, estoy muy bien, y tengo un hambre feroz. Por eso... —dijo, resistiendo a su tentativo para llevarla hasta la cama—, por eso ahora ВЎvamos a comer! —Se soltГі y escapГі hasta la cocina, riendo.
McKintock la vio irse corriendo, ligera como una mariposa, con aquel cuerpo lleno e irreprimible que le impresionaba cada vez que la veГa. TenГa un deseo enorme de hacer el amor con ella, pero comprendГa que Cynthia llevaba sin comer desde el mediodГa del dГa anterior, asГ que no serГa posible.
Fue al baГ±o y se preparГі, vistiГ©ndose deprisa, pero con atenciГіn, y despuГ©s fue a la cocina.
En ese rato Cynthia habГa preparado huevos, beicon y pan tostado, y, entre los dos devoraron todo en pocos minutos.
—Como habrГЎs notado, me comГ todo el queso y las verduras que tenГas en la nevera. TenГa muchГsima hambre.
Cynthia asentГa aprobando, mientras masticaba los Гєltimos bocados.
—Antes de volver a Manchester iré a comprar todo lo que necesitas.
—No hace falta. Lo haré al volver del trabajo, esta tarde.
—Pero no, no quiero que pierdas tiempo. Me he comido yo tu comida, por eso me parece justo que yo la reponga —insistió.
—Bueno, de acuerdo, si es tan importante para ti —aceptó finalmente Cynthia mientras levantaba el vaso de zumo de pera y lo llevaba a sus labios.
McKintock la mirГі beber, abrumado por el deseo, como todas las demГЎs veces. Cuando bebГa zumo de fruta, Cynthia levantaba la barbilla y tragaba rГtmicamente, con movimientos de la garganta tan sensuales que a Г©l le invadГa un arrebato salvaje por poseerla, penetrarla con todo su ser y colmarla de sГ. Ella lo sabГa perfectamente, y jugaba a provocarlo cГЎndida y pГ©rfida como todas las mujeres sexys y conscientes de su atractivo sexual. Cuando el vaso estaba prГЎcticamente vacГo Cynthia lo inclinГі mГЎs hacia arriba e hizo caer las Гєltimas gotas directamente sobre la lengua, sabiendo muy bien que en aquel momento McKintock alcanzarГa el mГЎximo grado de excitaciГіn. De hecho, Г©l estaba rojo como un pimiento y aferraba con fuerza el borde de la mesa, con los nudillos blancos por la contracciГіn muscular.
DespuГ©s de la Гєltima gota Cynthia dejГі el vaso encima de la mesa con decisiГіn. El golpe fuerte sacudiГі a McKintock y le hizo abrir mucho los ojos, y jadear.
—Ahora... ahora... —balbuceó.
—¡Ahora es el momento de ir a trabajar! —exclamó ella señalando el reloj colgado de la pared.
Lentamente, mecГЎnicamente, McKintock se dio la vuelta y mirГі el reloj, como un autГіmata, y, de golpe, se dio cuenta de lo tarde que era. ВЎLas siete y media! Como tenГa que ir al supermercado, ВЎllegarГa a Manchester a media maГ±ana! ВЎLa universidad empezarГa el dГa sin Г©l! ВЎNo era posible! ВїQuГ© podГa hacer?
Cynthia lo miraba divertida, sabiendo muy bien que la universidad era todo para Г©l, a parte de ella misma, naturalmente. Riendo, lo sacГі del impasse.
—Lachlan, ve a Manchester, tranquilo —le dijo, con expresión comprensiva—. Compraré yo misma lo que me hace falta. A propósito, ¿a qué se debió esta visita improvisada ayer?
—Oh, bien, gracias. Gracias, siento haber creado desorden. Ah, sГ... ayer estaba tan contento por unos buenГsimos resultados de una investigaciГіn que quise celebrarlo viniendo aquГ. Pero lleguГ© en el momento equivocado. Lo siento.
—La prГіxima vez que estГ©s tan contento, ВЎllГЎmame! EstarГ© lista para celebrarlo contigo —y le hizo un guiГ±o lleno de coqueterГa.
Г‰l enrojeciГі de nuevo y se levantГі de la mesa, luchando consigo mismo para separarse de ella.
Boyd oyГі, por los cascos, cГіmo McKintock cogГa sus cosas, la puerta que se abrГa y un sonoro beso de despedida.
—Guau —pensó— esta vez me he librado. Cynthia Farnham era una verdadera furia sexual, y cada vez que McKintock iba a verla le tocaba escuchar orgasmos estratosfГ©ricos, con gritos y gruГ±idos primordiales. Ella lo usaba como un mero instrumento sexual para su propia satisfacciГіn suprema, y cuando Г©l no aguantaba tanto como ella pretendГa le abofeteaba e incluso lo insultaba. Era un juego cuyo fin era el placer recГproco, muy carnal, y a McKintock le convenГa asГ. Boyd intuГa que aquel hombre debГa haber tenido antes una relaciГіn frГa y tranquila, y estar ahora con una mujer de ese calibre, esa fuerza, debГa ser para Г©l la apoteosis del placer. Cierto, tambiГ©n en otras vigilancias Boyd habГa podido escuchar actividad sexual de varios tipos, pero esta lo perturbaba especialmente y le impedГa mantener la distancia.
В«Si yo tuviera una mujer asГ...В», imaginГі tambiГ©n esta vez, con un suspiro, como todas las otras veces. Cuando recuperГі el control llamГі al coche gris con el telГ©fono encriptado.
—Está saliendo —anunció simplemente.
—Recibido —respondió sucintamente su interlocutor.
Boyd volviГі al puesto del conductor y cogiГі un periГіdico. Lo apoyГі en el volante y fingiГі estar leyendo, mientras con el rabillo del ojo controlaba el edificio. Un minuto mГЎs tarde vio a McKintock salir del portal y dirigirse a grandes pasos hacia el aparcamiento, hacia Г©l. Se veГa que tenГa prisa. Cuando McKintock estuvo a unos diez metros de su propio coche, Boyd encendiГі el motor y, despreocupadamente, se acercГі a la salida del aparcamiento, como si se estuviera yendo. McKintock no se dio ni cuenta de la furgoneta que pasaba junto a Г©l, dominado por las prisas de marcharse. Unos segundos despuГ©s el coche gris empezГі a moverse a su vez, acercГЎndose lentamente al coche del rector. Cuando este estuvo a un par de metros de distancia de su coche y comenzГі a extender el brazo hacia la puerta, la furgoneta dio un volantazo a la derecha, tapando la visiГіn del aparcamiento desde el edificio, y, al mismo tiempo, el coche gris acelerГі de golpe y fue a pararse justo delante del coche de McKintock. Dos hombres salieron de Г©l saltando como dos muelles, y se situaron a ambos lados del rector. Uno le mostrГі un distintivo por unos instantes, mientras el otro lo cogГa por un brazo.
—¡PolicГa! Rector McKintock, ВЎvenga con nosotros!
Г‰l se quedГі de piedra, sin palabras. Los dos lo arrastraron sin ceremonias hacia el coche gris; uno de ellos abriГі la puerta posterior derecha y, empujГЎndole la cabeza para que se agachara, lo hizo entrar, sentГЎndose a su lado inmediatamente despuГ©s. BajГі unas cortinas de las ventanas para ocultar el interior del coche y luego hizo un gesto al tercer hombre, que estaba al volante. Este hizo avanzar el coche unos metros, hacia la furgoneta, y esperГі.
En ese momento McKintock recuperГі la palabra.
—Pero... pero... ¿qué pasa? ¿Por qué me hacéis esto? ¿Qué he hecho?
—Tranquilo, rector McKintock, solo tenemos que hacerle unas preguntas. Será rápido, ya verá.
—Pero... pero ¡tengo que ir a Manchester! ¡Y tengo que ir inmediatamente!
—Justamente, allГ es a donde vamos. TranquilГcese.
—Pero... y mi coche... ВїcГіmo harГ©? No puedo dejarlo aquГ.
—El coche también va a Manchester. Tranquilo. Relájese.
—Pero... ¿y las llaves? Las tengo yo... ¿cómo podréis...? —Desorientado, miró al hombre sentado a su lado. Este devolvió la mirada con una expresión significativa—. Ah... entiendo... no las necesitáis...
Fuera, el Гєltimo hombre ya habГa entrado en el coche de McKintock y habГa encendido el motor; estaba listo para salir.
Durante la acciГіn Boyd habГa salido del furgГіn y habГa fingido controlar un neumГЎtico, para justificar delante de posibles observadores la extraГ±a maniobra que habГa realizado. En cuanto vio al coche gris que venГa hacia Г©l comprendiГі que la operaciГіn estaba acabada y volviГі a entrar veloz como un rayo en su vehГculo, conduciГ©ndolo a continuaciГіn a una velocidad moderada, como si no hubiera pasado nada. El coche gris saliГі del aparcamiento y lo adelantГі, ГЎgil y silencioso, seguido por el coche de McKintock a pocos metros de distancia.
El aparcamiento permaneciГі indiferente, esperando a los propietarios de los otros vehГculos. Estos llegarГan poco a poco.
La acciГіn entera no habГa durado mГЎs de diez segundos.
En un cuarto de hora el pequeГ±o convoy ya estaba en la autopista hacia Manchester, avanzando a una velocidad sostenida, y manteniГ©ndose constantemente en el carril para adelantar. El conductor del primer coche, el que llevaba a McKintock, procedГa con seguridad y concentraciГіn. Estaba acostumbrado a desenvolverse en las situaciones mГЎs complicadas, y el trГЎfico de primera hora de la maГ±ana no era nada comparado con las persecuciones que realizaba de vez en cuando. No decГa nada, pero controlaba sistemГЎticamente que el coche de McKintock los siguiese a poca distancia. Su compaГ±ero de conducciГіn, en el coche del rector, era un experto como Г©l, especialista en atacar repentinamente cualquier tipo de vehГculo del cual hubiera que tomar el control instantГЎneamente, sometiendo eventualmente al conductor hostil y saliendo rГЎpidamente hacia la destinaciГіn justa, incluso evitando al mismo tiempo del fuego enemigo.
El hombre sentado detrГЎs junto a McKintock levantГі las cortinas, y el paisaje campestre empezГі a desfilar veloz a su lado.
McKintock, mientras tanto, habГa podido relajarse, y habГa empezado a reflexionar. ВїQuГ© podГa querer la policГa de Г©l? ВїHabГa hecho, quizГЎ, algo grave? ВїQuГ© acto suyo podГa justificar una captura de ese tipo? Porque se sentГa capturado, sГ, lo habГan cogido como si fuera un delincuente a la salida de un bar oscuro. ВїCГіmo osaban? Г‰l era el rector de la Universidad de Manchester. TenГa que haber un error. RecuperГі su valor y pasГі al contraataque.
—Escuche, señor —se dirigió al hombre sentado a su lado.
—¿S� —respondió este, mirándolo con aire de suficiencia.
—Enséñeme su distintivo otra vez, si no le importa.
—Cuando lleguemos —fue la respuesta, seguida de una mirada penetrante y significativa, acompaГ±ada de una mano que, de manera despreocupada, metГa bajo la chaqueta, cerca de la axila izquierda.
McKintock siguiГі inevitablemente ese movimiento y se asustГі. DecidiГі que no era el momento de hacer mГЎs preguntas. A pesar de todo, aquellos parecГan realmente ser policГas y no le habГan tocado ni un pelo, despuГ©s de todo, asГ que se relajГі contra el asiento y esperГі a que los hechos siguieran su curso. SentГa una enorme curiosidad, ademГЎs; curiosidad y preocupaciГіn, porque no podГa imaginar quГ© podГan querer de Г©l.
Fuera lo que fuera, lo iba a descubrir pronto. Antes de lo que hubiera creГdo se dio cuenta de que estaban entrando en Manchester, con su coche pisГЎndoles los talones como si estuviera enganchado con una cuerda de acero. El hombre junto a Г©l bajГі las cortinas de las ventanillas, e incluso colocГі un tejido mГЎs grueso que separaba los puestos delanteros de los traseros. TambiГ©n bajГі un parasol delante de la luna trasera, de manera que el paisaje que les rodeaba resultaba completamente oculto. McKintock no podГa saber hacia dГіnde se dirigГan en el interior de Manchester, que conocГa tan bien.
DespuГ©s de unos veinte metros el coche se parГі.
El hombre que estaba a su lado saliГі del coche y le abriГі la puerta.
—Salga —le ordenó secamente.
McKintock saliГі, titubeando, y se encontrГі en un aparcamiento subterrГЎneo, con muros de cemento armado bien acabado y pocas luces, aquГ y allГЎ, en las paredes. Su coche ya estaba aparcado al lado, y el hombre que lo habГa conducido lo estaba cerrando con un mando a distancia negro, extraГ±o y anГіnimo. Lo cogieron por los codos, pero Г©l hizo un gesto de que iba a colaborar.
Uno de los hombres asintiГі, y, caminando a su lado, lo condujeron hasta un ascensor estropeado en la pared frente a ellos. Entraron, McKintock y los otros tres, y uno de ellos apretГі un botГіn blanco, sin nГєmero. Los otros botones tampoco tenГan nГєmero, en realidad.
В«Vaya, quГ© ascensor mГЎs raroВ», pensГі McKintock.
Un breve ascenso y despuГ©s la puerta se abriГі a un pasillo blanco sucio, sucio en el sentido de que las paredes tenГan moho, marcas de zapatos, surcos hechos por respaldos de sillas y, pareciГі a McKintock, extraГ±as marcas de color rojo oscuro. Algunas parecГan casi huellas parciales de manos, como si alguien manchado de sangre se hubiera apoyado en la pared, manchГЎndola. Esperaba estar interpretando mal. Mientras tanto la comitiva llegГі hasta una puerta de madera blanquecina, desconchada y sucia como las paredes. Uno de los tres la abriГі y lo acompaГ±Гі dentro, obligГЎndolo a sentarse en una silla del mismo estilo que lo demГЎs, cerca de una mesa que habГa visto tiempos mejores.
El hombre cerrГі la puerta y se sentГі en otra silla, a esperar. Los otros dos se fueron. El que se habГa quedado era el mismo que habГa estado junto a McKintock en el asiento posterior durante el viaje.
—¿Pero quГ© sitio es este? ВїDГіnde me habГ©is llevado? —soltГі, irritado, McKintock. Estaba acostumbrado a entornos de un nivel completamente diferente. OlГa a humedad y a rancio, y en el suelo corrГan sin ser molestadas algunas cucarachas. Las esquinas superiores de la habitaciГіn estaban cubiertas de telaraГ±as gruesas y amarillentas, cargadas de polvo. Algunas araГ±as negras vivГan tranquilamente en su interior, a la espera de alguna presa.
El hombre lo ignorГі, y McKintock comprendiГі que habrГa sido inГєtil insistir.
DespuГ©s de unos minutos se abriГі la puerta y entrГі un hombre de unos sesenta aГ±os, con un buen traje azul y ojos con montura de concha.
—Buenos dГas, seГ±or McKintock. Me llamo William Farnsworth, responsable de los Servicios de Seguridad.
¿«Servicios de Seguridad»? ¿Qué era? —se preguntó McKintock.
—Buenos dГas —respondiГі, hostil—. ВїPor quГ© me habГ©is traГdo aquГ? ВїQuГ© querГ©is de mГ? ВїQuГ© sitio es este? —preguntГі cada vez mГЎs agresivo.
—Le hemos traГdo aquà —respondiГі Farnsworth, enfatizando fuertemente la primera sГlaba, con voz imperiosa—, porque usted sabe algo que podrГa ser de importancia capital para este paГs —dijo, haciendo una pausa para crear mГЎs efecto—. Porque usted ama Inglaterra, Вїverdad? —dijo, jugando la carta del patriotismo, mirГЎndolo brutalmente a los ojos.
—Eh... bueno... claro. Claro que amo Inglaterra. —Farnsworth derribaba una puerta abierta, porque McKintock era un británico leal y fiel, y amaba incluso a la reina, al contrario de muchos otros conciudadanos suyos. Completamente desmontado, cedió las armas—. ¿Qué queréis saber? Estoy a vuestra disposición.
—Tenemos conocimiento de un proyecto en el que está implicado —informó Farnsworth mirándolo a los ojos, pero esta vez sin animadversión—. Un proyecto que concierne una cierta Máquina capaz de desplazar cosas y personas a distancias medidas en la escala universal, e inventada por un cierto Drew. ¿Qué puede decirnos al respecto?
McKintock permaneciГі en estado de shock.
ВїCГіmo podГan saber esto?
Ni siquiera Г©l lo sabГa hasta la noche anterior. ВїCГіmo lo habГan hecho? Era imposible que nadie hubiera hablado de ello, y, sin embargo, tenГa que haber ocurrido, no cabГa otra posibilidad. PalideciГі como un cadГЎver, despuГ©s enrojeciГі violentamente, y finalmente encontrГі las palabras.
SuspirГі profundamente antes de responder.
—No sГ© cГіmo han podido saberlo, pero eso que usted ha descrito de manera tan concisa es la realidad. ExplicarГ© todo, pero al menos dГgame quГ© son estos Servicios de Seguridad de los que ha hablado, y quiГ©n es usted realmente.
—DespuГ©s —respondiГі secamente Farnsworth—. Se lo aseguro, sabrГЎ todo a su debido tiempo. Mientras tanto, este es mi distintivo, si le sirve para tranquilizarse. —AgitГі delante de sus ojos, brevemente, unas siglas similares a las que habГa visto durante la В«captaciГіnВ» en el aparcamiento de Liverpool.
McKintock suspirГі nuevamente, y comenzГі a contar.
—Hace una semana un profesor de fГsica de mi Universidad, el profesor Drew, vino a verme junto con un estudiante suyo, Joshua Marlon. Este muchacho habГa descubierto, por pura casualidad, un efecto producido por un dispositivo construido por Drew con otro objetivo. Г‰l habГa informado a su profesor y, juntos, habГan analizado el efecto. Resulta que el dispositivo puede intercambiar dos volГєmenes de espacio recГprocamente, a la distancia que se quiera, incluso a una escala cГіsmica, con todo lo que contienen. Esto significa que la MГЎquina, como la llamo yo, puede ser regulada para apuntar a su compaГ±ero aquà —y seГ±alГі al otro hombre—, y transportarlo instantГЎneamente a otro sitio, poniendo en su lugar cualquier otra cosa. Si quisiera —y aquГ McKintock empezГі a disfrutar, tomГЎndose una pequeГ±a revancha—, podrГa ser transportado al fondo del mar, y en su lugar aparecerГa una buena salpicadura de agua salada —concluyГі, levantГЎndose de golpe de la mesa.
El hombre sentado se moviГі nervioso en su silla y mirГі serio a su jefe.
Farnsworth habГa abierto los ojos de par en par, impresionado, pero habГa recuperado el control rГЎpidamente.
—Bien. O sea, que es verdad. ¿Y ya han hecho pruebas con esta... ... Máquina?
—Existe un pequeГ±o prototipo capaz de desplazar objetos de pequeГ±o tamaГ±o. Con la ayuda de un equipo de cientГficos de entre los mejores del mundo, el profesor Drew ya ha podido construir la teorГa del funcionamiento de la MГЎquina, y justo ayer por la tarde me habГa hecho partГcipe de los resultados de las pruebas. Por eso me sorprende que ya estГ©n al corriente de todo ello. Ahora —aГ±adiГі, y mirГі directamente a los ojos a Farnsworth—, Вїpuedo saber cГіmo han podido saberlo? Me debe esta explicaciГіn.
—Tenemos nuestros mГ©todos. Y no se los puedo revelar, porque entonces se volverГan ineficaces. Pero visto que ha colaborado, le dirГ© esto: Los Servicios de Seguridad que yo coordino se ocupan de recoger informaciГіn de todo tipo que pueda ser de interГ©s para el paГs, y somos muy buenos haciendo nuestro trabajo.
—El Servicio Secreto, pues —constató McKintock.
—Sà —respondiГі simplemente Farnsworth—. Y si le revelo esta informaciГіn es porque estoy convencido de que usted es realmente un patriota, y, por el puesto que ocupa, deduzco que es una persona con un gran sentido de la responsabilidad. La tecnologГa de la que dispone, sin embargo, puede ser de un valor incalculable para Gran BretaГ±a, en una magnitud que usted quizГЎ no se haya comprendido todavГa.
«¿Y cГіmo habrГa podido?В», pensГі McKintock, В«solo me dijeron ayer por la noche lo que la MГЎquina puede hacer...В»
—Porque, como sabrГЎ —continuГі Farnsworth—, nuestro paГs estГЎ viviendo un perГodo de estancamiento econГіmico y polГtico. Con la tecnologГa que ha descrito, con la MГЎquina, Gran BretaГ±a tendrГa una ventaja tecnolГіgica incalculable respeto a todos los demГЎs paГses, y esto hace automГЎticamente que su proyecto tenga una importancia fundamental. De todo esto resulta que la MГЎquina se convierte a partir de ahora en un Secreto de Estado, y nadie, y digo nadie, puede saber de su existencia sin mi autorizaciГіn. ВїCuГЎntas personas estГЎn al corriente?
Durante todo este tiempo McKintock se habГa limitado a escuchar y a asentir. La directiva de confidencialidad era la misma que Г©l habГa impuesto a Drew y a los otros, y ahora se encontraba Г©l mismo teniendo que asumirla. AsГ funcionaban las cosas.
ContГі mentalmente.
—Unas diez, incluyéndome.
—¿Tantas? —se alarmГі Farnsworth, perplejo—. ВїQuГ© relaciГіn tienen estas personas con usted? Quiero decir, Вїson de confianza? ВїPodrГan revelar a otros la existencia de la MГЎquina?
—No. Yo mismo les impuse que el proyecto debГa mantenerse en secreto, y estoy seguro de que han mantenido el pacto. Son todos cientГficos o colaboradores de integridad probada, y es su interГ©s, al menos en esta fase de estudio y pruebas, que el proyecto se mantenga en secreto. Sabe, tendrГЎn todo el mГ©rito con las publicaciones cientГficas, el efecto serГЎ nombrado en honor a ellos, y todo eso —dijo y frunciГі el ceГ±o, pensativo—. A pesar de todo, debo suponer que alguno de ellos haya hablado. Si no, no se explica cГіmo habГ©is podido obtener la informaciГіn.
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